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Cronista oficial de la Ilustre Hermandad de la Santa Vera Cruz

Cambiaron y permanecieron

De cómo las cofradías y hermandades de Gijón recobraron un nuevo impulso en 1995 para engrandecer la Pasión

Si el año pasado mi tribuna para la Semana Santa se tituló "Eran pocos pero indispensables", en recuerdo del incalculable valor de la simiente que aquel pequeño grupo de frailes franciscanos plantó en la villa de Gijón al fundar la cofradía de la Santa Vera Cruz en el año 1645, hecho que marcará la vida religiosa de la ciudad para siempre, este año se titula "Cambiaron y permanecieron" en memoria del igualmente pequeño grupo de hermanos cofrades y devotos que obró una importantísima tarea de recuperación a finales del siglo pasado. Estoy convencido de que tan monumental tarea fue guiada por la infalible manos de Dios, el único que todo lo puede.

Me estoy refiriendo, en concreto, a la serie de anhelos y esfuerzos que impulsaron a los hechos acaecidos durante el año 1998 y que dieron lugar a la vuelta a la vida autónoma de las cofradías históricas de la ciudad, siendo la más antigua de todas ellas nuestra Santa Vera Cruz.

En el año 1995 se retomaron en Gijón las procesiones de Semana Santa, que llevaban sin celebrarse desde el año 1973, a pesar de que se alzaron voces que se opusieron a la recuperación de esta tradición católica en la ciudad. A pesar de todos los inconvenientes, aquel 1995 la primera procesión salió en nombre de la Ilustre Cofradía del Santo Entierro y de la Misericordia, que volvió a la actividad después de más de dos décadas de letargo.

Esta recuperación no se quedó aquí ya que en1998 los miembros de la cofradía llevaron a cabo un proceso de reforma interna. La junta de gobierno de la misma tomó el acuerdo de reformar los estatutos en la línea del espíritu del Concilio Vaticano II, con objetivos de labores asistenciales. En esta remodelación de los estatutos de la cofradía (que recordemos que había surgido como la unión de las principales cofradías y hermandades de la ciudad, para crear una asociación poderosa), se establece el desgajamiento independiente y el funcionamiento individualizado de las cofradías y hermandades que la conformaban en su origen. Es así como la Ilustre Cofradía del Santo Entierro y de la Misericordia desaparece como tal y se reestructura, dando nueva vida independiente a la Ilustre Hermandad de la Santa Vera Cruz, a la Ilustre Hermandad de la Santa Misericordia y a la Ilustre Cofradía del Santo Sepulcro.

En el año 1999 será elegido como Hermano Mayor de la Ilustre Hermandad de la Santa Vera Cruz Claudio Fernández Marino, encargado de abrir esta apasionante y novedosa etapa de transición y de vuelta a la vida de la Santa Vera Cruz.

Al margen de los datos y hechos concretos narrados, considero que lo más importante es que aquel grupo de hombres y mujeres con un claro espíritu de escucha y entendimiento pusieron lo mejor de sí mismos para entenderse y facilitar lo que será una exitosa obra de renacimiento de las cofradías y hermandades de la ciudad, sin la cual a la altura de este año 2016 no tendríamos procesiones, cofradías ni hermandades.

Creo que este espíritu de entendimiento, escucha, coordinación y común unión estuvo lleno de la misericordia de Dios, que no nos permite juzgar al prójimo sino buscar lo que nos une.

En este sentido, confío que cuando en esta Semana Santa de 2016 veamos pasar frente a nosotros los tradicionales pasos de todas las cofradías y hermandades históricas de Gijón, en especial los de nuestra Santa Vera Cruz, veamos en sus representaciones uno de los hechos más importantes y simbólicos que transmiten: la misericordia de Dios, el Cristo Hombre que muere para que los pecados del mundo sean perdonados.

Ojalá en este Año Santo de la Misericordia cada uno de nosotros (miembros de las cofradías y hermandades de Gijón así como todos los gijoneses en general) perdonemos las faltas de los que nos rodean, busquemos lo que nos une y no lo que nos separa, intentando ser tan misericordiosos como el Padre. Ese Padre que clavado en la Santa Vera Cruz perdonó a aquellos que le persiguieron. En su propia muerte estaba escrita la redención de todos los que deseasen reconocer sus pecados y le siguiesen, al margen de razas, procedencias, delitos e incluso creencias. El pequeñuelo San Francisco de Asís, el santo patrono de nuestra Ilustre Hermandad de la Santa Vera Cruz, lo entendió muy bien cuando fue a predicar la Palabra de Dios al mismísimo sultán de Egipto con un clarividente espíritu ecuménico, porque la salvación es un don universal.

Así fue que cuando los hermanos cofrades y devotos de Gijón, sobre la base de lo que pervivía de la Ilustre Cofradía del Santo Entierro y de la Misericordia, cambiaron para que renaciesen y permaneciesen las históricas cofradías de la villa, pusieron lo mejor de sí mismos, salvaron todos los obstáculos que hubo en el camino con la misericordia de Dios y recordaron que la Santa Vera Cruz (aquella que fue hincada por los frailes franciscanos en el terreno del actual barrio de Cimadevilla en el lejano año de 1645) representa el abrazo del Padre que perdona, nos anima y nos impulsa a mejorar día a día. Por eso cuando miro atrás y recuerdo todo lo que significa, me siento tan orgulloso de llevar la medalla con la Cruz de Cristo envuelta en color verde. Verde esperanza y verde misericordia.

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