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Libreros

Gijón prepara la recuperación de su feria del libro mientras el sector ensaya su transformación

Mi amigo Alberto, que en un rapto de pragmatismo se hizo funcionario pero que en una vida anterior fue librero, me cuenta la ocasión en la que se encontraba en su librería, inmerso en una lectura tan conmovedora que le estaba haciendo derramar abundantes lágrimas y, en ese preciso momento, entró un cliente que ni se inmutó por el estado emocional de mi amigo, ni se interesó por la lectura que había provocado aquel estrago, sino que sencillamente realizó su compra y se fue. Aquello revolvió el alma del librero, ¿a qué lector puede no importarle conocer el relato que estremece tanto a otro? "Si yo fuera él"- concluye- "sin dudarlo, hubiera comprado ese libro".

Han pasado los años y mi querido amigo sigue renegando de aquel presunto lector, extraterrestre ser insensible. Yo le razono que quizás perteneciera al tercio de la población que -según las estadísticas- nunca lee un libro o, a lo sumo, al tercio que confiesa leer menos de cuatro al año y comprar uno o ninguno. Descarto que forme parte del tercer tercio que hace que la media de lectura ascienda a casi diez libros -nada que ver con los 47 de Finlandia pero algo es algo-, de los cuales compra una parte y los sigue prefiriendo en formato papel. Quizás -vamos a imaginar- fuera el enamorado reciente de una de las personas de este último selecto tercio, por cierto, integrado mayoritariamente por mujeres. Los libros se siguen regalando y es el obsequio con el que nunca se falla, al menos en apariencia.

El caso es que libros y libreros serán noticia en un año redondo porque en junio de 2017 -según los planes municipales de hoy- Gijón habrá recuperado su feria del libro; volverán las casetas, los autores firmando con paciencia y vanidad infinitas bajo ese sol prometedor del inicio del estío, cuando tantas historias comienzan? Lo que yo no puedo evitar preguntarme es que estará siendo del sufrido gremio entonces, si ya ahora, puestos a hacer un dafo librero, ganan por goleada las puñeteras debilidades y amenazas.

Las estadísticas nos dicen que después de unos años infames en los que la venta de libros cayó a cifras anteriores al cambio de siglo, en los que cerraron las librerías emblemáticas de casi todas las ciudades -por oportunísimas jubilaciones o quiebras indisimuladas- y el e-book y la venta online han ido paulatinamente ganando adeptos, tras ese tiempo oscuro, abren sus puertas nuevas librerías para dar calor de sector a otras que han resistido.

A mí no me cabe duda de que al frente de ellas hay unos seres románticos que se niegan a creer que se ha perdido la fe en la palabra dejada escrita y vuelta a leer una y otra vez, y siempre es la primera. Pero también hay un enfoque inteligente del negocio, imaginación de supervivencia. Son comercios donde no sólo se vende producto -libros- sino que se organizan cursos, recitales, presentaciones, talleres para niños? y se conoce el lenguaje de las redes.

Permítanme que les ponga dos ejemplos -aunque seguro que hay más- en nuestra ciudad. "El bosque de la maga colibrí" esta llevando a cabo una actividad muy sugerente a través de Facebook, el "Libro a ciegas"; se trata de atreverse a comprar un libro que la librera ha pensado para uno o una, tras responder a un breve cuestionario. Por su parte "La buena letra", ganadora del último Concurso Navideño de Escaparates convocado por la Unión de Comerciantes de Gijón, despiezó y puso en venta las figuras que componían su escaparate "sansilvestrero" y el importe íntegro de lo recaudado fue donado a Ascivitas, que forma parte de la Federación de Asociaciones para la Integración de Personas con Discapacidad Intelectual de Asturias. También de ello se dio buena cuenta en las redes.

Mientras tanto, más ejemplo, en este caso de ejemplares ejercicios de resistencia, en 2016 la emblemática librería-galería gijonesa "Cornión" celebra 35 años de existencia; aquí la simbiosis fue entre el arte plástico y el literario. Le sigue muy de cerca "Paradiso", donde el hermanamiento es musical.

Puede que Amazon y su Kindle, Google y su GoogleBooks, Apple, Microsoft, estén afilando sus uñas al fondo del escenario pero mientras tanto, aquí y ahora, qué embriagador, el olor a imprenta de los libros recién horneados, a humedad seca el de los antiguos, qué ternura infinita inspiran estos libreros nuestros que andan del mostrado al estante y de éste al escaparate virtual, bailando al tintineo de la puerta, soñando con la próxima feria del libro y con no compartir nunca destino con afilador, pregonero, aguador, herrero, lechero, ascensorista, albarquero, hilandera, carbonero, colchonero, vadeador, daguerrotipista, deshollinador, barquillero, campanero, lavandera, telefonista o farolero, en el catálogo de los oficios perdidos.

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