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Profesor de Geografía e Historia

Asturias, lastre fiscal

Sobre el nivel de impuestos que es necesario y útil para progresar

De vez en cuando saltan a la prensa datos sobre el elevado nivel fiscal en el Principado de Asturias, por ejemplo sobre el denominado "céntimo sanitario", recargo tributario de varios céntimos sobre el litro de combustible, o sobre los impuestos de sucesiones, para poder recibir su legado. Así estos días se ha publicado que cada día cuatro asturianos renuncian a su herencia, o que una familia modesta debe renunciar a heredar un piso por tener que pagar 36.000 euros para poder disfrutarlo. Según el argumento a favor de una elevada fiscalidad, en una línea socialdemócrata o socialista, con mayores impuestos e ingresos se pueden financiar más políticas sociales, sanidad, educación, subsidios o pensiones, y por tanto se trata de una política progresista. El argumento en contra, desde una línea liberal o conservadora, es que el estado pequeño es más eficiente, y un bajo nivel de impuestos favorece la actividad y crecimiento económico y por tanto aumento consiguiente del empleo y los ingresos. La virtud está en el justo término medio, y la cuestión en determinar qué nivel de impuestos proporcionales es básico y útil, y cual exagerado y contraproducente. La demanda de servicios sociales siempre va a ser creciente, a pesar del aumento de la renta per cápita y sobre todo por el alargamiento de la llamada "esperanza de vida" (en realidad, edad media al morir), pues de dinero, como dice la canción, ya puestos, "todos queremos más". Un debate pendiente es como financiar las pensiones españolas de las próximas décadas.

Desde un punto de vista teórico el conde de Saint Simon en el siglo XIX, que se llamaba sí mismo fundador de una nueva religión, reconocía injusto tener privilegios por los méritos de los antepasados, por lo cual planteaba mejorar la sociedad con la supresión de la herencia y valorar a las personas solo por su propio mérito. Marx y los socializadores revolucionarios le consideraban utópico, por su carácter pacifista -convencer mediante el ejemplo eficaz- y no proponer la conquista del poder político, para la supresión y estatalización de la propiedad privada de los medios de producción (tierras, fábrica, comercio...), paso previo a la idílica propiedad común o comunista. En realidad aquel era un socialista romántico, en el contexto de la Europa de los nacionalismos decimonónica. La evolución histórica ha demostrado que lo más utópico, absurdo y cruel, es pretender imponer la igualdad de resultados personales, confundiéndola con la justa igualdad de oportunidades, pues cada persona tiene distintas características, intereses y aptitudes. Además, como necesariamente la igualdad tiene que hacerse por abajo, pues es imposible hacer rápido al lento o esforzado al vago, y por tanto boicoteando la iniciativa y el mérito, lleva socialmente al autoritarismo político y el estancamiento económico, como se ha evidenciado en la segunda mitad del siglo XX en Europa del Este. Asimismo, ¿es correcto castigar a los eficaces por haber creado riqueza, para premiar a los ineficaces, quienes no han querido o sabido o podido?

La dificultad por tanto estriba en lograr la síntesis complementaria, digamos que un liberalismo progresista, capaz de conjugar la eficiencia económica con la democracia social, el crecimiento de la riqueza con unos servicios sociales públicos avanzados. Debemos tener en cuenta también el contexto de las demás comunidades autónomas -quizás debería haber una relativa armonización nacional-, donde una rebaja impositiva puede atraer personas y empresas, y provocar a medio plazo unos mayores ingresos. La principal crítica al impuesto de sucesiones es que se trata de una doble tributación: se ha contribuido por lo ya pagado cuando se consiguió el dinero obtenido, y se vuelve a pagar al transmitir a la familia los bienes adquiridos. Puede parecernos injusto que alguien sea rico por los méritos de su tatarabuelo en siglos anteriores, pero también resulta patético que para poder heredar un piso de tus padres tengas que vender por el valor de una habitación. Acaso una solución intermedia y teóricamente más justa sería eximir de impuestos a los familiares directos, y comenzar una tributación progresiva en las siguientes generaciones. Como en el cuento de la gallina de los huevos de oro, cuyo dueño se creyó muy listo y decidió matarla para obtenerlos todos a la vez, y lo que consiguió fue quedarse sin la fuente de ingresos, en su caso se precipitó y pasó de listo, nos volvemos a remitir a las célebres "3P" del éxito: paciencia, prudencia y perseverancia.

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