Principado y Ayuntamiento descubren a mediados de agosto que la maleza invade las carreteras y las autovías de la comunidad. Las riadas de vehículos que acudían, y acuden aún, cada día a Gijón avanzan, por ejemplo por la Autovía Minera, entre márgenes llenos de maleza o incluso por túneles sin iluminar en el trayecto hacia Gijón, lo que es aún más grave que la abundancia de hierbas y plantas invasoras. La maleza se convierte así en el símbolo de una región que se ve ocupada por preocupaciones más o menos inútiles y que no es capaz de abordar de una vez y en serio las necesidades capitales del millón largo de ciudadanos que ocupamos el territorio. La maleza nos invade, pero no hay hierba útil y con sentido que nos marque el camino para subirnos al carro de la tan cantada recuperación y buscar los objetivos que de verdad nos lleven hacia un futuro más prometedor que el que se atisba. La maleza no nos deja ver el bosque.