La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Año cero

Nuevo ejercicio político entre promesas de renovación y riesgo de desesperanza

Si son ustedes de los que, como yo, formulan para sí y sus gentes propósitos de año nuevo, a estas alturas del calendario algún indicador doméstico o colectivo les habrá regresado a la certeza del presente continuo: ha caído ya un cigarrito, una mañana sin salir a correr o cualquiera de esas íntimas rendiciones que duele confesar. Por lo que a mí respecta y a otra escala, han sido los primeros casos de terrorismo machista en nuestro país y nuevas imágenes repetidas de niños y adolescentes como muñecos rotos, ahogados a orillas del Mediterráneo, los que me han dejado claro lo mucho de convención que tienen las fechas señaladas, la fragilidad de los deseos, lo incansable de la violencia de las personas sobre las personas.

Sin embargo, extrañamente tengo la impresión de año cero para esta vuelta 2016 al circuito. No es una vuelta más, la percibo más bien como un punto de partida en toda regla que intuimos como sociedades aunque cada cual se esté haciendo el remolón, esperando a que el cambio lo hagan otros o se haga solo sin que precise participación de nuestro sacrificio personal.

El escenario político encarna hoy esa tensión que, según el caso, ya ha desembocado en ruptura. Que abramos ejercicio en Asturias con un presupuesto prorrogado es un síntoma de ese síndrome aunque parece casi una anécdota ante lo que se vive en otras latitudes -Cataluña va camino de las cuartas elecciones autonómicas en cinco años- o en el contexto nacional, donde la dificultad para crear gobierno puede obligar también a una nueva convocatoria.

Verán, yo, por empezar por algún lado, quizás por el que contemplo con mayor frialdad y encuentro paradigmático, comprendo a los militantes de la CUP en su negativa a apoyar como presidente a un señor con cuya ideología, maneras y políticas nunca han coincidido y del que recelan como de un converso recién llegado a la causa por la que ellos han chupado frío en la calle dale que te pego a la senyera desde que tienen uso de razón. Tienen que sentir que se les revuelven los ancestros y las conciencias y honestamente van y dicen que no y, si hace falta, se inmolan con las botas puestas de su coherencia en el momento en el que paradójicamente más cerca habrán estado de su sueño dorado. Dejan pasar el tren porque el tren no es tal y como les viene descrito en su ortodoxia.

A dinámicas muy similares responden las posiciones antipactos y resistencias de partidos centenarios como el PSOE o bisoños como Podemos, que se han marcado unas líneas rojas tras las cuales sólo les cabe imaginar autodestrucción. También comprendo perfectamente -¿y quién no?- esas reflexiones y esos miedos.

Pero lo cierto es que, según el caso, todas estas reticencias de nuevo cuño o puestas a prueba insospechadas hasta ahora de las convicciones de siempre, pueden acabar desembocando en decisiones que llevan a escenarios peores que el daño que se pretende evitar. Porque algo, desde luego, no se está enfocando bien si al final la pelota vuelve a nuestro tejado, al de los ciudadanos, llamados de nuevo a repensar un voto que ya era -cuando fue- un voto repensado, como si el error fuera nuestro por no saber votar colectivamente para que las cuentas se ajusten como un guante a dinámicas preestablecidas cuya obsolescencia es, a lo mejor, lo que habría que empezar a cuestionar.

Todos los partidos, de una u otra forma, nos han prometido renovación política así que éste, y no otro, es el momento de materializarla con pragmatismo, diálogo, imaginación, consenso, visión de estado y sacrificio. Y son ellos y no quienes les hemos votado, quienes tienen el cometido de repensar qué hacer por el bien común.

No, sin duda éste no va a ser un año cualquiera. Con tantas urgencias -paro, terrorismo, éxodos, cambio climático?- es toda una oportunidad de demostrar nuestra capacidad de superarnos como sociedad o, por el contrario, de sumirnos en la oscuridad, el hastío y la desesperanza del más de lo mismo.

Compartir el artículo

stats