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Banalización del feminicidio

Conquistas y amenazas en el combate contra el enquistamiento de la violencia machista

El Colegio Profesional de Periodistas de Asturias y la Asociación de la Prensa de Oviedo han editado, en colaboración con el Instituto Asturiano de la Mujer, un código de buenas prácticas para informar sobre la violencia machista y la trata de seres humanos. Colegiados y asociados de ambas entidades acabamos de recibir un documento cuyas indicaciones pueden ser contrastadas en tiempo real con la práctica periodística a través de los artículos, crónicas o piezas que medios escritos y audiovisuales elaboran estos días acerca de los últimos crímenes, uno de los cuales nos ha tocado muy de cerca.

No es difícil coincidir en el tiempo con un nuevo capítulo de esta lacra: en días de perturbador repunte -como los pasados- pueden producirse simultáneamente varios ataques asesinos en diferentes puntos de nuestra geografía, rebajarse esa cadencia posteriormente a uno cada dos semanas para luego volver a sufrir picos que dejan un goteo de víctimas sólo comparable al único terrorismo sostenido conceptuado como tal hasta hace poco en nuestro país, el de ETA. En otras palabras: las mujeres seguimos soportando años de plomo, instaladas en el riesgo perpetuo del ataque machista sin que la sociedad haya conseguido poco más que un tratamiento de paliativos para el daño generado aunque, sin duda, se haya ganado en concienciación social. Seguimos cayendo.

Las cifras abruman dentro y fuera de España pero escojo un dato y una conclusión extraídos de los informes periódicos de la ONU sobre desarrollo humano, para darle un contexto planetario a nuestro problema local: el 35% de las mujeres del mundo hemos sufrido violencia física o sexual en alguna de sus múltiples y destructivas modalidades y -añade la ONU- no existe todavía ningún país que trate a sus mujeres igual que a sus hombres. Subrayo: ninguno. Es demoledor.

El asunto enerva y desespera a partes iguales pero como hay que encontrar el equilibrio entre corazón caliente y mente fría, leo con atención y ánimo combativo el código de buenas prácticas que colegio y asociación profesionales han hecho el esfuerzo de elaborar en inevitable coincidencia con este feminicidio perenne. Hago dos constataciones: una es positiva, la otra me inquieta.

Por un lado, es un hecho que medios y periodistas están en nuestro país altamente concienciados con el poder de la palabra a la hora de informar sobre ataques machistas a mujeres: huyen ya de los calificativos salvo para describir la magnitud del drama y procuran que el relato de lo ocurrido y los datos recabados no articulen justificación alguna al hecho injustificable de matar. Se recurre a expertos, se facilitan teléfonos de ayuda a las víctimas, se pide explicaciones a los políticos, se informa posteriormente de las sentencias -si las hay- a los agresores. La condena es taxativa y sin fisuras.

Sin embargo, las recomendaciones de este código deontológico son, a la vez, inquietantes alertas sobre esas fisuras a través de las cuales se cuela el mal banalizado del que habló la filósofa alemana Hannah Harentd para desentrañar la psique de los nazis. Ese mal rebajado de culpa que se alimenta en la impunidad ficticia de los estereotipos, la cosificación de las mujeres, sus cuerpos y conductas, la temeraria frivolidad para abordar asuntos "femeninos", la traslación sutil de la responsabilidad a la víctima?

También a ello se alude en el código deontológico, al alertar de la posibilidad de reforzar sin pretenderlo -particularmente con ilustraciones o imágenes- esos estereotipos sobre las víctimas que hagan ver con indulgencia inconsciente los delitos de maltrato o trata que se han cometido sobre ellas.

He querido focalizar hoy mi reflexión en este nuevo instrumento del que disponemos los periodistas en Asturias para informar sobre violencia machista pero todas sus recomendaciones pueden trasladarse a nuestra vida cotidiana de padres y madres, profesionales, vecinos. Nadie es ajeno y todos, sin excepción, hacemos falta.

Porque el asunto es simple: hombres siguen matando a mujeres porque éstas no hacen lo que les ordenan. El drama continúa y estremece pensar que nuestros hijos e hijas conviven con él sin que nosotros estemos siendo capaces de evitárselo. Es urgente, es importante, es una auténtica emergencia.

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