La calle suele ser el escenario donde uno se entera de tantas cosas de interés general. Por ejemplo, que un recién licenciado en Derecho se ha pasado dos años a jornada completa en el despacho de un conocido letrado de los ilustres colegios sin cobrar ni un euro ni recibir una chocolatina, y ya no digamos una gratitud por la entrega y dedicación habidas en tantos meses de labor callada. Es curiosa la situación de quienes han de defender la legalidad vigente en los estrados de los tribunales y no se cuidan de defenderla en sus despachos. El letrado de la historia tiene que ser colega de quienes un buen día reclamaron el diez por ciento de comisión a un cliente por la venta de un edificio. El cliente, harto, los mandó a paseo, pero llegó el colegio con un informe a medida y una juez que era amiga de la casa y la banderilla fue de aúpa. No hay dinero para los recién licenciados, pero sobra para las trapisondas y las trampas adornadas por la legislación vigente.