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Sobre la calle La Merced

Los representantes de la ciudadanía están para resolver problemas, no para crearlos

"Hágase el edil cargo de las cosas y cumplirá con su deber, dejará encantada a la gente, y quizás logre legar su nombre a una calle"

"El Concejal", Adeflor (1908)

Está de moda, sin duda, la calle de La Merced, y lo está por razones no fáciles de entender. Yo siempre creí (como Adeflor, llámennos ingenuos) que nuestros representantes municipales están para solucionar problemas y no para generarlos.

Esa calle es bien larga, y su trazado bien antiguo. Nos lleva desde cerca de la plaza Mayor hasta Begoña, hasta el antiguo "monte de Begoña", en tiempos extrarradio de la ciudad. Si la recorriésemos hace siglo y medio, estaríamos cruzando casi todo Gijón, menos Cimavilla.

La orden religiosa de los mercedarios, de La Merced, llegó a Gijón ya en el año 1639. El 18 de julio de ese año fray Antonio Bermúdez propuso al Ayuntamiento levantar en la ciudad un convento para su orden Nuestra Señora de La Merced Descalza. La cosa se paralizó durante años y no fue hasta entrado el siglo XVIII cuando fue realidad un conjunto compuesto por convento, hospicio y capilla que se levantó en la zona que hoy ocupa la esquina de los primeros números impares de la calle La Merced y parte de la de San Antonio. No es que la calle se llame La Merced desde el año 1702 sino que, al ser ese conjunto religioso el más notable en esa vía (de hecho el único importante durante años) el conjunto acabó dando nombre a la calle. Pero eso fue con el paso de los años porque en el año 1702 y años posteriores la actual calle de la Merced era un camino sin nombre ni edificaciones salvo ese conjunto.

Tanto el hospicio como convento se derribaron en fecha que desconocemos, y solamente quedó en pie la capilla que tenía a San Antonio como advocación. Capilla de San Antonio que, ya de propiedad privada, se derribó el día de San José de 1893. Nuestros bisabuelos, al menos los míos, sí conocieron esa capilla dedicada al "santo casamentero". Por lo menos muchas mujeres gijonesas lo tenían por tal. Como buen camino, rezándole, para casarse con un hombre cabal y formar una familia feliz.

Ya se dijo y se escribió muchos estos días. Fue calle La Merced desde esos años, sin pasar por una resolución municipal oficial, pero solamente el primer tramo, hasta la plaza del Instituto. El otro tramo, el final, hasta Casimiro Velasco, se llamaba calle del Conde don Alonso. Fue en el año 1891 cuando se aprobó, ya con los concejales ratificando oficialmente la cosa, unificarla para que fuera calle La Merced la vía que hoy conocemos como tal. En el año 1906 se le cambió el nombre por calle de Tomás Innerárity (republicano, cofundador de "El Noroeste"), y en 1939 recuperó su nombre original.

Últimas noticias hablan de que el sentido común se recuperó. Que dure. No es que unos cuantos comerciantes y vecinos puedan más que el 85 % de los concejales gijoneses. Es que, yo creí que estaba claro, "el pueblo es quien más ordena". ¿Fin?

Luis Miguel Piñera es autor del libro "Las calles de Gijón. Historia de sus nombres" (1999, primera edición; 2004, segunda edición).

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