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Carta al amigo ausente

¿Qué dirían ahora?

Memoria de los grandes parlamentarios del siglo XIX que reposan en el Panteón de los Hombres Ilustres, en Madrid

La serenidad que nos ofrece nuestra mente a medida que vamos entrando en años nos permite observar y husmear en aquellos lugares que de jóvenes no encontrábamos la oportunidad de introducirnos, debido a la escasez de tiempo disponible en los viajes acelerados que entonces realizábamos a la capital.

Así, con este aperturismo hacia otros horizontes, que modifica los criterios de prioridad en el reparto del tiempo, en mis estancias en Madrid me introduje en el edificio neobizantino, reconocido como Patrimonio Nacional, denominado Panteón de Hombres Ilustres.

Allí están esos hombres, dentro de sus monumentos funerarios. Hombres todos ellos que han dejado en esta nación un poso que la historia no debe ni puede borrar y así lo reflejan las advertencias en la bóveda del frontón de la entrada al edificio: "Lealtad, heroísmo y honor" a título de símbolos de cuanto en su interior está enterrado.

Hombres ilustres como Cánovas, Sagasta, Eduardo Dato, Antonio de los Ríos, Canalejas, y Gutiérrez de la Concha en sus monumentos individuales, así como otros en el mausoleo común, como Mendizábal, Agustín de Argüelles, José María Calatrava, Diego Muñoz, Francisco Martínez de la Rosa y Salustiano Olózaga.

Todos ellos están ahí, como otros muchos pudieran también estar y ser merecedores del descanso en tan simbólico lugar, representando una etapa parlamentaria desde finales del siglo XIX y principios del XX.

El recogimiento que ofrece este lugar, amén de la belleza de la estructura arquitectónica y de los mausoleos, me introdujo en la época. Una inscripción muestra el reconocimiento del personaje enterrado en cada monumento. Pero, y sus enseñanzas, su legado histórico, sus discursos parlamentarios, sus formas de vida, su lealtad a sus principios a la nación y a los ciudadanos, su veneración al bien, y hasta la entrega de su vida... ¿dónde se recuerda?

Ahora, transcurrido un tiempo desde su descanso eterno, pueden parecernos extraterrestres en el olvido, si consideramos que quienes ahora les sustituyen, con carácter general, no toman del fruto por lo que ellos sacrificaron su vida, dejándonos lo más grandioso que pudieron legarnos, que es la palabra parlamentaria y el obrar bajo los lemas que hoy aparecen estampados en sus orlas mortuorias.

Cada uno de ellos tiene en su legado parlamentario, aunque no esté presente en sus tumbas, pensamientos y frases que debieran estar en boca y actuación de nuestros representantes actuales, y que sin duda producirían un cambio de actitud, incluso de aptitud, en nuestros gobernantes de este siglo XXI, tan predispuestos a tirar por la borda los soportes de estabilidad y bienestar de los españoles.

Me permito recordar alguna de ellas, para ver si alguno de los que ahora ostentan el mando es capaz de al menos recordarlas y tenerlas como orientación de sus principios fundamentales de gobierno, ya que se trata de pensamientos intemporales.

"En política lo que no es posible es falso". "Con la Patria se está con razón y sin ella" (Cánovas). "Cuando se cierran las puertas de la justicia, se abren las de la revolución" (Sagasta). "Tengo el alma y el cuerpo dolientes" (Antonio de los Ríos). "La agilidad es una excelente condición para subir a los árboles, pero no para gobernar a los pueblos" (Canalejas).

Mi querido amigo, sé que a pesar de estar lejos de tu patria, me agradecerás que de vez en cuando recordemos a quienes con su buen hacer, incluso con su vida, hicieron tanto por el porvenir de este país. Estoy seguro que, si ahora tuviesen vida, ¡otro gallo cantaría! Y al menos no premiarían, como ahora se está haciendo, la deslealtad, la deshonra y la destrucción de la nación.

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