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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Fechas imposibles

El insoportable espectáculo de la sobreabundancia de regalos infantiles

Aquí, todo vale ya para la controversia. Por ejemplo, una ciudadana de la FAES, esa fundación de la derechona popular, Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, XIII marquesa de Casa Fuerte y que fuera diputada del PP en las dos anteriores legislaturas, no le perdonará jamás, según divulgó en Twitter, que a su nena de seis años no le convenciese el traje del rey Gaspar que la organización de la cabalgata madrileña proporcionó para ornato del egregio personaje llegado de Oriente. Tal fue el enfado de la mosqueada Cayetana que también tuvo a bien informarnos que no se lo perdonará jamás a Manuela Carmena Castrillo, a la sazón alcaldesa capitalina. La verdad es que los atavíos con que revistieron a los Reyes Magos de Madrid, al decir de reputados observadores, parecían estar cortados malamente a partir de cortinas de baño, pero a los niños parecía no importarles demasiado, ¡que coime! Salvo claro está a la hija de la marquesa Cayetana de la FAES popular.

En nuestro pueblo, un animoso grupo de animalistas pidió en considerable número al ayuntamiento que no utilizase animales en la cabalgata de reyes y, a cambio, los diligentes responsables de Divertia hicieron llegar a los Magos en unas jóvenes camellas alquiladas en Cantabria: todo sea por chinchar. En la de Madrid no hubo animales, pero tuvieron cortinas de baño. Aquí tuvimos camélidos, pero abundaron terciopelos y oropeles, vayan unas cosas por las otras. Nuca habrá espectáculo a gusto de todos. A otros nos irrita y confunde la sobreabundancia y acumulación de los cachorros de nuestra especie, y nos irrita la agresividad de los adultos que ocupan las calles que ni permiten circular a los desgraciados peatones que se ven obligados a transitar o cruzar por alguna de las calles de la malhadada cabalgata.

El día de la fiesta, aparte de ver las primeras de todos los papeles con los desfiles correspondientes, los de las radios demostraron en todos sus niveles -local, regional y nacional- con tiernas entrevistas a melindrosos infantes que nos contaban lo que les habían traído los Reyes Magos. Dos días para borrar del calendario el cinco y el seis de enero. Cuánto más elegante el 28 de diciembre, festividad de don Herodes, día hábil a efectos laborales y en el que todo el mundo se aplica a sus tareas más o menos habituales sin infestar las calles con la infancia desatada.

Porque nos toca vivir unos tiempos en los que la infancia está sobreprotegida y sus caprichos son ley en una mayoría de familias. Si a ello añadimos el descrédito de la autoridad de maestros y profesores, a la que contribuyen muchos progenitores que no parecen haber finalizado su periodo de maduración -habiendo permanecido en el estadio de niños maleducados y con su formación incompleta- tendremos un panorama desolador. Y esta situación invade todas las capas sociales, como demuestra el berrinche de la marquesita popular Cayetana, sin mayores distingos.

Cuando crezcan y estén en condición de mandar los de esta generación que ahora ya, tan expeditivamente, critican la vestimenta de un rey mago con seis añitos, es probable que a uno le importe ya un pito lo que hagan o dejen de hacer. Ellos se las tendrán que arreglar y este pensamiento reconforta. Entonces tendrán que vérselas con problemas de verdad, probablemente de supervivencia, y no les quedará más remedio que se les quite de golpe la tontería que sus padres ahora inconscientemente les inculcan.

Es una creencia general que la inocencia de la infancia es un estado ideal, y sin embargo es un momento en la vida de las personas que nos hace frágiles y dependientes, como pequeñas bestias inútiles que es preferible pasar cuanto antes. Lo llamativo es que a padres y abuelos les caiga la baba por esta carencia de las personas menores en su afán de posesión. De ahí, y del estado del bienestar y confortabilidad en nuestras sociedades, la tontería con la infancia. En otras partes del mundo, quizás en un salvaje contrapeso de la balanza, hay niños esclavos que realizan trabajos penosos o simplemente se mueren de hambre.

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