La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Revalientes

Asturias estrena reválida sin convencimiento y por obligación

Asturias ya se ha estrenado con la polémica reválida de la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa, LOMCE. Ni los niños y niñas de 4º de la ESO que se han sometido a la prueba ni tampoco sus padres y madres han entendido todavía si era obligatoria pero no vinculante o voluntaria pero anónima, si vinculaba pero convenía la insumisión, si la propia prueba era en Asturias insumisa a sí misma, o si valía más dejarse de pamplinas y llevar a los críos a clase, donde ya les darían la tarea del día, que coincidía que tocaba una cosa llamada "reválida" pero podría perfectamente haber sido un vídeo del sistema solar y el juego interactivo "Un día en la vida de la ameba Mariana", además del ensayo de la obra de fin de curso.

El gobierno asturiano, en total desacuerdo con la última ley educativa -la tristemente famosa LOMCE- pero, a la vez, legalmente obligado a desarrollarla en su territorio, lo ha hecho con tan escasa convicción e insuficiente información a las familias, que éstas han sentido sobre sus hombros el peso de una decisión que no sabían si era trascendental para sus niños y niñas o un asunto completamente menor. Así que, llegado el día de la dichosa prueba, algunos tenían a sus críos en casa preparados para ir a clase, con la coleta tirante y el actimel en la bolsa azul a cuatros vichy, viendo pasar el tiempo mientras sus padres y madres consensuaban doctrina con sus homólogos en el grupo de WhatsApp.

A tal punto de desorientación parental se ha llegado que hay padres insumisos con el resquemor de acabar siendo eterna minoría y otros -los que finalmente llevaron a sus chiquillos a clase- sintiéndose asquerosamente culpables y traidores a una causa indeterminada porque el sistema educativo hace muchas leyes que hace aguas y ahora hemos de alzarnos en armas cuando ya lo habríamos hecho con nuestro COU, nuestra Selectividad y nuestras becas exiguas a cobrar a final de curso, con las fotocopias y el pescado servido.

En última instancia, el examen ha sido de una sencillez apabullante y los críos han vuelto a casa relajados y felices, a la suya, ajenos al mar de fondo que debe estar tejiéndose en una consejería que articula una prueba a la que es contraria, unos padres que han tenido que decidir sin saber el alcance de lo que decidían y un sistema educativo que, lejos de ganar en calidad, la pierde a espuertas con dilemas, desinformación y leyes sucesivas que no se atreven con el fondo de la cuestión que es qué y cómo queremos y debemos enseñar. No hay derecho.

Sinceramente, nuestros niños y niñas llegados a 4º de la ESO tienen tal cúmulo de evaluación continua a sus espaldas que está de más un examen extra, ajeno al boletín de notas -cada materia ya está evaluada- y cuyo objetivo dice ser el de detectar el nivel general del centro educativo en el que el alumno o alumna se halla y sus necesidades particulares. Yo creo que para eso ya tenemos el oficio y la observación de los profes, tenemos a los equipos directivos ojo avizor, las medias, estadísticas, sistemas de calidad ISO 9000 por decreto, encuestas de satisfacción, consultas al departamento de Orientación, vigilancia estricta de Inspección? ¿De verdad es necesaria una prueba más?

Lo que más me duele de esta reválida por exigencias del guion es la sensación de desamparo en la que se quedan las familias y esos críos que asisten -no son tontos, lo escuchan todo y comprenden más de lo que imaginamos- al estupor agotado de sus profes y la indecisión culpable de sus familias en un asunto en el que deberían ver que, sin fisuras, están remando todos a una a favor de su futuro. Eso es calidad en la enseñanza.

Quizás es que estoy demasiado sensible, recién leídos los últimos informes de Unicef que dicen que nueve de cada diez niños refugiados viajan solos, abandonados a su suerte, presas frágiles e indefensas de las redes de desalmados, malditos sean por siempre. Y miro a estos chiquillos nuestros, privilegiados por haber nacido a este lado. No sé qué nota sacarán en la dichosa reválida, pero qué revalientes -rediós- son ya y habrán de ser en el futuro para superar todas estas imbecilidades nuestras e ir a lo esencial, intangible, inmedible, inconmensurable e invisible a los ojos, que nos salvará de toda la contrastada y revalidada estupidez anterior.

Compartir el artículo

stats