La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La torre de mi pueblo

La limosna de Navidad

La corriente de solidaridad que se extiende de la mano del mensaje nivideño

La Navidad cristiana ha despertado desde el inicio una corriente de solidaridad y de acercamiento material y afectiva a los más necesitados. Lo expresan muy bien las letras de los villancicos que cantan: "Llevemos pues turrones y miel para ofrecer al Niño Emmanuel. Le llevo en mi morral almendras y piñones también llevo un panal, mantequilla y requesones", y se representa con arte ingenuo e ingenioso en esas figuras de terracota que ponemos en los caminos que trazamos en los nacimientos parroquiales y caseros. Todas ellas llevan algún presente, el pastor, un cordero; la mujer, una gallina; el mozo, una carga de leña; la muchacha , la cesta con los productos de la tierra, ? y los reyes magos, oro, incienso y mirra. Todos van con su limosna a socorrer al Pobre, al que se hizo pobre con los pobres, para que nosotros les hagamos justicia, teniendo en cuenta el anuncio del profeta: "En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra". Así se le conoce al que nace en Belén: "El Señor Nuestra Justicia" Toda la ternura que nos inunda ante el Hijo de Dios recién nacido en el pesebre tiene que transformarse en amor comprometido con los últimos.

Hoy la limosna tiene poco aprecio y mucha crítica. La ven como un atentado contra la justicia o una forma de disculparse de lo que exige ella. Es cosa de bondadosas y religiosas señoras mayores que dan algo de su escasa pensión que, en muchos casos, necesitan para vivir muy sobriamente. Se la ve unida a la mendicidad y se la acusa que la sostiene y la promueve. La mendicidad, aunque se practica en todo el mundo rico y pobre, en New York y en Bujumbura, está prohibida e incluso multada hasta con 750 ?. ¡Qué sarcasmo multar con dinero al que lo anda mendigando! En algunas ciudades es perseguida en las zonas turísticas porque afean el paisaje urbano. Solamente se permite o se tolera a los mendigos pedir en las puertas de los templos por aquello del evangelio que afirma que "los pobres los tendréis siempre con vosotros". Por diversas causas -violencias en defensa de su puesto petitorio, explotación de mafias- algunas diócesis y organizaciones de cáritas "aconsejan" a los feligreses no darles limosna porque hay otras formas más eficaces de ayuda. La dificultad está en la idiosincrasia de este grupo o sector de personas indigentes. La mayor parte son hombres mayores y avejentados, que han tenido una vida traumática, separados o divorciados, algunos con deterioro síquico, que han sufrido penas de cárcel por delitos menores, afectados por el abuso de alcohol o las drogas, carentes de todo afecto, de los que no sabemos ni su nombre porque ni siquiera se lo preguntamos, desarraigados? difícilmente recuperables para una vida normal. ¿Qué hacer con ellos? No suelen aceptar ninguna forma de vida reglada o disciplinada que no sea vagar a su aire, dormir en una casa en ruinas o en el cajero del banco, comer en la Cocina Económica o en el Albergue, y pedir a la puerta de la iglesia unas monedas para la botella o el tetrabrik de vino que ahoga sus penas. Muchos, después de un tiempo desaparecen sin saber su paradero, como si los hubiese tragado la tierra o la mar.

Con los pertenecientes a este grupo es con los que el papa Francisco suele tener un gesto de consideración y afecto cada Navidad: la tarjeta de teléfono para que puedan hablar con sus familiares, el saco de dormir, el sobre con dinero, las duchas y la peluquería... y otras acciones que no se hacen públicas por razones obvias y porque con los pobres no se hace marketing. Más que soluciones a su situación, que no suele ser fácil, son gestos de estima, de aprecio, de consideración, de acercamiento, de valoración de toda persona. Son llamadas de misericordia, al margen de la culpabilidad que puedan tener o tenga la misma sociedad competitiva y del tener, y de compasión para que no apartemos los ojos cuando los vemos; son signos de crítica contra el descarte y la exclusión. Que eso es la limosna, un gesto material de compasión. Etimológicamente, tiene raíz en el mundo bíblico donde había dos tríadas estrechamente relacionadas entre sí: pobre/viuda/ huérfano, y oración/ayuno/ limosna. La segunda tiene razón de ser para salir al encuentro de la primera.

La limosna tiene su matriz en la justicia y hasta el siglo XIX ha sido el medio principal y fundamental de atender a los diferentes sectores de necesitados, enfermos, indigentes y discapacitados, sosteniendo con las limosnas orfanatos, hospitales, escuelas y otras obras de beneficencia? además de situaciones personales y familiares por las que atravesaron muchísimas personas. Es necesario recuperar ese contexto en el que nació y reconocer que por muy sociales que quieran ser las leyes de protección del Estado, que lo deben ser, siempre habrá grupos de personas y "nuevas pobrezas" que no encuadran en esa legislación existente o la burocracia no las reconoce. Son las instituciones benéficas sostenidas por limosnas (eufemísticamente las llamamos "aportaciones") las que pueden salir al paso y socorrerlas con inmediatez y con humanidad. Es una de las reflexiones que nos plantea la Navidad cristiana.

Compartir el artículo

stats