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Crítica / Arte

Fernando Palacios, la pintura hecha paisaje

El artista vallisoletano muestra en Gijón veinticinco de sus obras más recientes, bañadas de un tono onírico

Son 25 las pinturas de Fernando Palacios Hernández (Valladolid, 1976) que cuelgan en la galería Bea Villamarín hasta el 14 de marzo. Casi todas pintadas en 2016. Es la primera vez que el pintor vallisoletano firma en Gijón como Efe Palacios, lo que nos lleva a considerar que con la muy reciente firma el artista quiere transmitir al público haber conseguido una de las cimas de su producción pictórica. Igual que cuando ocurren cambios importantes en nuestra vida, hay personas que se dejan la barba o el bigote, cambian de peinado o adoptan ciertas modas. Los precios oscilan entre los 900 y los 3.000 euros, cosa muy acorde con las intenciones de la galerista Bea Villamarín, que desde el principio ha pretendido favorecer el arranque de nuevos coleccionistas de arte.

Ciertamente Fernando Palacios tiene ya a sus espaldas una carrera llena de premios y reconocimientos. Y está de moda. En la revista "Tendencias del Mercado del Arte" de diciembre de 2015, Tomás Paredes, presidente en España de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA) le dedica un artículo titulado "Efe Palacios neorromántico". Allí declara el artista: "El arte de las antiguas civilizaciones encierra una modernidad casi secreta. Me atraen los gestos del arte oriental. Y el arte rupestre es un maestro inevitable que me acerca a lo mágico y lo primigenio". En cuanto al arte rupestre, Asturias lleva ventaja, pues guarda importante porcentaje del que existe en todo el planeta. Cuando Antoni Tàpies (1923-2012) expuso en la sala Robayera de Miengo (Cantabria), que dirige Juan Manuel Puente, en el año 1997, le preguntaron cuál era su mayor deseo. Y dijo que estar una hora a solas en la cueva de Altamira. Y así fue. Allí estuvo tumbado de espaldas sobre la lona, este pintor catalán, premio Príncipe de Asturias (1990) y premio Velázquez (2003), contemplando el techo mágico de la famosa cueva, un pintor de gran carga humana y espiritual. Son muchas personas las que defienden que el arte rupestre paleolitico es obra de mujeres, que se quedaban a cuidar de los niños y animaban a los varones a salir a buscar comida, para lo que ya habían pintado en el santuario de la cueva animales como conjuro previo a la caza.

Detengámonos a pensar cómo son los paisajes de Fernando Palacios. No se trata de paisajes naturales, de esos que circulan por los correos electrónicos de la gente, a base de espectaculares fotografías tomadas en diversas estaciones del año, en cualquier lugar del planeta. Y tampoco son paisajes abstractos, aunque se acerquen a cierta abstracción, en el sentido en que no existen realmente, ni se pueden encontrar en ningún lugar de la Tierra, antes son fruto de la imaginación del artista. Estamos ante paisajes soñados, paisajes en formación o cosmogonías, cuyo protagonista principal es la pintura misma, la misma materia pictórica. En unos predominan las gamas cálidas, como ocres y amarillos, en otros las gamas frías, como azules y verdes. Los hay más serenos y tranquilos, marcados por bandas horizontales. Los hay tormentosos y agitados, cuya marca es el torbellino, la curva, la espiral. Pero en todos los casos tales colores combinan con el negro gestual, lanzado de una vez como una mancha que puede adoptar formas inesperadas, tan expresionistas como surrealistas.

Es también escultor Fernando Palacios, aunque esta faceta no ha sido presentada todavía en Bea Villamarín. Tenemos una anticipación en sus obras circulares o tondos, sobre tabla, a modo de planetas también soñados que vagan por espacio. Aquí se puede palpar una materia pictórica más espesa, óleo que se combina con otros materiales, tal vez cuerdas deshilachadas, paja u otros vegetales, pues pesan poco estos tableros. Obras de empaste grueso y granuloso, pintura orográfica de texturas rugosas, que aproximan a Fernando Palacios al llamado informalismo orgánico o expresionismo matérico. Esto de imitar la materia a la manera naturalista está presente en el arte barroco español del siglo XVII, como demuestran los vestidos y bodegones de Velázquez, Zurbarán y Sánchez Cotán, por citar algunos. Esta recuperación expresionista de la materia ha permitido hacer reproducciones de pinturas del paleolítico, como Altamira en el Arqueológico de Madrid, la misma Altamira en Altamira, el Parque de la Prehistoria de Teverga (Asturias) y las pinturas de la cueva de la Peña de Candamo, en el Palacio de Valdés Bazán. Aquí es de aplicación aquel refrán que dice: "Quien tuvo, retuvo".

Puestos a buscar otros antecedentes a la pintura de Fernando Palacios nos tendríamos que remontar casi un siglo atrás, hasta llegar al pintor palentino Juan Manuel Díaz Caneja (1905-1988), que perteneció a la Escuela de Vallecas, junto con Benjamín Palencia y Alberto Sánchez, escuela que fundada en los años 20 del siglo pasado, sirvió de enlace con la pintura de postguerra. La pintura de Díaz-Caneja recupera el paisaje árido de Castilla, pero lejos del pensamiento de la Generación del 98, y es más realista y de menos color que la de Fernando Palacios.

Contamos otra iniciativa de la galerista Bea Villamarín. Como se trata de una galería muy diáfana, con grandes ventanales a dos calles, vieron que había gente mirando desde fuera, que luego no entraba. Organizaron entonces a través de Facebook un concurso de frases para animar a entrar a la gente, frases que luego serían colocadas en vinilo sobre los cristales. El concurso tuvo éxito, logrando que la gente conozca la galería, participe y se involucre. Ahora están colocadas las frases del segundo concurso, que son las siguientes: "Entra por amor al arte", del niño de 7 años Pelayo Gascón. "Deja fuera la vergüenza. El arte es para todos", de Pablo A. Murciano. "Atrévete a pasar", de Santi Fernández. "Ven dentro que fuera llueve", expresión italiana de la también italiana Michele Busatta. "Mira más allá de tu reflejo", de Miguel Pol. "¿A que sacamos los cuadros a la calle?", de Sara Basteiro.

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