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Presidente de la Federación Vecinal Urbana (FAV)

Por les fiestes de prau, populares y de barrio

Argumentario en favor de la defensa de las celebraciones asturianas, que sufren una situación de riesgo

Con la llegada del verano, la geografía xixonesa se llena de celebraciones populares y de barrio que venimos conociendo como "fiestes de prau". Estos últimos años, estas festividades han comenzado a enfrentarse a serios problemas como la proliferación del "botellón", la reclamación de derechos de autor por parte de la SGAE o la disminución sustancial de las ayudas públicas.

No deja de haber, como en todos lados, grandes detractores de las fiestas de prau o lo que al menos ellos entienden por fiestas de prau, prácticamente declarándolas en peligro de extinción. Artículos como el publicado el pasado miércoles por Alejandro Ortea en estas páginas indican el profundo desconocimiento de algunos y algunas sobre lo que supone para unos vecinos y vecinas organizar una fiesta de prau. Quizá la mayoría no lo sepa, pero para que fiestas tan populares como las de La Camocha, Granda o Mareo se realicen hay personas altruistas y que de manera desinteresada (y perdiendo su propio dinero en muchos casos) se desviven por ello.

Como parte de una asociación organizadora de una fiesta de prau sé que los agradecimientos por el trabajo no serán grandes, tampoco pretendemos que los sean, y que al menor fallo la crítica de muchos será afilada, pero lo que sí que no podemos tolerar es la mentira sobre nuestro esfuerzo.

Las personas que desde el movimiento vecinal dinamizamos nuestros barrios y parroquias, no sólo desde la reivindicación social diaria sino desde la organización de muchos eventos festivos, hacemos ese trabajo de manera totalmente gratuita. Esta primera aclaración es importante, porque no es ni la primera ni será la última vez que mucha gente se pregunte si tal o cual dirigente vecinal o las personas que pertenecen a una comisión de fiestas cobran por hacer ese trabajo. Todos nuestros cargos (yo prefiero llamarlo responsabilidades) son gratuitos, aunque en honor a la verdad, diríamos que en la mayoría de los casos nos salen a pagar.

Y no sólo a nivel monetario, sino a nivel personal y familiar. Son muchísimas las horas y las fuerzas que todas estas personas dedican a la celebración colectiva, sacrificando en muchos casos sus individualidades por la satisfacción de la mayoría.

Con veintisiete años entiendo el fenómeno del "botellón", pero también comprendo muy bien los efectos perniciosos que tiene para nuestras fiestas populares. Creo que los problemas entre partes se enfrentan forjando consensos, y el mejor consenso en este tema no es la persecución sino la adaptación de todas las partes en precios, calidad y responsabilidad colectiva de que para que algo sobreviva es necesario cuidarlo. El equilibrio es frágil, pero debemos intentarlo.

Si fueran pocos los ya innumerables escollos a los que nos enfrentamos, las recientes reclamaciones de la Sociedad General de Autores (SGAE) a las asociaciones y comisiones de fiestas parece que dan la puntilla a ese equilibrio. Nos hemos cansado de decirlo, alto y claro: nosotras y nosotros respetamos los derechos de autor, creemos que un autor merece percibir ingresos por su trabajo creador, pero no entendemos que de esta forma.

Son innumerables las razones por las que una asociación o colectivo sin ánimo de lucro como nosotros no deberíamos abonar el canon que nos exige la SGAE. Entre ellas, la más que evidente carencia de beneficios por el uso de las creaciones culturales. En las fiestas de prau no cobramos entrada, no somos excluyentes, somos, fuimos y seremos fiestas populares.

Por último me gustaría desde estas líneas dar las gracias a todas esas personas que de manera colectiva y desinteresada trabajan por sus barrios. Por hacer pervivir, o renacer en algunos casos, las fiestas populares. Alejados del minimalismo y el postmodernismo que nos intenta invadir, potenciando un ocio alternativo basado en la simbiosis entre la tradición y los nuevos tiempos. No es extraño encontrar la rifa la xata, la fiesta de la espuma o la alborada popular en perfecta sintonía, haciendo de estas fiestas un espacio de encuentro intergeneracional. Apostando por los grupos asturianos en muchos casos y manteniendo viva la llama de unas fiestas que, como decía un amigo andaluz (profesor universitario él) hace unos días cuando visitamos una romería, "debería ser patrimonio inmaterial de la Humanidad".

Escribo estas líneas desde el Tolivia Fest, donde algunos dirán que sólo se consume alcohol, y yo digo que lo que se muestra es cómo un grupo de irreductibles se niega a que su pueblo pierda la alegría que siempre tuvo.

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