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Director de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias

Los vientos ilustrados dejaron sin peluca a Jovellanos

Un asunto simbólico y estético como prueba sencilla del carácter aperturista del gijonés

Un año más, los gijoneses conmemoramos y celebramos el regreso de Jovellanos a su villa natal el 6 de agosto de 1811, después de una larga y penosa ausencia. Como recuerdo a su persona y a todo lo que le unía con Gijón y a sus paisanos, hemos elegido un pasaje de su vida que creemos poco conocido por algunos lectores.

En 1768 a Jovellanos le nombran alcalde del crimen de la Real Audiencia de Sevilla. Antes de partir desde Madrid se le aconseja que prescinda de la peluca utilizada por los magistrados y que se dejara crecer el pelo porque, según el conde de Aranda, lucía una hermosa cabellera. Nuestro ilustrado, por pura obediencia a su superior o por comodidad, asumió el cambio propuesto que, para su época, podía resultar hasta revolucionario. Con 24 años de edad, se adelantó varios años a las costumbres y moda. En Madrid, en el momento de ser nombrado magistrado para la Audiencia de Sevilla, antes de partir para la capital andaluza, mantiene una entrevista con el conde de Aranda, entonces presidente del Consejo de Castilla. Este le sugiere que abandone la peluca, costumbre muy arraigada entre los magistrados.

Según su primer biógrafo y amigo, Ceán Bermúdez, las palabras del conde de Aranda, fueron: "Con que Vmd. estará ya prevenido de su blondo pelucón para encasquetársele como los demás golillas? Pues no señor: no se corte Vmd. el pelo: yo se lo mando. Haga que se le ricen en la espalda, como a los ministros del parlamento de París (aquí Aranda no parece que estuviera muy acertado pues la peluca era utilizada por los parlamentarios del Antiguo Régimen, no así por algunos enciclopedistas); y comience a desterrar tales zaleas, que en nada contribuyen al decoro y dignidad de la toga".

También nos consta, a través de un borrador incompleto de una carta en la que, al ser trasladado desde Sevilla a Madrid, pide permiso para seguir sin utilizar la peluca. Con aquella frase de Aranda y las intenciones de nuestro magistrado, parece razonable la interpretación de que Jovellanos nunca ha utilizado peluca, ya que contaba con su propio pelo.

En la iconografía existente sobre Jovellanos se puede observar las dos formas de representar al ilustrado asturiano. Desde nuestro humilde punto de vista, la inexactitud de algunos artistas pudiera tener su origen en que la ejecución de la obra se realizaba sin tener presente el modelo y con unos esquemas preconcebidos del retratado. Al contrario de lo que ocurre con la estatuilla de barro policromado, realizada por Cristóbal Ramos a los dos años de su llegada a Sevilla, en la que se aprecia el corte y el rizado del pelo con una marca visible de llevarlo atado en forma de coleta.

Hacia 1778, un pequeño retrato al pastel, de autor discutido, se le representa con peluca notándose la melena bajo la misma a la espalda. Años más tarde, hacia 1782, Goya, en el primer retrato que realizó de Jovellanos, le pinta con peluca (posiblemente basado en el pastel anterior) y, bajo ésta, sobresale igualmente su castaña melena en forma de coleta. Desconocemos la razón, aunque la intuimos, de estos dos retratos con peluca. Sin embargo en el segundo retrato realizado por Goya en 1798, Jovellanos de ministro, ya le representa con su pelo natural y con canas. Son muchas las imágenes y relieves que nos encontramos con variantes que lo muestran con peluca y sin ella, incluso sin pelo, como es el caso de la estatua levantada por Gijón, en 1891 en la plaza del Seis de Agosto, y otros conocidos relieves y grabados.

No cabe duda que el joven Jovellanos, veintidós años antes de la Revolución Francesa, aconsejado por Aranda, "cuya orden, aunque verbal, -en palabras de Ceán- era demasiado respetable en aquellos tiempos para no ser obedecida", se empleó duramente, por mandato superior, desde su alto cargo, en reformar el entramado administrativo de España. Comenzó a prescindir de la peluca de dignidad para ejercer el oficio de magistrado, y dejó de utilizar la capa de grana, las medias negras y los zapatos con hebilla de plata. Fue el primer magistrado en España que se presentó en los tribunales sin peluca, solo con su pelo natural.

Estos cambios llamaron la atención de los sevillanos. De nuevo Ceán vuelve a citar: "Pero lo que más llamó la atención del pueblo fue la falta de la peluca con el traje de toga, el buen orden y gracejo con que llevaba el pelo, su buen aire y su noble presencia; como eran días de semana santa, en que concurre a aquella ciudad mucha gente forastera con motivo de las procesiones y de la magnificencia del culto en la catedral, todos se paraban a mirarle y no se hablaba de otra cosa que del nuevo alcalde?".

Pero no fue solamente un asunto simbólico y estético por el que don Gaspar dio que hablar en ambientes rancios de Sevilla; entre otras costumbres y leyes, durante los diez años que permaneció a orillas del Betis, intentó suprimir la prueba de la tortura en el proceso de confesión a través del "Informe sobre la abolición de la prueba del tormento" y por "El interrogatorio de los reos". Soplaban vientos ilustrados, y en Sevilla ahondaron en la piel de nuestro gijonés, con más intensidad, durante las tardes de tertulia en casa del asistente de la ciudad, en el Alcázar, bajo un retrato de Voltaire, amigo personal del ilustrado Pablo de Olavide. Una tertulia en la que se conversaba de literatura, teatro, racionalismo francés e ideas, todavía avanzadas, para una España sumida en la oscuridad del absolutismo. Una época en la que Jovellanos llegaría a profundizar en una incipiente reforma del Derecho Penal al impulsar la introducción de las corrientes humanísticas que ya proliferaban por Europa, propulsadas por el marqués de Beccaria a través de su clásica obra "De los delitos y de las penas".

Unos hechos en la biografía de Jovellanos que justifican sobradamente el interés que tiene la figura de Jovellanos y su obra. Los gijoneses vivimos en continua relación con nuestro vecino; leamos su biografía y descubriremos un personaje irrepetible en la historia de Asturias.

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