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Exconcejal de Unidad Gijonesa en el Ayuntamiento

Manipulando la democracia

El viejo truco de utilizar los censos y una llamada a las bases para que actúen con unidad y planten cara a caporales

Hablaba el otro día, en estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA, del bipartidismo y de la malversación que los dos partidos tradicionales habían hecho y siguen haciendo de la democracia hasta convertirla en pura apariencia, en algo que les permite llenarse la boca de palabrería altisonante, de libertad y esas cosas, pero que tienen controlada tan férreamente que prácticamente nos impiden ejercerla.

No puede haber democracia si la democracia no empieza en la base. No puede haber democracia si los militantes de un partido no tienen voz y voto en total igualdad unos con otros.

Por segunda vez en muy poco tiempo, un congreso del Partido Popular de Gijón es anulado por los tribunales. La causa es la manipulación del censo, un truco viejo pero que aparentemente sigue siendo efectivo, sobre todo porque sólo quienes manejan el partido tienen acceso a él y amparándose en la ley de protección de datos lo guardan bajo siete llaves no dudando en usar los privilegios que les da esa ley para utilizarlo en su beneficio falseándolo. Y digo que es efectivo pese a que los jueces fallen en contra una y otra vez anulando los congresos porque entre fallo y fallo, entre trampa y trampa, el tiempo va pasando y los tramposos ocupan los puestos que mal ganaron a sabiendas de que al final, pase lo que pase, van a irse de rositas.

No ha inventado nada el Partido Popular gijonés, la primera gran manipulación del censo de militantes en Gijón la hizo el PSOE en 1987 y como en esta ocasión, los jueces dieron la razón a los perjudicados pero tarde, cuando entre fallos y apelaciones habían pasado cinco años y la entrega del censo y la correspondiente comprobación de su manipulación ya no podía tener otra consecuencia que la satisfacción personal, satisfacción que no impedía que quienes habían hecho la trampa siguieran gobernando y secuestrando el partido.

Es curioso el mal uso de las leyes que hacen precisamente quienes hacen las leyes. Ya en la transición se comenzó a hablar del espíritu y la letra de las leyes, de cómo muchas veces se retorcía la letra de la ley aprovechándose de ella a sabiendas de que iban en contra de su espíritu. Ahora, con la perspectiva de los años, se puede pensar que nada de esto es casualidad, que quienes están detrás de las leyes que en teoría protegen al ciudadano las hacen en realidad para su propia defensa o al menos dejan los suficientes resquicios como para poder colarse por ellos cuando les haga falta.

No se puede decir que la ley de protección de datos sea una mala ley ni una ley injusta, pero evidentemente en su espíritu no estaba facilitar las trampas que está facilitando mientras cada día nuestros datos personales son objeto de transacción impune entre empresas de marketing y publicidad. En todo caso, está bien que un juez anule un congreso que ha sido trampeado, pero ¿basta con esto?. Si el congreso, que es el inicio, es nulo, todo lo que venga después como consecuencia de ese congreso debe ser nulo, con todas las consecuencias, incluso dejando a un partido sin representación municipal, pero no, como decía antes, quienes han hecho de los partidos su cortijo, saben que no va a pasar nada y es esa seguridad en la impunidad lo que hace que cada vez actúen con mayor insolencia, que cada vez se atrevan a más.

Esto, es evidente, tiene mala solución, los jueces se limitan a aplicar las leyes, bueno, la mayor parte de las veces, y pensar que quienes utilizan las leyes en su favor van a hacer una ley que se lo impida es pura utopía.

¿Qué nos queda entonces? Actuar, ser conscientes de que desde las bases se puede revertir esta situación; costará trabajo, pero puede hacerse. La mayor parte de militantes de PSOE y PP que conozco están en contra de la actuación de sus partidos, reconocen que están secuestrados por las familias de siempre y hasta de vez en cuando surge alguna voz crítica entre ellos, pero luego todo se queda en discusiones de café o debates estériles en las redes sociales. En la medida en que estos militantes disconformes sean capaces de unirse y plantar cara a los caporales será mas o menos fácil democratizar los partidos, pero es cosa de que cada uno aporte algo no de que se limite a esperar que alguien venga a aportarlo por él. La fidelidad por romanticismo al partido le hace mucho daño al partido.

Con los ciudadanos ocurre lo mismo, o nos movemos o nos mueven. No vale el "yo no me meto en política", el "todos son iguales", o el "yo votaría a ? pero ?". Cada vez que no nos metemos en política, estamos haciendo política en nuestra contra. Somos muchos millones y como decía nuestro ínclito presidente (aunque con otras intenciones) "hay muchos mas honrados que corruptos". Así que, ¿Por qué ganan una y otra vez?.

Algo estamos haciendo mal.

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