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Profesor

Confucio y su aplicación a las oposiciones

Resolver plazas de profesorado basándose en diferencias de milésimas o centésimas no tiene fundamento y debería ser inválido

Vaya por delante que soy defensor de que el acceso a la función pública exige la realización de pruebas que permitan hacer estimaciones aceptables de las capacidades de los diferentes solicitantes para, clasificados de acuerdo con ellas, realizar la adjudicación de las plazas. Y esa creo que debe ser la función de lo que conocemos como una oposición: medir y clasificar.

Atribuyen a Confuncio la afirmación de que "cuando el sabio señala la luna, el necio mira al dedo". Observando el desarrollo de las últimas oposiciones a Educación tengo la sensación de que aquí el necio quedó absorto en la acción de clasificar y no fue capaz de ver que para ello es imprescindible antes medir, medir bien, y sobre todo ¡no afirmar algo que no se ha medido!

Dice el Centro Español de Metrología que "a la hora de expresar el resultado de una medición, es obligado dar alguna indicación cuantitativa de la calidad del resultado, de forma que quienes utilizan dicho resultado puedan evaluar su idoneidad. Sin dicha indicación, las mediciones no pueden compararse entre sí, ni con valores de referencia".

Se denomina incertidumbre a esa indicación de la calidad de una medida, y la forma más simple de estimarla es a través de lo que se conoce como cifras significativas. Así, si afirmo que entre Gijón y Oviedo hay 28 km estoy queriendo decir que la medida está comprendida entre 27 y 29 km, pero si dijese que hay 28,2 km estoy afirmando que esa distancia está comprendida entre 28,1 y 28,3 km.

Es obvio que mi afirmación no puede ser caprichosa, y depende de la capacidad que posea para realizar la medición. Así, si pedimos a un conjunto de personas que midan un segmento con una regla dividida en mm podemos aceptar estimaciones del tipo 30,6 mm, o 30,3 mm. Pero rechazaríamos, por erróneas, afirmaciones del tipo 30,52 mm ya que son obviamente superiores a la apreciación del instrumento de medida utilizado.

Aprovechemos la regla y pidamos a este grupo de colaboradores que nos midan dos segmentos para decidir cuál de los dos es mayor. Supongamos que del primer segmento nos dan las medidas: 30,4; 30,5; 30,4; 30,6; 30,5; 30,4; 30,5. Y que del segundo resultan: 30,4; 30,5; 30,4; 30,5; 30,6; 30,4; 30,6. Como todos tenemos calculadora (aunque sea en el móvil) nos es muy fácil calcular el valor medio en ambos casos. Se lo voy a facilitar: 30,5 en ambos (pueden comprobarlo). Parece que lo razonable es aceptar que, con los instrumentos de medida que tenemos, no podemos afirmar que uno sea mayor que otro.

Ahora es cuando interviene el necio, que observa que en su calculadora, con cuatro cifras decimales, la media del primer conjunto es 30,4714 mientras que la media del segundo conjunto es 30, 4857. ¡Problema resuelto! Se cree en condiciones de afirmar que ¡el segundo segmento mide 143 diezmilésimas más que el primero! Aunque para ello haya utilizado unas cifras que los medidores nunca pudieron poner (está leyendo 30,4000; 30,5000; etc.)

Hace unos años, en una conocida urbanización gijonesa, los vecinos decidieron que no podían repartir el coste del agua caliente centralizada (que circulaba permanentemente para reducir los tiempos de llegada al grifo) a partes iguales entre todos (de progres a propietarios), alguien (otro necio que no veía que lo primero es medir) les propuso poner un contador a la entrada de cada piso y otro a la salida, y pagar cada uno la diferencia de lecturas. Después de hecha la obra y puesta a funcionar se encontraron con que había vecinos ¡que devolvían agua caliente a la red!

La explicación a tan aparentemente extraña conducta estaba en los errores de medida: el caudal de agua que circulaba era tan grande frente al consumo que las diferencias se calculaban con los errores de lectura, y por tanto ¡No indicaban nada!

La ley del 70 reconoció las limitaciones en la apreciación de quien califica y propuso aquello (que muchos recordarán) de "muy deficiente", "insuficiente", "aprobado", "bien", "notable" y "sobresaliente". Dada la plasticidad de los números y su falsa sensación de precisión la LOGSE (que comenzó probando con evaluaciones no cuantitativas) volvió a las calificaciones numéricas pero con valores enteros. Después de 39 años de profesor (más 11 de alumno consciente) reto a cualquiera a que me demuestre que es capaz de evaluar, fiablemente, con una apreciación de décima de punto. Pero tengo la absoluta seguridad de que son inaceptables apreciaciones de centésimas o milésimas en las calificaciones.

Pues bien, en estas oposiciones se han tomado decisiones de apartar a profesorado, leyendo (como el necio) las cifras de la hoja de cálculo (la calculadora moderna). Gracias a la magnífica idea de expresar todas las medias con cuatro cifras decimales (como si el profesorado que pone un 6,5 hubiera puesto 6,5000) hay tribunales que se han atrevido a afirmar que había opositores/as que ¡les faltaban centésimas e incluso milésimas para llegar al 5 establecido como mínimo para pasar al siguiente ejercicio!

Según el Centro Español de Metrología se han tomado muchas decisiones sin fundamento, y por lo tanto son inválidas. Y si Confuncio tenía razón, ¡el panorama es aterrador! Lo que sí parece urgente es comenzar por un curso acelerado de estudio de errores de medida para responsables de la administración (desde arriba hasta nivel de vocal de tribunal).

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