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Historiador

Empecemos por contar con Gijón

Lástima que el acuerdo plenario de conservar adecuadamente El Sucu no obtuviese el apoyo del equipo de gobierno

Hace un año que desde estas mismas páginas hacíamos hincapié en la necesidad de conservar adecuadamente el cementerio de Ceares, o de El Sucu como también se denomina, atendiendo a su interés patrimonial. Menos de doce meses después existe un acuerdo plenario del Ayuntamiento de Gijón para proponer su integración en la Ruta Europea de Cementerios y, lo que más interesa, un proyecto de intervención para su mejora que implica una inversión próxima al medio millón de euros.

En pocos asuntos locales han cambiado las tornas tan rápido y además con la paradoja de tratarse de un proceso promovido desde el Ayuntamiento, como corresponde al tratarse de un equipamiento municipal, pero que no recibió el apoyo explícito del equipo de gobierno en el correspondiente pleno por lo que este cambio de giro llega gracias al consenso alcanzado por toda la oposición.

El argumento que oficialmente ha trascendido para esta solitaria resistencia es la supuesta falta de interés desde el punto de vista turístico del principal cementerio municipal, una pirueta argumental que de inmediato hace recordar la tradicional expresión que menciona la nula relación entre el tocino y la velocidad.

Todo quedaría en una anécdota si no fuese porque es evidente que este razonamiento parte del desconocimiento de cuatro cuestiones esenciales.

La más simple es que hablamos de un equipamiento cuyo propietario, el Ayuntamiento, está obligado a conservar, mantener y mejorar.

A esta sigue otra más relevante: estamos hablando de un recinto que cuenta con 140 años de antigüedad cuyos valores históricos y artísticos han hecho que muchos de sus elementos se encuentren protegidos por el Catálogo Urbanístico municipal y también estén incluidos en el Inventario del Patrimonio Arquitectónico de Asturias. De hecho esto obliga al propio Ayuntamiento también a la vigilancia de aquellos bienes catalogados de titularidad privada para asegurar su correcta conservación, e incluso a hacerlo de manera subsidiaria si fuese necesario.

También se obvia que el valor intrínseco reconocido al patrimonio funerario responde a criterios internacionales ya consolidados desde principios del presente siglo, tal y como recogen la Declaración de Newcastle y la Carta Internacional de Morelia desde 2005.

Finalmente, se olvida que Ceares es un fiel reflejo de Gijón y de su historia contemporánea. Los mismos creadores que levantaron la ciudad de los vivos participaron en la construcción de la ciudad de los muertos, y así nos podemos encontrar en El Sucu con obras representativas de Manuel del Busto o de Joaquín Rubio Camín, por ejemplo. Algunos de los hombres y mujeres ilustres y conocidos que participaron en el crecimiento y pujanza de Gijón reposan allí, junto con otros muchos anónimos para la sociedad pero no menos responsables de aciertos y esfuerzos. Distintos credos y cultos tuvieron acogida en Ceares y dejaron su huella, al igual que lo hicieron episodios traumáticos como los que representan la fosa común y el paredón vecino.

Es evidente que la cuestión no es si Ceares es un punto de interés turístico, lo sonrojante es eludir que Ceares es una pieza más de nuestro patrimonio, en este caso funerario, que suma arquitectura, escultura, artes aplicadas y urbanismo. Además de su uso como cementerio, su valor es el propio de un museo al aire libre. Pero un museo con muchas piezas deterioradas, sin identificar, sin ninguna orientación que facilite su visita contribuyendo a dificultar su comprensión. Y eso es algo que, más que a los turistas, afecta a los locales. De hecho es a gijonesas y gijoneses a quienes más puede sorprender, por ejemplo, que algunas de las mejores vistas de Gijón y su concejo se tengan desde la atalaya que es el cementerio.

Incluso si atendemos al punto de vista turístico, Ceares es un recurso que suma, algo que complementa a los demás valores que poseen la ciudad y el concejo. El problema es que parece que desde el Consistorio eso no se tiene claro y, quizás, ese sea el meollo de la cuestión ya que algo extraño hay en querer defender Gijón sin contar, sorprendentemente, con Gijón.

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