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Viaje a 1988 (III)

La revelación a Suárez Solís en la peluquería

Una conversación sobre feminismo y constancia con la escritora y filóloga

No deliran los sueños,

delira la realidad.

Wislawa Szymborska

Atravieso la puerta que me lleva al año 1988 desconfiando mucho de mí mismo, después del traspié que tuve al tragarme una inocentada sobre el Museo Barjola. Le ruego al humorista Ramón un breve consejo para entrar en ese año y me asevera muy serio:

-La verdad, no sé si desearte feliz Año Nuevo o decirte, simplemente, "sálvese quien pueda".

Voy sin rumbo fijo paseando por la vieja ciudad abierto a cualquier descubrimiento. Y mi descubrimiento durante el paseo, en esta ocasión, tiene el nombre y los apellidos de la gran escritora Sara Suárez Solís, cuya voz se apagó en 2002. La reconozco por una foto que aparece en el periódico LA NUEVA ESPAÑA. Se encuentra en una peluquería leyendo ensimismada la revista "Telva". Venzo mi timidez y la abordo a la salida.

-Perdone mi atrevimiento. Soy un gran admirador suyo. La he visto leyendo la revista "Telva" en la peluquería y me cuesta establecer una relación entre esa publicación "tan femenina" y sus convicciones "tan feministas".

-Le agradezco que me haya abordado. Mire, a mí nunca se me había ocurrido comprar ni leer "Telva". La miraba de reojo, despectivamente, convencida de que se trataba de una publicación del Opus Dei pretenciosa, ultraconservadora y de un cristianismo descafeinado para uso de señoras de clase media descerebradas y sumisas. Pero leerla en la peluquería fue una revelación, comprendí de golpe que "Telva" es lo que había estado buscando siempre, que, al fin, había encontrado la guía segura para mi camino y la solución verdaderamente cristiana para todos los problemas que me acongojaban. Tomé "Telva", la leí y muy enriquecedoras fueron las cristianas consecuencias de esa lectura.

-¿Me condensa esas consecuencias, por favor?

-La directora y editorialista reproduce un artículo de una escritora norteamericana -convertida al cristianismo desde un feminismo estrafalario y delirante- que aconseja a las señoras no trabajar fuera de casa, sino ganarse un sueldo en ella convirtiéndola en un centro con más funciones sociales.

-¿Decían "convertir la casa en un centro con más funciones sociales"?

-Sí, sí, eso decían exactamente, ¿no le parece fabuloso? Y, en ese nuevo espacio, dar clases de música o idiomas, fabricar y vender productos artesanales, escribir artículos o manejar programadores personales, para devolver al hogar su protagonismo sin desatender a los hijos.

-Y esa maravilla se encuentra al alcance de millones de mujeres, claro.

-Sí, sí, faltaría más. Por eso me quedé literalmente deslumbrada: ¿cómo no han caído en la cuenta en el Ministerio de Trabajo? Millones de mujeres españolas que viven sin más espacio propio que la cocina, para ganarse un sueldo pueden instalar en ella un piano, un ordenador o alguna artesanía de fregadero que podrían encargarse de inventar.

-Y, por supuesto, ese consejo es válido hasta para las mujeres más desfavorecidas.

-Claro, claro. Fíjese que a mí me preocupaban esas mujerucas prematuramente envejecidas y cargadas de hijos que suelen mal vivir; pero ya, desde ayer, han dejado de preocuparme, porque me di cuenta de que tienen en sus manos la panacea para sus miserias, pues pueden dedicarse a enseñar francés a su vecino. ¿Y qué tal si cultivaran bonsáis, que ocuparían poco sitio en su cubículo? Así tendrán más tiempo para educar a sus hijos en el hogar. Desde aquí les sugiero que se quejen menos y se suscriban a "Telva".

-¿Y la revista también sirve a las mujeres que luchan de manera incansable por encontrar trabajo?

