Desde que los reinos se trasformaron en estados y/o naciones motivado por las consecuencias de la Revolución Francesa, aparte de las estructuras políticas que marcaron las diferentes emergentes naciones europeas, y consecuentemente, la independencia de muchas de las colonias de las metrópolis europeas, todas las naciones tomaron símbolos que las identificaran fueran o no los que representaran a las casas reinantes europeas. Las naciones necesitaban identificarse con unos símbolos que les aunaran como nación y al mismo tiempo marcara su diferencia con otras naciones.

Toda Europa vivió esa tesitura y España adoptó la bandera y colores que ya había normalizado Felipe V como enseña nacional.

Aquello suponía que todo militar que dedicara su vida al servicio de las armas debía hacer un juramento sobre dicha bandera que implicaba su obligación de servicio al rey y consecuentemente a la nación que dicho rey mandaba.

Esta vicisitud fue sostenida y evolucionó a través de los siglos en toda Europa hasta llegar al siglo XX donde el servicio militar se impuso en todas las naciones europea y el acto de confirmación del ingreso como soldado se reafirmaba con el Juramento a la Bandera.

El hecho de ese juramento implicaba, evidentemente, a aquellos varones que pasaban a ser soldados por lo que el resto de la población quedaba apartada de dicho acto.

Con el progreso de las sociedades, los ejércitos y sus medios, la mayoría de los mismos volvieron a convertirse en ejércitos profesionales, como a su vez lo habían sido en los siglos XV, XVI y XVII por lo que el acto de Jura de Bandera quedó ya no sólo limitado a los mozos de cada reemplazo sino aún más a aquéllos que ingresaban voluntariamente en los Ejércitos. Ello concluía que la mayoría de la población quedaba fuera de ese acto de aceptación nacional.

En España, adoptado el ejército profesional en el 2001, surgió un movimiento ciudadano de carácter reivindicativo de sentimiento nacional e independiente de ámbitos políticos, que llevó a que el Ministerio de Defensa permitiera la organización de Juras de Banderas civiles para que aquellos ciudadanos que lo desearan pudieran hacerlo ya por no haber tenido ocasión o por repetirlo.

Especialmente es llamativo el caso femenino dado que como ellas no realizaban el servicio militar su posibilidad de Jurar Bandera quedaba excluida, por lo que este, acto actualmente en vigor, les permite hacerlo, motivo por el que multitud de mujeres solicitan realizarlo.

Es un gran honor el hecho de que Gijón se haya convertido en el mayor reclamo proporcional en España con este tipo de actos, ya que ayer se superaron los 700 jurantes entre una población que no alcanza los 300.000 habitantes.

Numerosos y diferentes grupos sociales se han unido al acto y eso supone el gran nivel de salud que tiene el sentimiento nacional en esta maravillosa villa.