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Crítica / Arte

Jorge Oteiza en el Museo Evaristo Valle

Piezas que pincelan la historia del escultor vasco

Procedentes del MAS (Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria, calle Rubio, 6) se exhiben en el Evaristo Valle once esculturas figurativas de Jorge Oteiza (Orio, 1908- San Sebastián, 2003), fundidas en bronce y zinc, que fueron donadas al MAS en 1997 por Pablo Schabelsky, un niño ruso, luego escultor y amigo de Jorge Oteiza, que se quedó huérfano en plena Revolución Rusa y fue adoptado por sus tíos de Cantabria. Completa la muestra una "Caja Vacía", de colección particular. A disposición del público un vídeo en que habla Jorge Oteiza y varios libros, entre ellos los dos tomos recientes (2016) del catálogo razonado de la obra de Oteiza por Txomin Badiola y el catálogo, también de Badiola, de las obras de "Propósito Experimental"(1988), con el que Jorge Oteiza concurrió a la IV Bienal de Sao Paulo, donde ganó el premio internacional de escultura en 1957. Tras la muerte de Jorge Oteiza, Txomin Badiola fue comisario, junto a Margit Rowell, de la muestra "Oteiza: mito y modernidad", que se celebró en el Guggenheim de Bilbao (2004), el de Nueva York (2005) y el Reina Sofía de Madrid (2005).

Jorge Oteiza está también muy ligado a Asturias. Cuando trabajaba en el taller de los Nuevos Ministerios, financiado por su mecenas, el constructor navarro Juan Huarte, preparando en pocos meses las 28 las piezas que iba a mandar a Sao Paolo, sobre la desocupación del cilindro, el cubo y la esfera, conoció a Rubio Camín y Amador, seguidores de Oteiza cada uno a su manera y los dos con obra en el Museo Evaristo Valle. En 1988 recibió el premio Príncipe de Asturias de las Artes, con la contribución al estudio de su obra aportada por María Soledad Álvarez, profesora de la Universidad de Oviedo, que en 2002 publicó "Oteiza. Pasión y razón".

Pero vayamos a las piezas actuales del museo Evaristo Valle. Jorge Oteiza marchó a Hispanoamérica en 1935 y regresó en 1947. En Colombia estudió la estatuaria precolombina y conoció a Henry Moore. De esta época (1949) son las obras "Mujeres murmurando" y "Figuras", que muestran por sus huecos y luces la influencia del escultor inglés. Del mismo año 1949 es el levantador de piedras ("Arrijasotzaile"), que anticipa la desocupación del cilindro en la piedra que levanta.

En el año 1950, el provincial de los franciscanos, Pablo de Lete, impulsa una nueva iglesia para el santuario de Aránzazu, con criterios de amplitud y relevancia artística. Ganan el concurso arquitectónico Francisco Javier Sáenz de Oiza y Luis Laorga, que incorporan el proyecto de fachada de Jorge Oteiza. De esta primera época de Aránzazu, tenemos varias piezas. "Adán y Eva" (1951), pieza vertical muy estilizada y con grandes recortes de vaciados, es una versión íntima de la gran escultura "La Tierra y la Luna" 1955), que se encuentra en el patio de la Universidad del Espíritu Santo de Oñate, a pocos kilómetros de Aránzazu, gran edificio plateresco financiado por Carlos V a mediados del siglo XVI. La "Cabeza de apóstol para Aránzazu" (1952) es bien curiosa por su nariz hueca. Otra obra de gran interés, pues no llegó a mayor tamaño que el aquí presentado, se titula "El milagro" (1953). Muestra un fraile volador llevando la pequeña imagen de la Virgen de Aranzazu. No es que el fraile haya descubierto a la Virgen, escondida para salvarla de la morisma. Al contrario, el fraile vuela para esconder la imagen entre los riscos y espinos que rodean al santuario. (Digamos que la Virgen de Aranzazu es una imagen gótica de 36 cm. en piedra prolicromada de 9 kg de peso, con orejas y manos fuera de proporción por lo grandes, un Niño desnudo a la manera renacentista que lleva al cuello un colgante con cruz. Para verla bien hay que subir por la escalera interior del retablo en madera de Lucio Muñoz, 1962).

El 1 de septiembre de 1953 el obispo de San Sebastián, Monseñor Jaume Font i Andreu, mandó parar cautelarmente las obras artísticas de Aránzazu. En julio de 1955 solicitó un dictamen a la Comisión Diocesana de Arte Sacro, "dirigida por beneméritos ancianos cuyos criterios resultaban ya desfasados", dice el dominico padre Aguilar, director de la revisa ARA (Arte Religioso Actual, nº 31, pág. 15, 1972). La Comisión rechazó las obras de Oteiza y otros, por no cumplir las normas de decoro relativas al arte sagrado. Remató la jugada el cardenal Hldebrando Antoniutti, nuncio en España desde finales de 1953, con una carta a los obispos en 1955.

Catorce años después y tras el concilio Vaticano II, las obras se reanudaron en 1969. Jorge Oteiza volvió a Aránzazu, esta vez acompañado de su hermano, dieciocho años más joven, el capuchino pintor y escultor Antonio Oteiza, bien conocido en Gijón. Estaban colocados dos de los apóstoles y las piedras de los otros doce esperaban en la cuneta. De esta segunda etapa en Aránzazu es el retrato de Francisco Petrirena (Rentería, 1835-1869) conocido como Xenpelar, un importante bertsolari o improvisador de versos que aportó ritmo y rima al tesoro de la literatura oral de los vascos. En cuanto a la fachada de la iglesia, se suprimieron las placas entre las torres y arriba instalaron una Piedad: ella clamando al cielo en grito de dolor y el Hijo muerto a sus pies, el cuerpo en diagonal con el muro, inclinado hacia los peregrinos.

Hizo Jorge Oteiza de este nuevo modelo de Piedad hasta 24 figuras diferentes, y otras tantas al modo de las Piedades renacentistas o barrocas, con el cuerpo del Hijo sobre las rodillas de la Madre, o sostenido en pie bajo los brazos, a la manera de las Piedades tardías de Miguel Ángel. Total, que desde 1973, una amplia maqueta del retablo de Lucio Muñoz (1962), más la Piedad y dos apóstoles de Jorge Oteiza se exponen en la colección de Arte Religioso Moderno de los Museos Vaticanos. La "Caja Vacía" es otra historia, pieza de la serie desocupación del cubo.

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