Por más que las nubes se empeñen en esconder el sol del verano gijonés ya nadie duda de que la ciudad afronta uno de esos estíos que van a marcar época y que van a enseñar, por fin, la salida de una crisis que se nos antoja eterna. Gijón necesita llenos veraniegos para satisfacción propia y para la de los miles de visitantes que ocupan sus calles y zonas de ocio en demostraciones sin igual. El llenazo del domingo pasado con motivo del festival aéreo fue sin duda un anticipo de lo que que queda por venir en el tramo veraniego pendiente. La ciudad se conforma con que no llueva porque los días nublados los lleva con una elegancia sólo al alcance de una comunidad como ésta. El gentío no provoca la rotura de ninguna costura gijonesa porque la situación aconseja que todo aguante para poder llegar al sereno otoño, que está más a la vuelta de la esquina de lo que parece sin daños mayores. Gijón vive uno de esos veranos que llenan de orgullo ciudadano.
