La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Inscriptio Gasparis de Jovellanos

La intervención del prócer en la decisión de erigir una estatua a Pelayo en Gijón

De las inscripciones latinas que figuran en la estatua de don Pelayo, la que corresponde al costado derecho, el que mira al norte, y que es la más breve de todas, se debe a la mente y a la pluma de Jovellanos según reza la propia inscripción que termina con estas palabras aclaratorias: "Inscriptio Gasparis de Jovellanos" . De esta manera los gijoneses de antaño cumplieron una deuda que tenían contraída con él desde hacía más de un siglo.

El 4 de octubre de 1782 entró en el Ayuntamiento de Gijón el escribano y administrador de propios Tomás Menéndez Jove, quien, habiendo pedido y obtenido licencia para hablar, dijo que el Consejero de Órdenes, Caballero de Alcántara, el señor don Gaspar de Jovellanos, le había entregado a su partida de la villa una instancia conteniendo un proyecto para que lo manifestase al Ayuntamiento, como así lo hizo, cuyo tenor fue recogido íntegramente en el libro de actas. Se trataba de un plan de mejoras para la villa en el que entre otras cosas proponía que se hiciera "una buena plaza para Gijón" en la que se pusiera "uno de aquellos adornos que al mismo tiempo que contribuyese a hermosearla, perpetuaría la memoria de un héroe cuyas virtudes deben la mayor veneración, y un eterno reconocimiento, no sólo de esta villa, sino también toda la monarquía de España". Hablaba de una estatua a Don Pelayo, "monumento -decía- que todavía no debió aquel Rey a la Nación que redimió de esclavitud y que acaso no tendrá jamás si la gratitud de los asturianos no se la consagrase".

Atentos a la voz de este oráculo, que tal ha sido siempre Jovino para sus paisanos, creyendo firmemente sus palabras, muchos eran los que el 5 de agosto de 1891, hoy hace 125 años, se enorgullecían de haber inaugurado en Gijón la primera estatua dedicada al héroe de la Reconquista. Pero no era así. Jovellanos había pasado por alto el gran proyecto escultórico de los reyes hispanos que habría de coronar el Palacio Real y en él la imagen de Don Pelayo que habría de realizar el escultor Juan de Villanueva conforme a las bases descriptivas del padre Martín Sarmiento. Es verdad que esta estatua no llegará a ocupar su destino, y hoy se alza en los jardines de la plaza de Oriente. Pero Antonio Ponz enviará algunas de ellas a distintas ciudades; así por ejemplo, a Toledo llegaron entre otros los reyes godos Sisebuto, Wamba y el último, Recaredo. Hubiera podido Jovino pedir la intercesión de su amigo para que la del héroe de la Reconquista fuera enviada a Gijón. De todas las maneras no se trataba de una estatua levantada por un municipio.

Jovellanos parece desconocer además otra estatua de Don Pelayo, la que coronaba el arco de la Puerta Castillo, en León, puerta decumana o puerta norte de la muralla por donde partía el camino real a Asturias. De ella nos habla Ponz en su Viaje por España y téngase en cuenta que las noticias de León en parte le fueron suministradas por Jovellanos. Había sido levantada en 1759, obra del escultor Francisco Velasco. A sus pies en letras doradas, hoy descoloridas y borrosas, figuraba una bellísima inscripción latina en honor del héroe patrio, que reproduce Antonio Ponz en su obra cuya primera parte dice:

verae clarissimaeque gothorum regum soboli

inmortali hispanicae libertatis vindici

fortissimo duci

optimo principe

pelagio?

(Al muy poderoso caudillo y excelso príncipe Pelayo, del linaje auténtico y preclaro de los reyes godos, protector inmortal de la libertad de España)

Al final de su plan de mejoras, leído y aprobado por el Ayuntamiento gijonés, incluía Jovino cuatro inscripciones: la primera para el Muelle, que hoy figura cerca de la escalinata del muro que forma la cuesta de la Colegiata al comienzo de la calle Claudio Alvargonzález; la segunda para la Puerta de la Villa o del Infante, cuya primera piedra había colocado poco días antes, a la parte que miraba a la carretera junto al escudo real; la tercera para la fuente principal de la villa; y "la última -decía- para que esté reservada por si algún día logra Gijón tener una estatua del ilustre héroe de la Nación, el buen Rey Don Pelayo":

Infans Pelagius

e gothorum sanguine Regum

Hispanicae libertatis, Religionisque restaurator.

