La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Musicólogo

La cara más blues del góspel

Un año más, el Festival de Gospel de Gijón se abría con el teatro Jovellanos lleno. Luis Manjarrés, director del festival, sacaba pecho (con razón) al presumir de un evento de larga tradición en la ciudad que vive sus momentos más álgidos tras dieciséis temporadas. Era domingo, pero cuando hablamos de gospel en Gijón eso es secundario; la cola en la taquilla era larga y en el vestíbulo se respiraba la emoción previa de los grandes conciertos. El público sabía que le esperaba una hora y media de diversión, espectáculo, de catarsis colectiva, porque más allá de lo que llega de la escena (que no es poco), en el festival de gospel la energía se genera en todos los rincones del teatro.

El del domingo fue un concierto serio, riguroso. Se rendía homenaje a B.B. King, el rey del blues, interpretando temas de su álbum "Sings spirituals" (1960), y la primera parte prescindió acertadamente de los grandes éxitos del gospel para concentrarse en una interpretación cuidada en la que las voces exploraron todos los registros, todos los recursos, y estilos tan variados como el rythm & blues ("I'm working on a building"), el swing ("Sweet Chariot") o, sobre todo y como no podía ser de otra manera, el blues ("Precious Lord", "Save a seat for me" o "I'm willing to run all the way"). Versiones bien trabajadas, con interesantes armonías y modulaciones que demostraron la calidad vocal del conjunto y sin caer en tópicos. Magnífico, escuchar un gospel con gusto que no recurre a la pachanga y trata de evitar la palma fácil del público.

La temperatura fue subiendo de forma progresiva, y no todo iba a ser escuchar. Los asistentes querían participar, cantar, bailar; con "Amen" se desató la locura, fue como el pistoletazo de salida para un viaje sin retorno, porque a partir de entonces no hubo tregua. Aun así, la calidad no bajó, como quedó claro con "Take me to the King", un veloz rythm & blues que llegó al clímax. Espectacular. Esta es una gira de navidad, y no faltaron los villancicos ("Adeste fideles" y "Silent night", ambos en inglés). Pero lo más impresionante llegó al final, con un pegadizo "Every praise is to our god" que sonaba al Bruce Springsteen de canciones monumentales, a concierto de estadio de fútbol, y esto sólo con 3 instrumentistas y el coro. El efecto fue tal que en lugar del "otra, otra" (o el "otres tres" en versión asturiana) el público reclamó la vuelta del coro al escenario coreando el estribillo de esta canción. Ya nadie volvería a sentarse, porque la propina fue el "Oh happy day". Esta edición arranca muy fuerte, con mucho nivel, y aún queda todo un fin de semana de gospel. ¡Que no decaiga!

Compartir el artículo

stats