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Agostos gijoneses

La visita del general Prim

De cómo los progresistas agasajaron en el verano de 1864 en Gijón al conde de Reus y héroe de Castillejos

Generalmente fueron los agostos meses felices para la Gigia "expansiva, explosiva, generosa y liberal", donde el pueblo cantaba que antes desparecerían obispos y capellanes que cantos, corricorris y romerías .

Mes de hogueras, de fuegos de artificio, de carreras de burro, de regatas de traineras, de pesca de sardinas, calamares y bonito. Mes de los toros. ¡Viva el señor que los trajo!

En 1861, don Rafael Tuñón, sujeto raro, pero ejemplar que bien merecería un estudio en profundidad de la pluma de Guzmán y Sancho, dio a luz a instancia de varios amigos aficionados al arte tauromático unos "lijeros" apuntes en la imprenta y librería de los Sres. Crespo y Cruz, plaza Mayor nº 26, sin comadrona, pero con el auxilio de obras facultativas que decía tener a la vista, un manual para la "inteligencia" de la lidia de toros, porque los toros llegaban a Gijón y el gijonés medio, no acostumbrado a tales espectáculos, "no sabía admirar científicamente la serenidad y bizarría de los lidiadores, que con destreza y conocimiento, eludían la saña e intención del corpulento bruto, haciendo inútiles sus pujantes arremetidas". ¡Casi nada!

Al señor Tuñón, calderetero insigne, muselista acérrimo y vecino de la calle de Santa Rosa, sus pares de la villa le apodaron como "el marqués de la Rosa"?

Agosto de 1864: entre otros festejos de traineras y comidas en Santa Catalina, se contó con la visita y presencia del General Prim en Gijón.

El héroe de Castillejos tuvo que salir "de cuartel" fuera de Madrid por orden del gobierno de nuestro paisano don Alejandro Mon, y el general escogió Oviedo para su "cuartel"; y por su casa, reservó las mejores habitaciones de la "Fonda de Manteola". Un mes duró, día más, día menos, su forzado "exilio en el cuartel de Manteola".

Los progresistas astures acogieron al conde de Reus, siempre conde de Reus tratándose de asuntos de política y partido, con los brazos abiertos. El marqués de Campo Sagrado le retuvo, casi a viva fuerza en su palacio de Oviedo, la noche de su llegada; le agasajó en su magnífica posesión de villa, que en el siguiente octubre sería morada de la reina madre, Dª. María Cristina, madrina de boda del general; fue su compañero abnegado en las horas septembrinas de enfermedad y dolor.

El general honró el agosto gijonés con su presencia. Aquí residían dos de sus grandes amigos progresistas: el "exconsituyente" don Servando Ruiz Gómez, y el que había sido su ayudante en la guerra africana, el laureado gijonés, ascendido a brigradier en aquella tierra, don Cándido Pieltain y Jove Huergo, también en situación de alejamiento o de "cuartel"?

Don Servando, que recibía en su palacio de Contrueces, según Sagasta, con la suntuosidad y riqueza de un cardenal romano, ofreció por la octava de "la Ascensión", antigua fiesta de la Gigia destronada por Begoña, un gran almuerzo de cien cubiertos, al ilustre general con presencia del Alcalde Riego y Tineo, el Brigadier Pieltain, Mateo Alvargonzález, su agente de negocios en Asturias, Victoriano Argüelles, Borbolla... Tres días llevaba Prim en Asturias y era su tercer gran convite. Y al momento de los "brindis", con la copa en la mano, reordando ante los suyos que Mon le había prohibido hablar de política, dijo: "Brindo por los muertos, por Pelayo y el general Riego, o lo que es lo mismo por la independencia (de Roma) y la libertad de mi patria".

Pasaron los días, y siguieron los banquetes políticos y de amigos, dos en Oviedo, dos en Avilés, otro en Villaviciosa, dos más en Infiesto y Covadonga. Las comidas eran largas, muy largas; y abundantes, muy abundantes. Y tras el gran agasajo en Covadonga, volvió Prim a la Fonda de Manteola y aquejado de grandes dolores, y hubo de meterse en cama.

"Dolores por su condición de desterrado y por la situación de España", decía el buen Vicente Rodríguez, el capitalista madrileño que veraneaba en Llanes, al impaciente marqués de Camposagrado, que quería sangrarle...

¡Qué va!, al general Prim lo que realmente le dolía no era España, ni el "rodillo" absoluto con el que querían "arar" el reino el Padre Claret y el Rey Francisco (el don Paquito, de doña Isabel II), como tampoco le duele hoy España al señor Rivera, sino el miedo que tiene a desparecer del mapa en terceras elecciones bajo el rodillo de los aradores "milagreiros" del pulpo a feria, señores Rajoy y Rouco.

Lo que de verdad le dolía a Prim era la gota; la gota en los dos tobillos, que le impedía tenerse en pie: de tanto comer caza, salmón y puerco, y beber vino fuerte y negro de Cangas de Tineo, y aguardiente de Rivadavia; y hasta se le inflamó el hígado, y tuvieron que colocarle dos docenas de sanguijuelas. Y como no se le veía por los paseos, el insensato gobernador civil, que era algo aficionado, cosas de gobernadores y delegados, a las "oníricas", informó al señor Mon de que el general se había fugado (seguramente con la complicidad del de Campo Sagrado) a Portugal, para preparar alguna asonada, mientras Gijón ardía en fiestas?

A las 2 de la madrugada del 6 de setiembre, idos ya muchos bañistas, se declaró un voraz incendio en la calle más bonita de la población que estuvo a punto de destruir una manzana de casas, donde se encontraba el Casino. No se destruyó. Y el 17 del mismo mes, en el sorteo de la lotería celebrado en Madrid, el premio mayor de 30.000 duros, ¡una fortuna!, se vendió en Gijón, creo saber que en la lotería de Menéndez, en la calle Corrida, la más bonita. Redobles de tambor.

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