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Micropruebas

Un programa experimental de crowdfunding en Gijón y el riesgo de fiar la cultura al mecenazgo

El ayuntamiento de Gijón ha puesto en marcha un programa experimental para que los emprendedores de la ciudad -particularmente del sector cultural y tecnológico- prueben suerte en ese abrevadero tan socorrido para la financiación de proyectos, el crowdfunding, también llamado micromecenazgo aunque no en todos los casos lo es; sí en éste, puesto que la plataforma colaboradora será Verkami, líder en nuestro país en el denominado crowdfunding doméstico. Es el que busca captar pequeñas donaciones a cambio de dar al "micromecenas"una recompensa simbólica cuyo coste es lógicamente inferior al dinero donado. De lo contrario, no salen las cuentas.

A mí la iniciativa me parece muy oportuna-prevenciones aparte que luego les detallo- porque sucede con el crowfunding lo mismo que nos ha ocurrido a otra escala con la internacionalización. Nuestras empresas -en su inmensa mayoría pymes- piensan en clave de supervivencia en elmercado local y sufren horrores cuando se plantean cruzar fronteras con sus productos o servicios, aunque sea la de nuestros amables y siempre receptivos vecinos portugueses. Es un pánico que vamos superando, fundamentalmente gracias a la terapia de choque que ha sido la crisis: nos tiró a la piscina y la desesperación hizo el resto. Y así, en estos años tan duros, resulta que nuestra balanza comercial exterior ha mejorado. Debimos hacerlo antes.

En el caso del crowdfunding, lo que produce cierto lógico recelo es el desconocimiento acerca de ladinámica del sistema, sumado a la aversión que tenemos a equivocarnos. Mientras otros consideran el error como algo ineludible y hasta necesario en todo proceso de crecimiento empresarial, a nosotros nos sabe a fracaso y nos quita las ganas de andar con experimentos.

Así que nuestro equipo local de gobierno ha ideado este programa, ImpulsaCrowdfunding, una "microprueba" con formación, acompañamiento e incluso apoyo económico a empresas que quieran probar suerte en esta modalidad de financiación colectiva. Diez serán las elegidas de entre las que se muestren interesadas, así que, teniendo en cuenta los plazos previstos, podemos decir que a lo largo de este otoño, si nos asomamos a la plataforma Verkami, podremos ver en su escaparate un puñado de proyectos playos e incluso, en un ejercicio de pasión local, darles un empujoncito con una donación.

Del fenómeno de la financiación colectiva, consolidado ya en países como Reino Unido, Francia o Alemania, se han realizado ya muchos estudios y formulado muy optimistas vaticinios. Su valor salta a la vista: es un lugar de encuentro entre emprendedores -fundamentalmente creativos- y particulares con un perfil sensible y comprometido. De esta forma, se ha convertido en un auténtico canal de exploración y consumo cultural. Los proyectos se afinan para seratractivos y honestos ante la mirada del potencial mecenas y éste se siente inmerso en un verdadero laboratorio de ideas de las que puede ser partícipe sin prácticamente intermediarios.

A mí lo que me genera cierta prevención en todo este asunto es el fenómeno de transferencia de la responsabilidad y compromiso público con la cultura hacia la esfera privada, que depende exclusivamente de la voluntad y capacidad de dar del potencial dador. A los políticos patrios, que nos han estrangulado la cultura a recortes, se les llena la boca con el mecenazgo -en modo macro o micro- pero seguimos esperando por una ley que lo regule en España y, cuando la haya, por muy buena que sea, no va a propiciar la panacea financiadora cultural por mor de la dádiva ajena.

Es verdad que existen otras modalidades de financiación colectiva, se las denomina profesionales porque ya no se trata de microdonaciones sino de microinversiones: el que da no lo hace a fondo perdido, quiere recuperar lo invertido y sacar un rédito. La dinámica de funcionamiento es muy parecida, con plataformas de puesta en contacto entre proyectos y potenciales inversores pero en esa otra liga, más mercantil, juegan fundamentalmente las empresas tecnológicas y menos las creativas. Significativo.

Es magnífico contar con nuevos canales de promoción cultural y alentador que tantas personas estén dispuestas a no ser consumidores pasivos de productos culturales. Todo suma. Pero ojo con aprovechar esos nuevos formatos para eludir el compromiso que cada sociedad tienen con su cultura. A ver si después de acusar a los creadores de pedigüeños resulta que ahora no es triste pedir, siempre que se haga en puerta ajena.

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