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Musicólogo | Crítica / Música

Un "Baile de máscaras" discreto

El International Opera Studio presenta un montaje sobrio y equilibrado en lo vocal

El International Opera Studio (IOS) de Gijón cierra su segunda temporada ofreciendo un fin de semana operístico en el Teatro Jovellanos, y lo hace apostando por "Un ballo in maschera", una ópera con entidad de la "segunda etapa" de Verdi que reúne muchas de las virtudes escénicas del compositor italiano y consigue una gran unidad dramática integrando arias y coros dentro de la acción. No es una obra fácil, ni en lo musical ni en lo escénico, pero el IOS supo afrontarla con discreción y dignidad en una puesta en escena sobria y con un reparto equilibrado en las voces. Al contrario de lo que sucedió en el montaje de otras óperas por parte de este estudio, esta vez no hubo sopranos que eclipsaran al resto de personajes, sino que las voces sonaron compensadas, aunque ninguna consiguió lucir de manera clara en las numerosas arias y dúos con los que cuenta la obra.

El tenor Sebastián Ferrada, en el papel del conde Riccardo, dejó pasar las cuantiosas oportunidades del primer acto para lucir su voz, pero fue de menos a más manteniendo el tipo en el dúo con Amelia del segundo y consiguiendo la mayor ovación y el mejor número vocal de la noche con el aria "Ma se m'è forza perderti", del tercer acto. La soprano Morana Batkovic, en el papel de Amelia, tuvo su momento al inicio del segundo acto, con varios recitativos y el aria "Ma dall'arido stelo divulsa", que interpretó con buena intensidad dramática, acertados contrastes dinámicos y buena proyección, lástima que las dificultades en las transiciones hacia los agudos eclipsaran su papel en otros momentos de la obra. El primer acto fue para la contralto Charis Peden, en el papel de Ulrica, especialmente en el aria "Re dell'abisso, affrettati", donde demostró potencia y control en una línea melódica de amplio registro y cargada de intervalos distantes. Peden tuvo además una convincente actuación teatral en todo momento.

Otros intérpretes, como Natalia Labourdette (personaje de Óscar) y Juan Font (personaje de Renato) estuvieron correctos en sus intervenciones. Este último, desafortunadamente, vio eclipsada en el acto tercero la interpretación de "Eri tú", una de las arias operísticas para barítono más preciadas, por la proyección de un vídeo con una "bucólica" imagen maternal que por su tamaño captó toda la atención del público. Era imposible no salirse de la historia ante un anacronismo tan notable y difícil de justificar. Salvo en momentos puntuales como éste, la escenografía estuvo bien y suplió las evidentes limitaciones presupuestarias a base de la imaginación y el ingenio: el escenario correcto y buen uso de las luces, no así de las proyecciones que sobre todo en el último acto resultaron excesivas y recordaban a los salvapantallas de los PC.

El coro estuvo bien, con pocos números para lucirse pero con una importante presencia en escena. La orquesta también estuvo en su sitio; el papel más difícil fue el del director José Gómez, que logró darle continuidad dramática y fluidez a la obra a pesar de los desajustes entre las voces y el acompañamiento musical y de las puntuales desafinaciones (que también las hubo) de instrumentistas y cantantes. El público salió satisfecho del teatro, y es que en general la ópera sonó bien y logró transmitir la acción dramática.

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