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Crítica / Arte

De Carmen y Severo Ochoa, para Gijón

Obras de Dalí y grabados de Goya, piezas arqueológicas y regalos de otros científicos forman parte del legado del dilecto matrimonio

La gijonesa Carmen García Cobián y el luarqués Severo Ochoa de Albornoz se casaron en Covadonga el 8 de agosto de 1931. Ambos tenían la misma edad, 26 años. Ella le siguió siempre, cosa bien dura en los primeros años de matrimonio, la parte más azarosa de la vida del gran científico, primero en Madrid (1931-36), luego en Heildelberg (1936), después en Inglaterra (Plymouth,1937 y Oxford, 1938-41) y por fin en Washington, 1941 y Nueva York, desde 1942. Fue ella quien le empujó a recibir la nacionalidad americana, pues Severo se consideraba "un exiliado científico, que no político". Cuando ella murió en 1986, Severo Ochoa, ya residente en España desde 1985, entró en profunda melancolía. En enero de 1987, Severo escribió en ABC un artículo titulado "Carmen, retrato de una mujer", "la mujer que iluminó mi vida". Severo murió en 1993, no sin haber creado en su testamento la "Fundación Carmen y Severo Ochoa", ligando sus nombres para la historia. Ambos reposan juntos en el cementerio de Luarca, frente al mar. Pero su colección de arte, iniciada en Nueva York, fue regalada al Ayuntamiento de Gijón en 1986.

Vamos a destacar algunas piezas de este legado. De Salvador Dalí y en relación con la medicina, tenemos la obra "Un virus visto por Dalí" (1969) y "La doble hélice del ADN y la escalera de Jacob" (1975). Esta última, a rotuladores sobre papel, se inspira en el texto bíblico (Génesis 28, 10-22) del sueño de Jacob, a quien vemos en rojo recostado sobre el suelo. Dalí convierte la escalera en la doble hélice del ADN. Cuatro ángeles suben y bajan por ella, ángeles que conviven con Esculapio, dios griego de la Medicina, que representa al propio Ochoa, con la vara de ciprés y dos serpientes enroscadas. La Medicina como regalo de los dioses al hombre. La vara de Esculapio es emblema de los cuerpos médicos de los ejércitos de países como Inglaterra, Alemania, Francia y USA. Severo Ochoa conoció a Salvador Dalí en la Residencia de Estudiantes, donde el Nobel obtuvo plaza el año 1927, coincidiendo allí con Federico GarcíaLorca, Luis Buñuel y Juan Ramón Jiménez.

Interesantes las obras de Sebastián Miranda, el escultor asturiano del "Retablo del mar", como el retrato en bronce de Severo Ochoa, y la cabeza de Santiago Ramón y Cajal (Nobel en 1906), uno de los científicos a quien admiraba Severo.

Regalo de investigadores bioquímicos amigos suyos en Nueva York son los retratos de actores del teatro Kabuki pintados a finales del siglo XVIII por el japonés Toshusai Sharaku, que Ochoa completó con el biombo japonés del siglo XVIII, cuyo tema es la recogida del arroz.. O el retrato al óleo sobre tabla que le hizo el también bioquímico austriaco, amigo y aficionado a la pintura, Efraim Racker en 1944, cuando Severo Ochoa tenía 39 años. De la media docena de retratos que concurren en esta exposición, éste es el Severo más joven, natural y feliz de la vida. Sin desdeñar el retrato a grafito sobre papel que le hizo el pintor andaluz Cristóbal Toral durante su estancia en Nueva York en 1971.

De interés son las 33 piezas arqueológicas adquiridas en San José de Costa Rica, que provienen de culturas precolombinas. A la vista está que en la colección del matrimonio Ochoa sobresalen los pintores españoles, empezando por los exiliados en México, como el pontevedrés Arturo Souto Feijóo y el cordobés Antonio Rdgz. Luna. Pero entre todos destaca Benjamín Palencia, fundador de la llamada "Escuela de Vallecas". Su "Paisaje castellano" (1962) deslumbra con intensos colores de raíz clásica española (El Greco, Goya...), colores que se equilibran entre el caserío y la naturaleza.

Cuatro son las estampas de Goya. En "Ni así la distingue" (Caprichos,7) se ve a un joven que mira con anteojo a una maja y ni así la distingue, porque para saber cómo es una mujer hace falta juicio y conocimiento del mundo. En "Pobrecitas" (Caprichos, 22) Goya muestra a dos prostitutas pobres que se tapan la cara con la mantilla, cuando dos alguaciles las llevan a la cárcel. En "Dios la perdone: y era su madre" (Caprichos, 16) Goya critica a una joven de pueblo venida a más en la corte, que despide y no reconoce a una viejita que lleva en la mano bastón y rosario y le pide limosna. En "Tanto y más" (Desastres de la guerra, nº 22) Goya muestra cadáveres amontonados de varones y mujeres a las afueras de una población, matanza masiva durante la guerra contra Napoleón. Es de suponer que Severo Ochoa adquirió estos grabados de Goya en alguno de sus viajes, por ser de quien eran. Pero seguramente ninguno de ellos conectaba tanto con el sentir de mucha gente en América como el perteneciente a los "Desastres de la guerra". Severo Ochoa llegó a Washington en 1941 y a Nueva York en 1942 y recibió el Premio Nóbel en 1959. Los pintores expresionistas abstractos de la Escuela de Nueva York de las décadas 40 y 50 expresaron también en su arte el rechazo a la II Guerra Mundial.

La colección de Carmen y Severo Ochoa retrata perfectamente a Severo como gran investigador bioquímico, persona preocupada por todo lo español, hombre cultivador de la amistad y esposo prendado de su mujer.

Las consecuencias de los trabajos de Severo Ochoa y otros premios Nobel de bioquímica de hace medio siglo,siguen estando hoy en día de plena actualidad, tanto científica como social y política. Hace tiempo que en España se cometen más de cien mil abortos al año, mientras por otro lado solamente gente rica puede adoptar niños en países lejanos, que cuesta una pasta. Así ocurre en una civilización en plena decadencia demográfica y cultural, como la española, una de las sociedades europeas que menos protege a la familia.

"La biología molecular, la embriología y la biología del desarrollo han acabado con la discusión filosófico-teológica de cuándo empieza la vida humana. Los premios Nobel Watson, Crick, Kornberg y Severo Ochoa, con el descubrimiento de la estructura y síntesis del ADN, han dejado claro desde el punto de vista científico que la vida humana comienza con la fusión del espermatozoide y del óvulo, y que el nuevo ADN codifica en el periodo embrionario a un ser humano completo, que cuando es feto presenta ya la forma física y los rudimentos psíquicos de un ser humano, es decir se convierte en un niño diminuto". (Juan Antonio Hervás Palazón. "Comentarios de un médico sobre el aborto" Diario de Mallorca. 16-abril-2009)

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