-Sí, qué duda cabe. Me traía un tanto cavilosa el no saber aconsejar a una joven amiguita que anda que bufa porque ni ella ni su novio acaban de encontrar trabajo. Y encontré la solución en "Telva". La revista nos muestra a cinco matrimonios modelo, con felicidad asegurada y permanente desde la tira de años. ¿Cuál es el factor común que en los cinco determina esa larga dicha? Son parejas de gente rica, muy rica. Cinco hombres fuera de serie ganando pasta, y cinco mujercitas felices obedeciendo a sus maridos, vistiéndose en los modistos más caros y viviendo en casas de película. Ésa es la clave.

-¿Algún problema personal al que haya encontrado solución leyendo esa fabulosa revista?

-Sí. Me dio la clave "Telva" para resolver un grave problema: andaba yo, esta temporada, hondamente preocupada porque peso tres kilos más que el año pasado y no paro de mirarme en los espejos, de frente y de perfil -sobre todo de perfil- por esa endemoniada costumbre que tiene la grasa de posarse en la barriga. Lo que yo quiero es adelgazar por algún método milagroso, sin pasar hambre. Pues hete aquí que, en "Telva", encontré la solución ideal, que brindo a todas las gordas de España: me iré a la clínica Barragán, donde me pueden poner la barriga al hilo con modeling y alimentación exquisita de bufet dietético.

-¿Qué conclusión saca de tan iluminadora lectura?

-Como la revista pertenece al Opus Dei y el Opus Dei pertenece a Dios, del cual es su obra favorita, concluyo que Dios es amante del dinero y de todo lo que el dinero puede dar, y que me habían engañado hasta ahora con un cristianismo que se hartó de decirme que hay que compartir con los pobres y que hay que pasar por el ojo de no sé qué aguja. Yo, desde ayer, me suscribo a este verdadero cristianismo, tan alegre, sereno y feliz, de las señoras del Opus Dei que editan "Telva": un cristianismo de calidad. Sí, éste es el cristianismo que merece la pena, el cristianismo de novela rosa que siempre soñé. Por algo se apuntan a él los multimillonarios y las señoras del Opus Dei, que saben de cristianismo más que nadie.

-Acabo de ver una pintada machista en una pared a raíz del Festival de Teatro "Mujeres a escena". Alguien ha tachado la palabra escena y ha puesto: "Mujeres a hacer la cena". ¿Cree que esto saldrá también en "Telva"?

-En realidad, eso es lo que dicen en cada número de esa revista, aunque lo expresen en un estilo, claro está, mucho más refinado, chic y creativo (palabra, esta última, que se va a poner muy de moda, ya verás).

-Persiste la resistencia patriarcal a que mujeres y hombres alcancemos la deseada igualdad. ¿Qué podemos hacer para cambiar las cosas?

-Lo que las mujeres estamos haciendo desde hace siglos. De niña me enseñaron una máxima que he tratado de aplicar durante toda mi vida. Me la aprendí en latín. Se la digo primero en esa lengua olvidada: "Gutta cavat lapidem non vi sed saepe cadendo", cuya traducción es: "La gota horada la roca, no por su fuerza, sino por su insistencia". Ese elogio a la constancia, a la tenacidad, al no decaer, que tengo como lema, se atribuye al poeta romano Ovidio.

-Muchísimas gracias, Sara. Hablar con usted sí que ha sido para mí una auténtica revelación.

Regreso al año actual y compruebo que vivimos un pasado continuo. Se sigue editando la revista "Telva", se siguen dando los mismos argumentos de entonces, se sigue pretendiendo reducir a las mujeres a ser amas de casa al servicio del marido, de los hijos y poco más. Y a esta campaña de retroceso se han unido todos los grandes centros comerciales en cuyos catálogos de juguetes, de enorme influencia, se diferencia y se subraya, de manera radical, los juguetes que pretenden que sean exclusivos de las niñas y los que quieren que sean solo para los niños, prefigurando así, de manera diáfana, el modelo sexista que se nos quiere imponer.

Me permito cinco minutos de desánimo, ni uno más, y vuelvo a tratar de aportar mi minúsculo grano de arena para que el pasado sea lo ya sucedido que es necesario conocer, y conocer a fondo, para que no vivamos en ese indeseable pasado continuo.

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