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Crítica / Arte

Los trabajos y los días de Mariano Moré

Memoria de la rehabilitación del antiguo edificio de Banesto, convertido en tienda de moda, y de las pinturas sobre lienzo del artista gijonés

El pasado 16 de septiembre abrió en el número 28 de la calle Corrida, en el edificio histórico de Banesto, la franquicia Mango, que dirige el catalán Isaac Andic, una macro tienda de moda juvenil de 530 metros cuadrados en la planta baja, otros tantos en la planta primera y 300 en la planta segunda, que servía de vivienda al director del banco y ahora se usa como almacén y receptáculo de maquinaria. La obra ha costado 6,2 millones de euros y cerca de otros 2 millones en acondicionamiento y restauraciones, que ha dirigido el arquitecto Antonio Fernández Morán, al mando de varias empresas: la malagueña Espacio 50, la sevillana Toten, que trabajan para Mango; y dos firmas locales, Ingeco y Artesanía en Hierro. El citado arquitecto ha sido noticia por su brillante remodelación del Café Dindurra y también por el proyecto del Plan Especial de la Ería del Piles que se discute en el Ayuntamiento.

Veamos la historia del edificio. El arquitecto municipal Mariano Medarde, cuya última obra fue el Mercado del Sur (1899), construyó en 1892 la parte izquierda del inmueble para Banca Juliana y Cía, sociedad en comandita, fundada por los banqueros más ilustres de la región, como Herrero, Masaveu y Alvaré, a quienes se unió un antiguo empleado de Masaveu, Joaquín Juliana Albert, que dio nombre a la Banca. Su actividad se prolongó hasta 1920.

En 1920, el arquitecto Manuel del Busto Delgado (San Rosendo, Cuba, 1874 - Gijón, 1948) alarga la fachada adosando el edifico contiguo y otro trasero a la calle Libertad. Fue el primer vaciado integral que se hizo en la ciudad de Gijón. La Banca Juliana se transforma en Banco Gijonés de Crédito, bajo la presidencia de Domingo Juliana Albert, con un capital de 12 millones de pesetas en acciones. Su insignia, en las vidrieras de la casa Mauméjean que presidían la sala de juntas, es Pelayo y el escudo de Asturias con la leyenda latina: "Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus". ("Con este signo se protege al piadoso, con este signo se vence al enemigo").

Otra gran vidriera de la casa Mauméjean da luz a la escalera que sube a la segunda planta. En la esquina de la misma se citan los talleres de París, Madrid y Hendaya. Como este último se estableció en 1921, la vidriera es contemporánea de la intervención de Manuel del Busto. Y también lo son los mosaicos de Talavera, restaurados por Cerámica Laguía en 2003, firmados por Juan Ruiz de Luna, en el portal y escalera de la izquierda, con sus grutescos y escenas de Don Quijote, una la aventura de los molinos de viento (primera parte, cap. 8) y otra el desafío al león (segunda parte, cap. 17). Dejo a los amigos de Banesto investigar de dónde le viene a Banesto su devoción por Don Quijote, dado que el primer libro de regalo editado por la entidad se tituló "Don Quijote de la Mancha. Refranes, sentencias y pensamientos", ilustrado con dibujos de Gustavo Doré. (Ver el blog "Yo trabajé en Banesto" de J. R. Acebal).

En cuanto al ceramista de Talavera de la Reina, Juan Ruiz de Luna, digamos que tuvo todo un callejero cerámico en Gijón, del que aún quedan muestras en calles principales y notables tiendas. Una preciosa fuente de Ruiz de Luna, que llegó en su día para "La Gota de Leche", se instaló hace unos años en el Jardín Botánico Atlántico, tras ser restaurada en los talleres que hubo en El Pueblo de Asturias. A principios de los años 30 del siglo pasado, el Banco Gijonés de Crédito entra a formar parte del Banco Español de Crédito, fundado en Madrid en 1902.

Hacia 1951 diseñan la escalera imperial los arquitectos Juan Manuel del Busto González (Gijón, 1904-1967) y Miguel Díaz Negrete (Palencia, 1920 - Gijón, 2011), titulado en 1947. Las pinturas de Mariano Moré Cors (Gijón, 1899-1974) sobre la escalera son de esta época.

Algunos detalles sobre el pintor Mariano Moré. Su familia poseía dos empresas de litografía, una en La Habana y otra en Gijón, donde empezó a dibujar Evaristo Valle. Se formó inicialmente con el pintor local Nemesio Lavilla. Celebró su primera exposición en el Ateneo Obrero. Estuvo preso un tiempo en la cárcel del Coto, donde confeccionó un cuaderno de dibujos que se tiene por su obra maestra. Sus desavenencias con el Régimen no llegaron muy lejos, dado que ganó medalla nacional de pintura en 1945.

Las pinturas, al óleo sobre lienzo, adosadas a la pared sobre la escalera imperial, representan actividades significativas (faltan muchas, como el carbón o la electricidad) de la economía asturiana. Son cinco. De izquierda a derecha pesca, ganadería, comercio, agricultura e industria. Las empresas que trabajan en tales actividades, son los clientes naturales de Banesto. De modo que tanto la escalera imperial como las pinturas que la coronan son una sublime campaña de propaganda. Pintados por Moré en un momento de plenitud creativa, a sus cincuenta años más o menos, llevan abajo personajes y arriba barcos, velas y grúas portuarias (pesca), paisaje (ganadería), caserío (mercado) o altos hornos (industria).

La relación que establecen los personajes entre sí y con el espacio que ocupan es uno de sus grandes logros, igual que la perspectiva ascendente, pues las pinturas están pensadas para ser vistas desde abajo. También resulta de gran interés comparar unos temas con otros. Mujeres jóvenes y niños aportan notas de color en sus vestidos y ternura en las escenas. Porque las mujeres son protagonistas: en la pesca como vendedoras o pescaderas; en la ganadería, como madres del niño pastor o del bebé que pretende mamar de la ubre de la cabra; en el mercadillo, la central, como compradoras de telas y mantas, por supuesto catalanas, que así hicieron sus primeros dineros Masaveu y compañía. Y en la agricultura, como recolectoras de manzanas o segadoras de trigo primitivo o de escanda, que se vendía en la Plaza de la Escandalera de Oviedo.

El único cuadro donde no hay mujeres es el relativo a la industria: cinco varones con el torso desnudo intentan manejar una gran pieza de hierro. Aquí no hay mujeres, ni siquiera aludidas, como sucede en "La fragua de Vulcano", del gran Velázquez. Estas obras requieren restauración e iluminación adecuadas, cosa que la empresa está dispuesta a llevar a cabo. Se lo agradecemos.

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