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Pactos, ideologías, corrupción

Que las mayorías absolutas no son buenas para el ciudadano lo hemos visto claramente en la última legislatura del Partido Popular. Los populares aprovecharon la mayoría conseguida con un programa determinado, para ejercer un poder absoluto cuya primer medida fue olvidarse del programa que les dio la victoria. A partir de ahí, recortes en la economía y en las libertades, sumisión a la señora Merkel, y cinismo a la hora de ir capeando los casos de corrupción, los numerosos casos de corrupción que fueron aflorando y que Rajoy no duda en seguir llamando casos aislados.

En circunstancias normales, un parlamento como el actual o como el surgido el pasado diciembre podría ser una magnífica ocasión para formar un gobierno de concertación, o en solitario sometido a alianzas puntuales. La necesidad de pactar entre grupos de distintas ideologías es buena para evitar los extremos. Las posturas mas radicales de cada grupo tendrían que esperar a mejor ocasión para salir a la luz y las mas moderadas serían objeto de intercambio para llegar a esos acuerdos que hicieran posible la gobernabilidad del país.

Pero hay un problema. Con los resultados de diciembre o con los de junio, las necesidades de pactos no son entre partidos de distintas ideologías, son con un partido que respira corrupción por todos sus poros, que cada día ve cómo se van destapando nuevos casos, y que sigue negando la mayor, pese a las evidencias, en lo que es una lección magistral de cinismo y desprecio a la ciudadanía. Incluso permitiéndose lujos tipo Soria en plena negociación con Ciudadanos. ¿Puede haber mayor falta de respeto? En realidad no es de extrañar esta actitud, al fin y al cabo, a unos cuantos millones de ciudadanos no parece importarles y siguen votándoles, lo que les anima a seguir por el mismo camino.

Mientras tanto, los barones del PSOE están en plena batalla contra su secretario general para que permita con su abstención el gobierno de Rajoy. Los barones del PSOE han mamado del bipartidismo, se sienten cómodos en él y son conscientes de que cada vez que se abre una fisura en sus muros sus vergüenzas corren mayor peligro de quedar al aire.

Lo que ocurre es que Pedro Sánchez, a diferencia de sus barones, parece estar limpio, y facilitar el gobierno del partido con mas casos de corrupción de la historia democrática de España podría equipararle a ellos. Es un pulso entre el PSOE de siempre, el que reparte con el PP la mayoría de imputados de este país y un secretario general que ofrece una pequeña luz al final del túnel. De quien lo gane dependerá en buena medida nuestro futuro.

Los resultados de las elecciones gallegas y vascas son sin duda un fracaso más a sumar a la lista del PSOE, que por enésima vez pierde votos. Los barones aprovechan esta circunstancia para hacer valer sus razones y forzar la dimisión de Pedro Sánchez, obviando que, con su actuación a lo largo de la historia y sus declaraciones durante las distintas campañas, son los principales responsables de esta debacle que da la impresión que celebran en privado.

Mantener a Rajoy en el poder es perpetuar la corrupción, mantener las puertas giratorias, seguir en manos de Merkel y del IBEX. Pedro Sánchez tiene que demostrar que ser de izquierdas no es cuestión de apuntarse a un partido que así se defina, si no que es una actitud, una forma de entender la vida y la política y de llevarla a cabo, y en este papel que le toca jugar, la militancia, los de a pie, los que con su silencio permitieron los desmanes de los barones que llevaron al PSOE a su situación actual, tienen un papel muy importante que jugar olvidándose de clientelismos.

La amenaza de unas terceras elecciones no debe servir de disculpa para tomar decisiones con las que no se está de acuerdo. Aun a costa de ampliar la mayoría de Rajoy, facilitar su investidura por no ir a unas terceras elecciones no es de recibo, como dijo Miguel Hernández: "Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta". Los principios se tienen o no se tienen, cambiarlos según sople el viento no es bueno. Que se lo pregunten a Ciudadanos, si es que alguna vez tuvo principios.

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