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Musicólogo

Un Veneno que contagia

La rumba y el blues-rock fueron, poco a poco, animando la fiesta

Nueva jornada del Metrópoli, y nuevo cambio de tercio en la banda sonora del festival. El martes era el día de Kiko Veneno, y horas antes de que el artista catalán saltara al escenario ya se escuchaba la rumba y los aires aflamencados en todas las carpas del recinto, tanto con música enlatada como con actuaciones en vivo. Así caía la tarde en una jornada en la que el público tardó en concentrarse frente al escenario y tardó en entrar en calor. Desde el escenario llegaban canciones conocidas y bien tocadas, pero no llegaba la energía que necesita esta música para levantar la fiesta. A base de canciones y con el repertorio de toda una vida, la gente comenzó a moverse poco a poco y llegaron los primeros bailes, que se fueron contagiando entre los asistentes, en un concierto de menos a más que terminó con el público entregado en el archiconocido "Volando voy".

Para llegar hasta ahí hicieron falta dos horas, y eso que Kiko Veneno arrancó fuerte con el clásico "En un mercedes blanco", pero en el escenario había demasiada corrección. No ayudaba la disposición de los músicos, porque la colocación en semicírculo restaba protagonismo a Veneno y dejaba libre el espacio central del escenario. Todo sonaba bien; las canciones discurrían con esa mezcla de rumba flamenca y blues marca de la casa, repartiendo juego por igual entre la guitarra española y la eléctrica de forma fluida. La batería estuvo implacable, y quizás lo único que se echó en falta fue el juego y la variedad tímbrica que habrían proporcionado unos teclados. Sobre esta base instrumental, la voz de Kiko Veneno sonó en su sitio; cuarenta años en los escenarios no han conseguido desgastar ese grano tan característico de una voz potente y afinada, con fuelle, chorro y cadencia.

"El blues de Memphis", la famosa versión de la canción Dylan, fue el primer tema que la gente empezó a corear; luego llegó el rock de "Traspaso", y después una copla flamenca: "No cuesta dinero". Cuando sonaron "Coge la guitarra" y "Estaba lloviendo" ya se apreciaba el movimiento entre el respetable, y con "Echo de menos" llegaron las palmas y los brazos arriba. Antes había sonado "Me siento tan feliz", que hizo a muchos revivir la presencia del cantante en "La bola de cristal". Pero la fiesta con mayúsculas llegó en los bises, donde encadenó "Lobo López", "Joselito" y "Volando voy"; era difícil no contagiarse del impulso de estas canciones, y la gente acabó ovacionando a Veneno y pidiendo más.

La sensación inevitable es que este concierto podría haber dado más de sí, quizás con mayor implicación y entrega por parte de Veneno, quizás con algo más de movimiento en el escenario por parte de sus músicos o entre el público. Pero al final acabó imponiéndose la fuerza de un repertorio que contagia el movimiento y que, por acumulación, genera la fiesta.

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