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La torre de mi pueblo

La dimensión del jubileo de la misericordia

El Papa Francisco nos propone una Iglesia en salida a las periferias como si fuera un hospital de campaña

Para los que creen que el Papa Francisco ha venido a darle un nuevo giro a la Iglesia, la convocatoria de un Año Jubilar con el sobreañadido de su lema, que será sentir, vivir y practicar la "misericordia", les ha dejado un tanto sobrecogidos y hasta decepcionados. Les parece una práctica antigua y conservadora que no casa bien con las expectativas de una Iglesia que quiere mirar hacia adelante, dialogar con la cultura actual y comprometerse con las situaciones sociales que afectan a gran parte de la humanidad. A ellos se pueden añadir los que discrepan de las indulgencias por el transfondo histórico que tienen o ponen dificultades a la comunión de los santos. Los más malévolos critican estos jubileos porque ven en ellos estrategias para una extraordinaria recaudación económica.

Los que lean la Bula de su convocaría "El rostro de la misericordia" ("Misericordiae Vultus"), el documento donde el Papa da razón de por qué lo convoca y cuál es la finalidad que pretende, reconocerán enseguida que este jubileo es una de las palancas importante con las que Francisco afronta el cambio eclesial. Y para que no nos perdamos en disquisiciones teóricas se apresta a decir que la mejor manera de cumplir con el espíritu de este jubileo es practicar las obras de misericordia, aquellas que decía el viejo catecismo del P. Astete que son siete "corporales" y siete "espirituales", porque así será "más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes". Es posible que nos hayamos dedicado mucho más a escribir páginas y llenar bibliotecas que a salir a la calle y mirar a las personas, cómo viven, cómo sufren, cómo piensan. Por eso él quiere una "iglesia en salida a las periferias" que se vea a sí misma como hospital de campaña. La misericordia es como el betadine o el agua oxigenada, para curar.

Francisco tiene una forma de expresarse, tanto en el lenguaje como en la pedagogía, que llega fácilmente a todos. Incluso acuña expresiones y palabras que pasan pronto al acervo común de la conversación popular. Pero también es ingenioso y espontáneo para encontrar gestos que sean significativos y que marquen la dirección en la que él quiere guiar el cambio en la Iglesia. En estos primeros días del año 2016, podemos señalar tres. El primero es la presentación en 86 países de su libro "El nombre de Dios es misericordia", libro-entrevista que le hace un prestigioso vaticanista, Andrea Tornelli. Es como el catecismo del Papa Francisco, que nos orienta en la vivencia y aplicación de la misericordia en el momento actual, no solo en las situaciones sociales sino incluso puede tener valiosa aplicación para las políticas. No les vendría mal a los responsables españoles darle un vistazo para deponer y superar actitudes tan enfrentadas y agresivas y alcanzar algún consenso y no fajarse en exclusiones -todos somos españoles libres y con derecho a vivir con dignidad en esta piel de toro- buscando por encima de todo el bien común y la convivencia pacífica. España, en estos momentos, necesita unas toneladas de misericordia. "La justicia no significa venganza, sino misericordia", les ha dicho Francisco a los embajadores de 180 países este pasado día 11 de enero, en la cita anual.

El segundo gesto es "la acción del viernes de cada mes" o "los viernes de la misericordia". El Papa en privado, por sorpresa, sin avisos publicitarios, se ha presentado en una residencia de ancianos para estar y hablar con ellos, para escucharlos. No quiere que sean visitas protocolarias, no lleva séquito alguno, sino de cercanía a la persona. Posteriormente se dirigió al Centro Iride, institución que atiende a personas en estado vegetativo, a las que acarició con la humanidad con que suele hacerlo él, diciéndonos que aquella carne enferma es la carne de Cristo. Nos pueden servir de ejemplo para las próximas vigilias cuaresmales.

El tercer gesto, propio de su simpatía, fue llevarse invitados al circo por medio de su limosnero polaco, el ya popular y famoso en Roma Konrad Krajewski, a dos mil mendigos de los que frecuentan los comedores y duchas de la Plaza de San Pedro. ¿Por qué lo pobres no pueden pasar una tarde alegre y feliz? Como está en las afueras de la ciudad, puso a su disposición el parque móvil vaticano. Y el servicio sanitario con médicos y ambulancias para que pudieran hacer consultas y chequeo, si lo necesitaban.

Algunos querrán ver formas populistas. En el Papa Francisco, son naturales e indicativas de una Iglesia más cercana a la realidad de los hombres, menos cuidadora de protocolos institucionales y más evangélica. Y una forma de mostrar que los valores cristianos son valores sociales y políticos indispensables, de primera línea.

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