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Presidente de la comisión de turismo de Asturias del PP

El turismo y la religiosidad en Asturias

La oportunidad de hacer promoción turística regional de valores socioculturales relacionados con las creencias y la fe

"El gran escándalo de este siglo XXI es la perfección de los medios y la confusión de los fines". La idea del filósofo Enrique Rojas se adapta bien a la política de promoción turística del Principado en las últimas décadas, cuya creatividad tal parece que se agostó hace ya 30 años cuando Arcadi Moradell diseñó el "Asturias, paraíso natural".

Que seamos la comunidad española con menos afluencia de turistas no se debe, por supuesto, a las limitaciones de la oferta -que yo calificaría de asombrosa por su amplitud-, sino a las limitaciones propias de quien, desde la gestión pública, confunde los fines centrándose en los medios. Y tal vez ni eso, pues éstos, en ocasiones dejan mucho que desear también, y pienso en el oso Yogui o aquel incomprensible lema "Asturias, lo dice todo el mundo".

Este negativo preámbulo se vuelve descorazonador cuando hablamos de un turismo que está en auge en prácticamente todo el mundo y que aquí es minusvalorado cuando no directamente despreciado: el turismo religioso y/o espiritual. El importante aumento de las peregrinaciones es una realidad demostrable que ha llevado a cualquier país a incluirlo, de forma destacada, en sus ofertas turísticas. Estos viajes vienen motivados por las propias creencias religiosas, pero siempre complementadas por motivaciones culturales y estrictamente comerciales.

No me centro hoy en Covadonga, lo que me llevaría a escribir una larga serie de frustraciones. Sólo quiero recordar como apunte que Caravaca de la Cruz, en Murcia, es la quinta ciudad santa del mundo. Sin entrar en comparaciones que no proceden, ¿alguien duda que la "marca Covadonga" no es, al menos, más conocida?

En realidad, el motivo de estas líneas no es otro que recordar que contamos con una de las reliquias más destacadas de la Cristiandad, el Santo Sudario de la Catedral de Oviedo. Este complemento, por decirlo de alguna manera, de la Sábana Santa de Turín, vive inmerso en una especie de conspiración propia de un best seller para mantenerlo en un semi secreto.

Repito: no se trata de hacer apología de la religiosidad, que debe quedar en la intimidad de cada persona. Se trata de promocionar turísticamente un valor religioso, sí, pero también sociocultural. El Santo Sudario, trascendiendo a su carácter de reliquia, nos puede explicar por qué la Catedral y Asturias entera se convirtieron hace siglos en centro obligado de peregrinaje para aquellos que tenía por meta el finis terrae. Es decir, nos ayuda a saber quiénes somos por lo que fuimos.

Debería ser una obviedad decir que Asturias somos todos y todo lo que la conforma. Desde el punto de vista turístico, hay aspectos en los que tenemos que competir en igualdad de condiciones e incluso, por qué no decirlo, en desventaja. Pero en aquellos aspectos que nos diferencian -podría citar otros muchos ejemplos--, la gestión de la promoción turística debería ser ambiciosa y, sobre todo, tener la amplitud de miras suficiente para dejar que sea el turista el que elija lo que quiere, que no elijamos por él. El Santo Sudario puede ser uno de esos valores únicos que expliquen las bondades de una "marca Asturias" más allá de eslóganes más o menos bienintencionados. Decía Balzac que "la resignación es un suicidio cotidiano". No sigamos suicidándonos poco a poco, demos vida a una verdadera promoción de nuestro turismo con todo nuestro potencial, sin sectarismos, sin ignorancias asumidas.

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