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El universo en una pinta de cerveza

La intrépida aventura de la divulgación científica: primera Pint of Science en Gijón

"El universo es una de esas cosas que pasan de vez en cuando", sintetizaba el físico americano Edward Tryon, colaborador de Stephen Hawking. El tipo de frase que puede decir un científico de contrastado prestigio, porque si lo hace un profano queda como un patán. Ser físico y hurgar en las estrellas ha de ser una tarea muy frustrante y entiendo que esas gentes tengan que echarle humor para no acabar avinagradas por dos certezas como agujeros negros plegando el espacio-tiempo: se les terminará el plazo vital antes de que entiendan una infinitesimal parte de lo que hay ahí fuera y -no menos importante- no hay quien rayos explique a los congéneres el rumbo hacia el infinito de este peñón periférico cósmico en el que vivimos, sin referencia de centro o bordes.

La mayoría de ustedes -y yo, desde luego- estamos en las filas de esos congéneres que quisieran entender, por eso agradecen la bendición de escuchar a quienes están asomados al balcón de la ciencia y regresan dentro con la mirada extasiada a resumir lo que han visto, apurando para volver a asomarse.

Algo así han intentado estos días científicos y científicas de toda España en una iniciativa divulgativa denominada Pint of Science, que en esta edición ha recalado en Gijón y Oviedo. Básicamente consiste en minicharlas coloquio de investigadores de diversas disciplinas, todo ello orientado al público general, en el entorno de una cafetería o pub; de ahí la "pint", ya que se trata de un formato importado de Gran Bretaña, brillante universo del disfrute cervecero, entre otras bebidas espirituosas.

A mí la iniciativa de la Asociación de Divulgación Científica de Asturias me atrapó desde el primer minuto y he de confesarles que, si ya iba predispuesta a congratularme con el ser humano investigador, después de asistir a una de las charlas del ciclo estoy ganada para la causa, tras ser testigo de la batalla desigual contra los elementos que es la divulgación en plaza pública de los saberes humanos.

En concreto, los físicos de la Universidad de Oviedo Isidro González y Luigi Toffolatti, responsables de la pint inaugural gijonesa en "El coleccionista" -lleno hasta la bandera-, sudaron lo suyo con su micro de diadema y power point a dos pantallas de plasma, las mismas en las que habitualmente se contemplan los goles de la Liga o la Champions y que esta vez jugaron a ser un canal temático de ciencia con la voz en off encarnada en sendos animosos divulgadores.

Ambos venían dispuestos a trazar una línea coherente desde la física de partículas hasta la que rige la evolución del cosmos donde, que no nos engañe el ojo, nada está en el mismo lugar que ayer. Eso, desde el Hot Big Bang a esta parte porque antes de ese -llamémosle- principio, "lugares" y "ayeres" no tienen sentido, que ya bastante dignidad pierden a este lado, después de pasar por batidoras y campos de minas galácticos.

El caso es que la audiencia estaba entregadísima pero -a diferencia de la soledad creciente del universo- apretada y revoltosa; es lo que tiene el público diverso en el amplio sentido del concepto. Entre el runrún de fondo de los curiosos que se intercambiaban impresiones de recién llegado hasta la primera fila de chiquillos que interrumpían al ponente y luego se increpaban para hacerse aclaraciones o resolver urgencias de niñez, un equipo de TPA haciendo directos, el camarero poniendo a prueba la gravitación universal, susurros, toses, risas, trayectos en zigzag al baño, un can pidiendo mimos?

Con todo, los investigadores salieron airosos del envite aunque creo que agradeciendo íntimamente que la periodicidad del evento esté en relación con la traslación de la Tierra alrededor del Sol y deseando que a ellos les pidan volver en año bisiesto. Respondieron con paciencia infinita preguntas previsibles, obsequiadas con un posavasos alusivo, aún les quedaron fuerzas para realizar algún pequeño experimento y dejaron tras de sí una estela de interrogantes y la inquietante constatación de que es extraordinariamente más lo que no se sabe. Al final, ése es el gusanillo que mueve la ciencia.

Todo por meter el universo en una pinta de cerveza. No hay forma pero yo ya encuentro un poco más confortable el núcleo local de galaxias -cientos de miles de millones de estrellas- con el que compartimos rumbo hacia ninguna parte surcando algo que parece la nada pero, ¡quia!, es la antimateria. Un capricho de esos que suceden porque sí, de vez en cuando.

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