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Merece la pena luchar

A veces parece que la rendición es la única salida pero si no tomas una decisión precipitada y esperas un poco, las cosas se ponen en su sitio como en un puzle y puedes seguir luchando.

Pues eso es lo que estoy haciendo. A Dios rogando y con el mazo dando y sin desfallecer. Primero sigo en la lucha por la supresión del impuesto de sucesiones. No soy yo sola, ya casi llegamos a las 50.000 firmas que no es moco de pavo, y mucha gente trabajando duramente. El abogado Álvaro López Castro es nuestra cabeza de playa como si estuviéramos en Normandia. Ya tenemos cita con representantes de varios partidos políticos. Afortunadamente se dan cuenta que vamos en serio y que el que está con nosotros tendrá más puntos en la salida. Ya va siendo hora que los asturianos estudiemos las opciones. Ya sé que no son muchas pero tenemos que estudiarlas, analizarlas, ver en lo que se ha estado fallando estos últimos años y decidir no por amores ni odios si no por alguien que va a luchar por nosotros de verdad.

Otra cosa es decir lo que se piensa sin complejos, de una manera asertiva, por supuesto. Que quiere decir que hay que manifestar tus opiniones con calma, sin levantar la voz, con tranquilidad pero sin dejarte achantar. Ya sé que es difícil, yo misma a veces me echo al monte con las rabietas que cojo. Es muy duro cuando alguien te dice que algo es negro cuando es blanco, pero hay que intentar mantener tu postura.

También lucho con esa manía de querer caer bien a la gente y callar. Pues no, mira, yo digo lo que pienso porque creo que es mi deber y porque mi experiencia me ha enseñado cosas que debo compartir. Por ejemplo yo tengo experiencia con el acoso escolar desde el punto de vista del profesor y desde el que haya podido ver como alumna. No nos rasguemos las vestiduras, acoso siempre ha existido, forma parte del ser humano. El acoso puede ser tremendo como está sucediendo últimamente, ayudado por los emails, los twitters, los instagrams y el anonimato que proporcionan las redes sociales. Pero siempre existió. Antiguamente era más de desprecio hacia algún compañero, de no dejarle participar en los juegos o pertenecer a las pandillas, Desgraciadamente siempre había alguien que seguía el juego al líder del acoso, por miedo a que le despreciasen también a él, sin darse cuenta que la unión hace la fuerza y si todos se opusieran al líder, el gallito fracasaría. El objeto del desprecio era muy desgraciado. Yo intenté luchar por estas personas pero la verdad es que me quedé sola muchas veces.

Tuve una idea que podría ayudar pero no alcancé mucho éxito cuando la expuse y la llevé a cabo. La cuestión era contar con una persona que puede ser el tutor o un orientador o algún antiguo profesor que tuviera don de gentes. Que tendría que presentarse los primeros días de curso a los alumnos nuevos y explicarles lo que pueden encontrarse en clase. Que hay gente como ellos que pueden llegar a ser muy buenos amigos, pero que hay otros que disfrutan molestando a los demás y que es importante poner cara de póker y no demostrar que te molesta lo que te dicen, que te llaman gordo, te ríes y dices que te encanta el chocolate; si eres bajo, dices que ya crecerás y que a lo mejor el otro no crece más; si te llaman cuatro ojos, respondes que así ves más. Y siempre calmado y a ser posible sonriendo. Piensa que esa persona que insulta y molesta suele ser desgraciada, porque a lo mejor sus padres no le quieren, en casa está solo y por eso pretende que los demás sean desgraciados como él. Lo que hay que hacer es no mirarle o, no hacerle ningún caso y cuando te insultan reirte.

Si las cosas van a mayores es preciso contárselo a la tutora, yendo a hablar con ella o entregándole una nota pero nunca quedarte callado con tu dolor. Siempre hay alguien que te entiende.

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