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Presidente del Partido Popular de Gijón

La autopista del mar y las mentiras de algunos

La competencia de Vigo, pese a repetirlo el PSOE, nunca fue el problema en la recuperación de la línea

Cuando vemos a la consejera socialista de Infraestructuras, Belén Fernández, congratularse por el inminente reinicio de la autopista del mar Gijón-Nantes, uno se da cuenta de que el Ministerio de Fomento tiene que estar haciendo las cosas realmente bien y su éxito en este asunto es incuestionable. Pero ella, incapaz de reconocer las evidencias -ni reconoce que Gijón es una ciudad contaminada-, dejó caer en la Feria de Muestras que "quien la sigue la consigue". Supongo que se refería al gobierno del PP y no se estaba atribuyendo méritos ajenos, porque durante todo este tiempo de negociaciones su consejería no se ha caracterizado precisamente por arrimar el hombro.

El proceso no ha sido nada fácil. A poco que hagamos memoria, recordaremos que, a finales de 2014, cuando LDLines suspendió este servicio, todo el mundo daba por muerta la línea Gijón-Nantes. Sólo se debatía si procedía o no enterrarla interponiendo una demanda contra la naviera para exigirle la devolución de las subvenciones percibidas.

Estábamos ante otra herencia envenenada del último gobierno socialista, ya que el contrato firmado en 2010 facultaba a LDLines para interrumpir indefinidamente el servicio si lo consideraba inviable. Y ello a pesar de contar con una ocupación media del 75 por ciento. Así que Fomento no tuvo más remedio que afrontar meses de compleja negociación para conseguir que la naviera francesa renunciara a sus derechos y permitiera el traspaso de la concesión de la autopista del mar a un nuevo operador.

Y, mientras tanto, los socialistas aprovecharon la inauguración de la conexión Vigo-Nantes para acusar al Gobierno de España de favorecer al puerto gallego en detrimento de El Musel. Así de sencillo: Mariano Rajoy era el responsable de haber perdido nuestra línea marítima porque prefería que la tuviera Galicia. Una tesis que la consejera Belén Fernández defendió siempre que tuvo ocasión. Ella que tanto la siguió y la consiguió. Ella que habla ahora de arrimar el hombro.

La realidad es que, por una cuestión de costes y de tiempo, la línea viguesa nunca ha sido un escollo para la restauración de nuestra autopista del mar. Las empresas que eran usuarias de El Musel no desviaron sus mercancías hacia Vigo y simplemente optaron por volver a la carretera. Basta un solo dato: la duración de la travesía desde Galicia, unas 35 horas, casi duplica el tiempo de tránsito que se registraba desde la terminal asturiana. Por no mencionar que la base de funcionamiento de ambas líneas difiere, pues Vigo no permite la carga acompañada y Gijón sí.

Pero tan burda ha sido la manipulación socialista que incluso parecía que la autopista del mar se había cerrado por la competencia de Vigo. Quizás el año electoral que dejamos atrás explique esa obsesión por repetir la mentira de que el gobierno del Partido Popular marginaba a Asturias. O quizás se trate de la típica táctica de los políticos incapaces: buscar un enemigo externo para tapar sus errores. La cuestión era ocultar la realidad de que la autopista del mar se acabó cuando se terminó la subvención que camuflaba su falta de rentabilidad económica. Una demostración más, por cierto, del fracaso de la cultura de la subvención que heroicamente sigue defendiendo la izquierda.

Pues bien, en corregir esta situación es en lo que ha estado trabajando el Ministerio de Fomento, capitaneado por la hoy Presidenta de las Cortes españolas, Ana Pastor. Sin falsas expectativas, con la cautela y la prudencia necesaria para no frustrar las negociaciones. No cabe ya duda de que Puertos del Estado ha dado un impulso definitivo para reanudar la línea marítima Gijón-Nantes, con una naviera asturiana, Transportes Riva, dispuesta a hacerlo. Y el gobierno de España ha obtenido ayudas de la Unión Europea para la adaptación del futuro barco, con vistas a su mejor aprovechamiento, y la realización de reformas en las terminales de ambos puertos.

Esta vez se van a hacer las cosas bien, sin subvencionar directamente la explotación y con las mayores garantías jurídicas para evitar que ocurra lo mismo que ocurrió hace casi dos años. Y es que, en el caso de la autopista del mar, hemos podido comprobar dos estilos de hacer política. La política basada en la sistemática mentira y la nefasta gestión. Y la política del trabajo discreto, constante y eficaz.

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