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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Pequeños abusos

Las comisiones festivas presionan al Ayuntamiento para que les pague hasta la factura de la Sociedad General de Autores

Un considerable número de galardonados con el premio Nobel han firmado un manifiesto en el que se advierte a la organización supuestamente ecologista Greenpeace acerca del peligro de sus campañas en contra de los alimentos transgénicos. Esta asociación transnacional del ecologismo ya es mitad altruismo mitad negocio. Hay miles de voluntarios, sí; pero al tiempo tiene profesionales que trabajan para la organización. Necesitan, por lo tanto, alimentar la caldera de su propia subsistencia con la incesante obtención de fondos, bien de subvenciones de diversos estados, bien de donativos de bienintencionados ciudadanos. Para ello, precisan de campañas de publicidad y de acciones propagandísticas. Algo tiene Greenpeace, una cara oculta, que no es mostrable al gran público y algunas de sus maniobras en la sombra, de conocerse, es probable que merecieran la reprobación del público. De momento, la oposición acientífica de los alimentos transgénicos, que nadie ha demostrado sean perjudiciales para la salud, han merecido la reprobación de más de cien premios Nobel que se han atrevido a pinchar un globo ya demasiado hinchado.

En nuestro pueblo tenemos algún que otro globo de estos que han tomado un tamaño mayor del que pueden soportar los materiales de que están hechos. He ahí, sin ir más lejos, las conocidas como fiestas de "prau". No quieren pagar a la sociedad de autores, la SGAE, o de hacerlo, ya andan rondando al Ayuntamiento para que lo haga a su costa. Al no tratarse de empresas con ánimo de lucro ni, mucho menos, cobrar entrada, las cuotas de la SGAE son relativamente modestas, pero a los organizadores les parece demasiado. El caché de la orquesta de turno que pone el necesario ruido sí lo pagan, pero pretenden que los autores de las piezas que interpretan se queden a dos velas.

Ya hace años que esas veraniegas fiestas nocturnas salpicadas por los alrededores de la urbe han dejado de ser instrumentos para el entretenimiento de la población de los alrededores y se han convertido en una especie de atractivo para la juventud borracha, de tal forma que se ha establecido una especie de competencia entre los organizadores de estos eventos por ver cuál de ellos obtiene mayor número de asistentes. Esto, que puede parecer banal, tiene su importancia, más allá de lo simplemente deportivo: de la asistencia dependen los ingresos del chiringuito de la fiesta, la barra donde se expenden las bebidas alcohólicas y de cuya caja depende la mayor parte de los ingresos que es capaz de obtener la directiva, porque por no existir ya ni papeletas para la rifa de la "xata" se venden entre los vecinos y allegados del lugar.

Los partidos de la oposición se han apuntado con encomiable espíritu populista a la reclamación de los organizadores de fiestas para que el Ayuntamiento se implique en la solución de lo que se considera un problema. Recordemos que estas fiestas repartidas por el concejo ya reciben su pequeña subvención consistorial. Lo que se esconde en realidad bajo el inocente término de "implicación municipal" es que el procomún pague más, guste o no del ruido que hacen los grupos musicales o de la inmoderada ingesta de alcohol.

Alguna de las antaño pintorescas aldeas, ya se han convertido en zonas urbanas y hasta exigen la ocupación de un bien cuidado parque municipal para montar en él sus tenderetes festeros y consideran la negativa un ataque a su querido fiestorro, como si no hubiera en el barrio bares suficientes en donde calmar la necesidad alcohólica del personal.

No, las llamadas fiestas de "prau" ya no tienen nada de lo que pudieran haber sido pongamos hace cuarenta o cincuenta años. Ya la municipalidad, con mejor o peor acierto, organiza sus propios circos; así que si algunos animosos se deciden a organizar por los alrededores alguna fiesta que lo hagan, por favor, a expensas de sus propios recursos sin pretender mordisquear del presupuesto. Y que los diversos opositores municipales se contengan a la hora de pedir cualquier cosa con tal de no quedarse atrás a la hora de quedar bien con todo el mundo. No. El ayuntamiento no está como para meterse a mediador entre las comisiones de fiesta y los autores.

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