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Del siglo XVI al XXI, nada ha cambiado

Todos los que me conocen saben que soy una profunda admiradora de la historia, no sólo porque me gusta conocer que les pasó, qué hicieron, cómo resolvieron sus problemas nuestros antepasados, sino también para aprender de sus errores y no caer en ellos. Se lo he repetido hasta la saciedad a mis alumnos, a mis hijos y mis nietos, a mis lectores, a nuestros políticos. Desgraciadamente no parece que me hagan mucho caso, pero yo sigo. A Dios rogando y con el mazo dando.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, o sea que está emitiéndose en TVE una serie sobre Carlos I de España y V de Alemania, el Emperador, voy a repasar hechos que ya ocurrían entonces en su época y que se repiten como si fuera la primera vez.

Recordemos cuando Carlos vino a España para ser nuestro rey, con la ayuda de su abuelo Fernando y saltándose todas las normas. La más importante, contra su madre, Juana, la legítima reina de España. Se decidió que estaba loca y entre su padre y su hijo la encerraron en un castillo, prisión para el resto de su vida. Ella no se había comportado muy cuerda cuando murió su marido pero pudo haber sido una depresión que con una cura posterior se habría solucionado, pues Juana era muy inteligente y muy culta. La primera en la frente.

Llega rodeado de nobles y servidores flamencos, ninguno hablaba español, empezando por el propio Rey. O sea, que no es capaz de comunicarse con sus súbditos, aunque probablemente tampoco le importaba. Concede todas las prebendas, los títulos, las posesiones a los flamencos... ¿les suena de algo? La única diferencia con el día de hoy es que la gente del pueblo no sabía de la misa a la media. Sólo sabían que cada vez pasaban más hambre pero no se discutía mucho lo que gastaban los reyes ya que eran reyes por mandato divino, o eso es lo que se encargaban ellos de difundir.

La nobleza española estaba indignada pero no porque les pareciera mal que el Rey repartiera los bienes con los flamencos sino porque no los repartiera con ellos. Hasta la revuelta de los comuneros nadie hizo nada y aunque éstos tenían más razón que un santo acabaron como el rosario de la aurora.

El Emperador Carlos estuvo toda su vida guerreando con unos y con otros. Se erigió en defensor de la religión católica y cuando no luchaba con los protestantes, luchaba contra los turcos que amenazaban con conquistar Europa y varias veces estuvieron a las puertas de Viena. Aquí todos se lo agradecemos; por lo menos yo, que no me haría ninguna gracias andar por ahí con el velo cubriéndome y dominada en un harén. Pero todo el dinero que pudo conseguir, de las Indias, de las colectas, de los nobles... no pudo invertirlo en el bienestar de los españoles: todo fue para financiar sus guerras. Carlos nunca cambió de idea, la cual inculcó a su hijo Felipe a quién le quedó como grabada en sangre.

Mientras tanto, el gran enemigo de Carlos, Francisco I de Francia, contra el que estuvo luchando toda su vida, se comportó muchas veces como un malvado, mentiroso y traidor. A pesar de que decía que también él era el defensor del catolicismo, llegó a unirse con los turcos para luchar contra su odiado enemigo Carlos. Con los turcos, el gran enemigo de la Cristiandad. ¿No les suena? Me uno a cualquiera aunque he dicho que nunca lo haría (personaje del siglo XXI).

Vamos, que nada ha cambiado. Los hombres siguen vendiéndose al mejor postor, aunque éste sea un impresentable. Siguen amasando riquezas a costa del pueblo y ya ni se molestan en esconderlo porque parece que a la gente no le importa. Si la corrupción está en el PSOE, estos dicen que los demás más y lo de ellos como si no existiera. Si a los de Podemos les caen los dineros de Irán y Venezuela, países exquisitamente democráticos ellos, ni lo mencionan; pero echan la pelota al PP, que tampoco está exento de culpa. ¿Alguien da más?

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