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OSPA en clave contemporánea

En este mes de abril estamos de enhorabuena. Gijón se llena de música de todos los estilos y para todos los gustos. Los veinticinco años de la OSPA se celebran con conciertos casi semanales que acercan a la ciudad un torrente de obras sinfónicas bajo la batuta de diferentes maestros. El jueves fue el turno de David Lockington, que con un programa del siglo XX supo hacer brillar el rico universo tímbrico de nuestra orquesta. Es difícil destacar una sección de la OSPA: vientos, cuerdas, percusión? porque todas pusieron lo mejor de sí para conseguir que el conjunto funcionara con precisión a voluntad del director. Justo es destacar el papel de Adolfo Gutiérrez Arenas, que brilló en la interpretación del concierto para violonchelo de Samuel Barber.

El recital comenzó por lo más reciente, las "Variaciones sin tema" (2003) de AvnerDorman, una propuesta que apuesta por la materia sonora frente a la melodía definida. Arrancó con nervio, con tensión, repitiendo de forma insistente la misma nota en diferentes grupos de instrumentos, y cuando todo era expectación, la masa orquestal se fue diluyendo hasta llegar al solo. Esta fue la tónica de una obra llena de contrastes en texturas y dinámicas; una pieza que constantemente se desvanece y vuelve a cobrar vida ofreciendo nuevos matices hasta culminar en un potente clímax.

Adolfo Gutiérrez Arenas nos introdujo sin preámbulos y desde los primeros compases en el universo de Samuel Barber con el "Concierto para violonchelo en La menor", del compositor estadounidense. Una obra cargada de emoción y expresividad romántica que Gutiérrez supo transmitir con un sonido cálido y con cuerpo, frases bien definidas y un buen uso retórico de las dobles cuerdas, los retardos y los vibratos. Por supuesto, el adagio fue un ejercicio de calma, sosiego y espera, marca de estilo de un compositor que se ha hecho popular con la inclusión del "Agagio para cuerdas" en la banda sonora de "Platoon".

El orden lo puso Edward Elgar copando la segunda parte del programa con su obra "Variaciones Enigma", en la que el motivo principal nunca llega a exponerse en su totalidad. Tras las disonancias de la primera parte, esta obra sonó especialmente apacible y eufónica. Todo desprende orden y concordancia en las catorce variaciones que la componen, que sirven al autor inglés para mostrar sus dotes de gran orquestador y un lenguaje lleno de grandiosidad y pompa que le ha hecho famoso. También supone un reto para cualquier director y para la orquesta, porque en apenas media hora se conjugan todo tipo de recursos estilísticos y técnicos que han de sonar sin perder la particular elegancia de Elgar. No fue un problema para la OSPA, que volvió a encontrar en este compositor un aliado para brillar en todo su esplendor. Las ovaciones a todos los músicos fueron sonoras y prolongadas, pero el jueves todos estaban parcos en propinas y las luces del auditorio apagaron los aplausos. El concierto había terminado, pero el próximo jueves más.

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