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Cartas al amigo ausente

Los gigantes también fueron pequeños

La ilusión y el compromiso como base para alcanzar la eficiencia en la empresa

Mucho ha cambiado el mundo de la empresa en este país, mi querido amigo, desde que compartíamos pupitre en la Autónoma, donde como trabajo en grupo teníamos que llegar a establecer en la gestión la fórmula de conseguir que todo el equipo humano encontrase el camino de la ilusión.

El reto para el proyecto empresarial debía ser vinculante a todos los componentes y por supuesto ganador, capaz de arrastrar a todos los individuos hacia la meta.

Hubo una época en la que se generalizó este sistema de gestión en el mundo empresarial, y le fue muy bien en su crecimiento, rentabilidad y sobre todo en el desarrollo del bien común.

¿Y porque ahora no lo es? ¿Qué ha pasado en la empresa para que se llegue al declive ético?

En primer lugar culpo al fomento del individualismo. A veces buscado por la propia empresa, creando competencia directa entre sus miembros; y desde luego, la ausencia total de equipo, muy lejos de aquella meditación de Bill Flanagan: "No puedo decirte cuáles son mis virtudes para conseguir el éxito, porque no soy yo, somos nosotros".

Se ha implantado como cultura empresarial el corto plazo, con pérdida total de la visión a medio y largo, donde prima la exigencia de cumplimiento de objetivos inmediatos sin que alguien con poder decisorio en la organización se pare a pensar en el día de mañana. "Ese día quizá no estemos ni tú ni yo en la empresa, por lo que no debes preocuparte de ello". Esta frase está muy generalizada y sin lugar a dudas es el mayor error de cualquier entidad.

Hay una ausencia, incluso huida, del espíritu de sacrificio por parte de los individuos de la organización. Recuerda aquella entrevista a Ayrton Senna, cuando comentó que "no es cierto que yo naciera especialmente dotado para conducir con lluvia. En mis primeras carreras de karting, bastaba que cayeran dos gotas para que todos me pasaran. Aquello me irritaba de tal modo que decidí no correr a menos que lloviera. Entonces aprendí que sólo se puede progresar admitiendo las carencias que uno tiene y analizando los propios errores".

Evitación del esfuerzo. ¡Qué pena da cuando se observa en una visita a una empresa de cualquier sector que los empleados se muestran ocupados aun cuando no lo estén, siguiendo el lema de que si se muestra desocupado corre el riesgo de ser objeto de nuevo encargo y tarea que pueden hacer otros correligionarios! Incluso podría significar para el visitante que en esa sección sobra personal.

Importancia total y exclusiva del objetivo económico. Se ha llegado a trabajar exclusivamente por dinero. ¿Dónde queda la realización de la persona, la satisfacción del deber cumplido, la propia responsabilidad, la ilusión de las cosas bien hechas... en definitiva la felicidad que da el trabajo? Finalmente, también culpo a la mala orientación del marketing empresarial que ha conseguido que la calidad sea un característica de venta y no la esencia del producto-servicio.

Sí, amigo mío, es cierto lo que me comentas en cuanto a que existe una norma ISO 26000 , que implanta la Responsabilidad social Corporativa (RSC) en un contexto internacional para el desarrollo sostenible, que se define como la responsabilidad de toda organización ante los impactos de sus decisiones y de sus actividades sobre el individuo, la sociedad y el medio ambiente, plasmándolo en un comportamiento ético y transparente que incluye la sanidad y el bienestar del hombre y la sociedad; pero no dejo de reconocer que es solo un soporte, el cual, si no se involucra toda la organización, no tendrá los efectos deseados.

Sólo tendrá efectos esperanzadores en esta situación en la que se encuentra la empresa española si con la aplicación de la norma ISO 26000 se vuelve a implantar la estima al ser humano que pertenece a la misma, en la que todo el equipo encuentre el camino de la ilusión, donde el centro no sea el producto, ni siquiera el cliente, sino la persona que siente y hace sentir en su entorno a su empresa.

Es hora ya de que en el mundo empresarial se empiece a erigir a símbolo de escultura permanente el reconocimiento a la responsabilidad de las personas que colaboran en la misma. La mayoría de las empresas gigantes lo son porque desde que eran pequeñas han sabido dar valor al ser humano.

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