La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Psicóloga

Jamás, Roscón, jamás

Lo de Madrid con la cabalgata fue un delito, pero yo no tengo otros a quienes culpar

Como cada año he visto a los tres Reyes Magos, pero magos de verdad, encima montados en camellos, que eso ya es tirar la casa por la ventana. Mi chiquitina aún no lo puede apreciar, pero dentro de nada tendrá a su abuela gritando ¡Gaspar!, como una loca, porque siempre ha sido mi rey, y hasta mi querido Dionisio, mi Gaspar, me llegó a llamar por teléfono, después de uno de mis artículos. Y gritaré hasta quedar afónica y lloraré porque lo hago siempre, viendo las caras de ilusión de los niños, sean o no míos.

Este año mi nieta adoptiva ha logrado darles la mano, con lo que no se pueden imaginar la alegría que tenía... los ha visto, eran magos, eran de verdad, con sus maravillosos trajes, su porte real, su príncipe Aliatar, y claro no he podido evitar dar gracias a Dios, de tener a mis niñas en Gijón. ¡¡Dios mío: Madrid, Barcelona!! Pero ¿que hemos hecho para merecer esto? ¿Pero que eran aquellas tres señoras asomadas al balcón con la alcaldesa? ¿Pero de qué vamos?

Se está jugando con algo que para mí es muy importante, la ilusión de los niños, a veces la única que tienen. Me ha encantado el tweet de Cayetana ese de: "Mi hija de 6 años: Mamá, el traje de Gaspar no es de verdad. No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás". Es más, me ha parecido hasta tibio, porque yo es que los mato. Me tiro a la carroza y les arranco las barbas allí mismo.

Comprendo que haya gente que le parezca una tontería. Pero los niños son sagrados y la magia también, y no creo que por vestir un poco mejor se vaya a arruinar el Ayuntamiento, que para asesores familiares sin embargo sí parece tener. Aquí en mi tierrina lo saben. Los Magos de Gijón se están dejando la barba todo el año para que los niños no pregunten a su paso... ¿esto qué es? Doy realmente gracias a Dios de que mis niñas vivan aquí y que no hayan vivido la carnavalada de Madrid, con pictoplasmas, carrozas galácticas con guerreros de Star Wars (vamos todo muy ad hoc) zancudos y demás zarandajas que es algo que les encanta y con tres reyes magos que era "pa habernos matao".

El vestuario de sus majestades estaba a caballo entre una cortina de ducha o un traje guay de Ágata Ruiz de la Prada, aunque ahora que lo pienso igual no se lo encargaban que es la mujer de Pedro Jota, y hay cosas que al periódico El Mundo nunca le van a perdonar los organizadores...

¿Y las coronas?... ¡Señor, las coronas! Pobres niños madrileños viendo aquellos tres Reyes Magos que llevaban unas coronas que oscilaban con el viento, porque podrían ser perfectamente del roscón que se habrán zampado antes de subir a sus maravillosas carrozas. Hablando de roscón, ya puestos. Me permitan decirles que en mi casa se come roscón de toda la vida, pero quizás vaya usted a saber, eso de que vengan figuritas dentro que a veces pueden ser religiosas pueda ofender a algún no creyente. Así que igual lo prohíben el año que viene no vayamos a ofender a alguien.

Y que quieren en eso, ya ven, me harían un gran favor, porque de roscón voy más que servida. Estas navidades voy rodando, no andando, me he comido todo lo dulce del mundo, seguramente para paliar la visión agria de tanto desatino, lo que ha incrementado mi peso en nada, unos cinco kilitos; estaré en leggins hasta poder entrar en los pantalones, pero eso sí más feliz que una perdiz. No obstante, por los dos roscones que me papé voy a mandar un tweet al mundo: No te lo perdonaré jamás, Roscón, no te lo perdonaré jamás. Dita sea.

Compartir el artículo

stats