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Compañero y miembro del claustro del CIFP de la Laboral

Despedida a un generoso profesor

(Palabras de despedida a Luis Fernández en último claustro del Centro Intregado de FP de los Sectores Industrial y Servicios, antigua Universidad Laboral).

Es posible que alguno no encuentre sentido a lo que voy a decir. Es posible también que no estéis de acuerdo, o quizá incluso discrepéis abiertamente, con estas palabras. Pero, para mí, este claustro no es como los demás. Hoy me embarga la sensación de que nos quedamos huérfanos. Se nos va el último ilustre de una generación para los que la Laboral es más, mucho más, que un centro de trabajo. Casi me atrevería a decir que significa un sentimiento.

Resultaría excesivamente osado afirmar que te conozco mejor que ninguno de los que aquí estamos. Pero posiblemente sí sea el que te contempló desde escenarios más diversos. En aras de ser breve, sólo unas pinceladas.

Allá por el año 78 me tocó encabezar la lista del primer aula en el que entraste. Y como les sigue pasando a nuestros alumnos de ahora, a pesar de que no fuese capaz de apreciar casi nada, y al margen de la anécdota que suponía tu estética rompedora, zuecos incluidos, sí recuerdo el énfasis que ponías en desarrollar nuestra capacidad analítica. Después te aguanté como jefe. Aquellos gratos años del CFID en los que, a pesar de los desencuentros que tuvimos, no menor en algún caso, era un placer trabajar. Nos llevaste con guante de seda, sacando lo mejor de aquel equipo que dirigías con destreza. No en vano se alcanzó el reconocimiento tantas veces puesto de manifiesto por los cientos de congregados que pasaron por sus aulas.

Y, ya al final, te tuve de compañero. Las más de las veces compartiendo trinchera. Y me quedo con este acto de la función. Porque, después que la administración perpetrase contigo la mayor ignominia que contemplé en mi vida -los polémicos "cuatro ceros" asignados a su propuesta de dirección-, me demostraste un comportamiento ejemplar. En vez de caer en el desánimo, te sirvió de revulsivo. Emergieron tus potenciales con determinación y lo irradiaste entre nosotros. Empujaste generosamente por la Laboral como no había visto antes. Como dije hace bien poco, no tenías que jubilarte nunca.

Por eso, y más, gracias Luis, maestro. ¡Que te vaya bonito!

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