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Psicóloga

Tu carrera, tu vida

Las dudas de los jóvenes sobre qué profesión escoger es también la de sus padres por su futuro

Leo en mi periódico una noticia que no me sorprende en absoluto. La encuesta a la que se refieren podría haberla hecho yo sin realizar ningún estudio. El 80% de nuestros bachilleres, esos que se están examinando de la PAU en estos días, no saben qué carrera elegir. Y qué miedo y qué pena me da. Porque de lo que no son conscientes es que no tienen que elegir una carrera, es que tienen que elegir su vida, y eso es mucho más importante. Lo que pasa es que nadie les ha formado para ser ellos mismos. Son por desgracia un reflejo de la sociedad en la que viven. Escogen esta u otra carrera por la nota media que han sacado, porque queda lejos o cerca de su pareja, porque es más fácil o tiene mucho prestigio social. Y así pasa lo que pasa, que una se encuentra con mamás que acuden a la clínica con "niños de 26 años" diciendo: "es que no me estudia, y ya va por tres carreras empezadas". Vamos, un desastre.

Primero, creo humildemente, hay que educar a los padres para que estos sepan hacerlo con sus hijos. He visto muchas cosas durante estos años. La típica niña que sacaba una nota altísima en la PAU y los padres empeñados en que hiciera medicina, y la niña, que estaba en un sin vivir, acudió a mí pidiendo ayuda, porque no sabía realmente qué era lo que quería... No estaba segura. Recuerdo que le hice un ejercicio que suelo hacer con frecuencia: tras una relajación les sugiero que se imaginen con treinta y tantos años, y poco a poco les voy pidiendo que describan todo con total realismo, dónde están, cómo están vestidos, si tienen o no pareja, si viven solos, qué hora es, etc. Los voy situando hasta que llegan a su trabajo, y ahí vienen las sorpresas.

Esa chica, de magistrales calificaciones, se veía rodeada de niños, dando clase. Cuando abrió los ojos me miró con terror. "¡Profesora! Siempre quise ser maestra de infantil, pero mis padres me matan. Desaprovechar mi nota...". Afortunadamente, pude hacer que la desaprovechara, que estudiara Magisterio y que fuera y todavía será posiblemente una docente decente, con esa palabra tan en desuso que se llama vocación, pero tan necesaria sobre todo cuando las herramientas con las que trabajas son seres humanos. Sanidad, Educación, Derecho... Todas ellas son especiales y como tal deben tratarse.

La libertad de elección de los alumnos viene marcada por las expectativas de los padres. No debemos tener ninguna y sé que es difícil. Díganmelo a mí. Yo tenía un heredero que iba a continuar con mi clínica, y yo orgullosísima, pero en un momento determinado dijo que aquello no era lo suyo y que quería hacer fotografía de cine. Pues adelante. Si quieres ser fotógrafo, ebanista, fontanero, lo que sea, nadie debe ponerte la zancadilla ni desprestigiar ningún tipo de trabajo.

Si es el que eliges, el que te gusta, serás el mejor carpintero, crearás la mejor empresa de fontanería, tendrás un Goya por tu peli. Pero claro, estamos nosotros, los padres, los que queremos que ellos consigan lo que nosotros no hemos podido, que sean ingenieros, arquitectos, médicos, y que ganen mucha pasta para poder presumir de hijos. Pero los hijos no son ya nuestros. Son de la vida y es ella, la vida, con nuestra ayuda incondicional, pero sin que se note, quien debe enseñarles, a veces con golpes, no lo que quieren estudiar, sino lo que quieren ser.

Me conocen. Yo lo supe con 12 años, entonces ni siquiera se estudiaba Psicología como carrera diferente, era parte de Filosofía y Letras... Cuando se lo dije a mi madre, recuerdo que la pobre me dijo: "Isabelina, Dios, que eso es estar con locos...". "No, mami, no es eso, es ayudar a la gente", que es lo que ya estaba haciendo siendo el paño de lágrimas de mis amigas desde siempre. Me gustaba, valía, era empática. No me pusieron ningún pero. Me iba a Madrid, con 17 años, pero segura de lo que quería. Afortunadamente pudieron verme feliz, ejerciendo mi profesión y abriendo mi propia clínica antes de irse. Y recuerdo las palabras de mi padre, que como hombre de su época, hubiera preferido que simplemente me casara y tuviera hijos, que lo de las carreras no era para las mujeres: "Sabelina, qué orgulloso estoy". Lloré, mucho, me había costado, pero había conseguido ser lo que soy. Una simple, pero feliz psicóloga. Hagan lo mismo. Hagan que sus hijos sean felices, ni más ni menos.

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