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Crítica / Música | Musicólogo

Una protagonista inesperada

Jimmy Weinstein sorprende con una propuesta poco convencional

El concierto estaba anunciado como "Jimmy Weinstein & Friends", y todo hacía pensar que la figura de este batería norteamericano habitual en los escenarios españoles acapararía todo el protagonismo durante el recital. Llegaba a Gijón con una banda de amigos y grandes músicos que le acompañan en esta gira, como el saxofonista Pedro Cortejosa, o los asturianos José Ramón Feito (piano) y Horacio García (contrabajo). Todos ellos hicieron un gran concierto y tuvieron momentos para destacar tanto en conjunto, hilvanando una gran variedad de texturas, como en solitario. Pero el protagonismo fue para la italiana Lilli Santon, que con su voz sembró el desconcierto en varios momentos del recital.

Puede ser que esta voz buscara un contrapunto al conjunto instrumental, puede que pretendiera ser arriesgada y quisiera proponer una plena libertad para la expresión vocal dejando a un lado las convenciones del género. Puede, incluso, que la intención fuera apostar por la integración de la voz en la masa instrumental, como si se tratase de un instrumento más y las palabras alcanzaran significado por su valor plástico, sin necesidad de un sentido semántico. Fuera como fuese, la propuesta vocal no convenció. Cuando reproducía la melodía del saxo (como en "Play time"), la voz quedaba enmascarada en las frecuencias del instrumento, perdiéndose muchas veces en un inapreciable hilo de voz difícil de escuchar incluso aplicando la compresión más agresiva. Y en los temas más convencionales, como "Margherita" o "The ballad of the sad young man", la voz de Santon tampoco adquiría la intensidad y el color necesarios.

Fue la voz la que, una y otra vez, lograba sacar al espectador del concierto; era difícil predecir cuándo iba a tomar la iniciativa en un tema y por dónde iba a discurrir, y eso irremediablemente despista y previene. Así, el concierto fue un constante ir y venir de sensaciones desequilibradas, con temas largos, plagados de desarrollos instrumentales, ricos cambios de ritmo a cargo de la batería de Weinstein, quien apostó por la intensidad de los timbales en los solos. Una dinámica a medio camino entre el bop y el desarrollo de estándares de corte clásico que no casaba con la parte vocal. El salón de actos se quedó pequeño y el aforo estaba completo minutos antes de empezar el concierto, pero el público no vibró como en otras ocasiones.

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