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Batallita

La sanidad actual es mucho mejor que la de antaño

Un año de universidad fui por libre y resulta que no nos matriculamos hasta noviembre... Quiso el destino que en octubre, el día de mi cumpleaños para más inri, me pegara un tremendo hostiazu con el verdín de la entrada norte de la facultad de Medicina y acudí al entonces Hospital General. Me sacaron placas y más placas que dictaminaron la fractura del troquín (prominencia del húmero). Al poco llegó a casa una "viruta" de escándalo (como si hubiera acudido a Houston o a Pamplona) por la atención médica y las pruebas radiográficas. Ni corto ni perezoso le dije a mi padre: "No pagues nada que esto lo arreglo yo"; acudí al Instituto Nacional de Previsión y me tocó un leguleyo franquista de la época, con cara de bicarbonato en vena, que displicentemente me espetó: "No te queda otra que pagar, hijo de papá". Acudí entonces a la secretaría de mi facultad y el jefe de sección ante la manifiesta injusticia mandó a una secretaria hacer un oficio en el que constaba que el día de autos yo era alumno oficial de medicina. La cara fascistoide y la sonrisa sardónica que le provocó al del INP me acompañará de por vida, más aún cuando le dije, según archivaba la causa, "Las cosas empiezan a cambiar y ahí te pudras".

Esta temporada acudo con frecuencia a Cabueñes y la verdad da gusto el trato que dispensan a tirios y troyanos. ¡Qué fisios, qué enfermeras, qué disposición para con todos y cada uno de los que allí vamos a aliviar nuestros desvencijados cuerpos! En fin, no cualquier tiempo pasado fue mejor.

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