S.P.Q.G.

Regali Civi donum dedit

Destaca la brevedad y concisión, dado el fin para el que iba a servir. Por eso emplea el nominativo: infans Pelagius, restaurator; en cambio, la de León, habría de cubrir un plinto rectangular y tiene un carácter conmemorativo, usando por ello el dativo: soboli, vindici, duci, principe, Pelagio (al linaje, al defensor, al caudillo, al príncipe, a Pelayo).

Cuando en 1785 se termine la Puerta de la Villa, Jovellanos pensará colocar en ella a la parte que miraba a la calle Corrida, entonces llamada Calle Ancha y Larga de la Cruz, junto a la figura de Don Pelayo en relieve, la inscripción que destinaba para la estatua, pero en dativo: "Infante Pelagio? restauratori" (al Infante Pelayo? al restaurador). Además pensó añadir las siglas P. C. para indicar que la puerta se había construido con el dinero de los ciudadanos (Peculio Civium). Pero su hermano Francisco de Paula le aconsejó que no lo cambiara. No obstante, la inscripción que figuró en la Puerta de la Villa tuvo eso sí, un pequeño cambio respecto a la que aparece en el Plan de mejoras de Jovellanos: al final se leía Dedere (dedicaron), plural referido al ayuntamiento y al pueblo de Gijón (S[enatus] P[opulus]Q[ue] G[ejionensis]),en lugar del singular Dedit (dedicó). Además llevaba fecha: Anno D. N. J. C. MDCCLXXXVI. La inscripción actual no lleva fecha pero conserva el plural dedere y es por tanto la misma que llevó la Puerta del Infante.

En cuanto a la originalidad del texto, no parece tener mucha, sino más bien estar inspirada en la de León: "e gothorum sanguine Regum" recuerda a "gothorum regum soboli"si bien contrasta soboli (sobolis: linaje), latín clásico, frente a "sanguine" (sanguis: sangre) expresión de más fácil traducción. Otro tanto puede decirse de "Hispanicae libertatis...restaurator" equivalente al del anónimo leonés: "hispanicae libertatis vindici", donde vindici (vindex: defensor, protector) es latín más culto que restauratori (restaurator: restaurador) que puede ser entendido fácilmente, porque. se llamaba entonces Restauración de España a lo que hoy llamamos Reconquista. La originalidad de Jovellanos está en hacer a Pelayo no sólo restaurador de la libertad, sino también de la religión (hispanicae libertatis religonisque restaurator), un elemento que el latinista leonés (especialista sin duda) ignora. Todo apunta, pues, a que Jovino sacrificó la pomposidad y erudición en favor de la brevedad y la inteligibilidad, dado el fin y el carácter popular que habría de tener el monumento.

Finalmente, frente a la inscripción leonesa en que se da al primer Rey de la Reconquista los títulos de caudillo o tal vez duque (duci) y Príncipe (principe), Jovellanos le da el título de Infante (infans) que sólo le dan en su tierra sus paisanos. Ahora bien, más original todavía es sin duda ese "Regali civi" (literalmente: "al regio ciudadano") con que parece eludir la palabra rex (rey) que figura hoy en las otras tres inscripciones de la estatua, y con la que parece adelantarse a tiempos modernos donde un rey es un ciudadano más al servicio del Estado. Y es que en tiempos de Jovellanos en Gijón costaba trabajo llamar a don Pelayo, Rey, por eso la Puerta de la Villa que llevaba su efigie y su nombre será la Puerta del Infante, y la plaza donde se alzaba, la Plazuela del Infante.

Compartir el artículo

stats