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Violencia futbolística

Los lobbies financieros se muestran tolerantes con miras a que el gran negocio del fútbol no se hunda

"Nosotros los mercenarios, no tenemos gloria, sólo botín"

Jenofonte

Este artículo persigue, por encima de todo, rechazar la violencia de energúmenos fascistas, cabezas huecas, llevada a cabo en las capitales francesas sedes de la UEFA 2016. Al hilo de ello, aunque pudiera ser una indiscreción por mi parte, trato de introducir elementos para la reflexión. Por ejemplo. ¿Por qué los parlamentos de países europeos y demás organismos internacionales no toman iniciativas políticas, policiales, judiciales y mediáticas para contrarrestar semejante violencia en línea a las aplicadas contra el neologismo occidental yihadista dentro del islam político? ¿Qué intereses inentendibles para los ciudadanos pueden darse para que no se adopten? ¿Los grandes monopolios de la información están a la altura de la dimensión del problema o, por el contrario, se mantienen en la tónica que marcan los parlamentos en cuestión?

Parto del razonamiento de que en las últimas décadas los estadios de fútbol han servido como refugio a los grupos violentos en donde daban rienda suelta a sus instintos de odio, insulto y agresión. Los clubes de fútbol, como quedó demostrado, contemporizaron con la forma de actuar de estos vándalos a sabiendas de que representaban lo peor de la especie. Transigieron en facilitarles locales donde guardar banderas de simbología nazi y útiles para la agresión, defensa y ataque.

Es decir, había conocimiento real de lo que se estaba incubando pero no se rompió el vínculo, sino que, por el contrario, se dejó que el huevo de la serpiente se resquebrajara y el ofidio reptara y procesara su instinto venenoso ante los reclamos futbolísticos de máxima expectación que suelen concentrar, en sentido real, a ingentes masas de ciudadanos. Algunos clubes no han entendido aún que no deben alentar esta clase de perjuicios por inoportunos y molestos que como se demuestra terminan produciendo el desorden social en las gradas de los estadios y en la calles.

Los grupos mediáticos que hoy monopolizan la información no van más allá de la simple información de la refriega de, lo que deduzco, que asfixian cualquier iniciativa proclive a profundizar en el fondo del problema debido quizás a la merma económica que supondría para los mercados de negocio, es decir, el poder político, el visual, el mediático y el de todos los estamentos deportivos. De forma supuesta quizá ese sea el motivo para no querer desentrañar el juego violento y prefieran seguir manteniéndolo.

Un dato, por si sólo, no dice nada; todos juntos nos harían comprender lo que se aprecia a primera vista. Y, lo que se aprecia, es que no es un hecho aislado ni desperdigado lo que está aconteciendo. Lo de estos vándalos es una ideología ultranacionalista in crescendo que ha llegado para quedarse en bastantes parlamentos y órganos de decisión política de los países de la UE. y, en otros, se ha quedado a las puertas esperando su entrada.

Esta ideología neofascista e intransigente da alas y oxígeno a estos grupos organizados para salir a la caza de emigrantes y todo lo que tiene que ver con el racismo, la homofobia y la xenofobia. También vemos con estupor como estos grupos violentos se adiestran en determinados países como grupos paramilitares para contrarrestar a los cuerpos policiales, adueñarse de la calle y sembrar el miedo y el terror entre la población.

Se cobijan a la vera del fútbol. El deporte de masas por excelencia y al que se ha convertido en primera página nacional por razones obvias. Es, casi con seguridad, el que más dinero produce, controla, maneja y rentabiliza. Por lo tanto y, en modo supuesto, no produce extrañeza que los diversos lobbies financieros se muestren tolerantes con la actual situación con miras a que el gran negocio futbolístico no se hunda. En el fondo, lo que les están transmitiendo a los violentos aunque, suene duro, es que mientras actúen en masa y sean tantos serán respetados. Estos hechos, para cualquier observador político o persona medianamente comprometida con el talante democrático y pacifista no se le escapan.

El propio sistema también forma parte del juego en cuanto a no dar alternativas atrayentes y reales a los jóvenes. Ante esas carencias, una buena parte de ellos, captados por los violentos terminan en los estadios de fútbol jaleando al jugador maltratador de género y linchando al joven arbitro por su homosexualidad.

Y, ojo, que el cortometraje de suspense que se refleja sobre la pantalla no disipa dudas en cuanto a si la serpiente seguirá creciendo o si, por el contrario, aparecerá un David dispuesto a cortarle la cabeza. Sinceramente nos queda a todos una gran tarea que acometer si no queremos que la violencia futbolística nos lleve por delante.

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