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El beneficio que no disfrutó Jovellanos

El prócer gijonés cambió la sotana por la toga como camino más corto para alcanzar un puesto en la magistratura

Jovellanos dejó la carrera eclesiástica antes de concluirla porque un amigo le advirtió de que le resultaría más fácil lograr un puesto en la magistratura que una canonjía a que aspiraba. Jovellanos, pues, cambió la sotana por la toga porque ésta le ofrecía una colocación más segura. Es posible que algún escrúpulo quedara en su alma o que en su fuero interno se siguiera sintiendo clérigo, si consideramos que, al decir de su amigo González de Posada, leía diariamente el Oficio Divino y las Sagradas Escrituras. Hay quien ha visto en su condición de eclesiástico la causa de su soltería; en nuestra opinión Jovellanos no tenía ya de magistrado en Sevilla obligación de leer el Oficio Divino porque de ser así no lo hubiera ponderado su amigo y de haberse decidido al matrimonio no hubiera tenido ningún inconveniente, pues de hecho lo vemos de joven, más de una vez, enamorado, y de mayor planteándose la conveniencia de su matrimonio: "Distamos mucho en años y en propósitos" dirá de Ramona Villadangos.

Pero ¿por qué estudio la carrera eclesiástica? Conociendo el carácter de Jovellanos, la nobleza de sus sentimientos, podría pensarse que fue debido a su natural piadoso, al sentimiento de religiosidad que vemos aflora en él especialmente en los últimos años de su vida a partir sobre todo de su prisión en Bellver. Sin embargo, Jovellanos fue destinado a la carrera eclesiástica de forma parecida a como algunos padres con escasos recursos han llevado a sus hijos al seminario.

Los padres de Jovino no tenían una situación económica muy boyante, viéndose en la necesidad de enajenar, previa licencia real, bienes de su vínculo mayorazgo y con la perspectiva, además, de tener que dotar a cuatro hijas. Por eso, cuando en 1753 Isabel Ramírez de Jove fue nombrada abadesa del Monasterio de San Pelayo de Oviedo, conociendo sin duda la situación en que se encontraba su hermana y su cuñado, presentó para el beneficio diaconal de la iglesia de San Bartolomé de Nava a su sobrino Alonso de Jovellanos cerca de cumplir los 14 años.

El beneficio llevaba, a cambio de una renta, la obligación de decir dos misas a la semana, acompañar al cura cuando llevaba el sagrado viático a los enfermos, hacer de ministro en todas las misas cantadas y asistir del mismo modo a los entierros. Pero no era necesario que el titular fuera ordenado de misa, lo que solía hacerse a la edad de veintitantos años, bastaba con ser clérigo, es decir haber recibido la tonsura, para lo cual las leyes canónicas de aquel tiempo fijaban la edad de 14 años. En estos casos se nombraba un servidero o sustituto que decía las misas y cumplía las demás obligaciones del beneficio. Se recomendaba que los obispos concedieran beneficios y demás rentas eclesiásticas para que el clero lograra mantenerse con decoro, de modo que no pudiendo tener oficio tuvieran al menos beneficio.

Para los Jovellanos supuso la entrada de ingresos en la casa familiar. Tres años llevaba Alonso disfrutando el beneficio o, por mejor decir, sus padres por ser menor, cuando tuvo que renunciar a él para quedar al cuidado de su casa como mayorazgo por muerte de su hermano Miguel. Pensaron entonces los progenitores en su otro hijo, Francisco de Paula, pero no quiso porque ya había comenzado su carrera de marino. Fue por esto por lo que los padres pusieron sus miras en el siguiente hijo más dócil y obediente, en Gaspar. De manera que Jovellanos, aún de natural piadoso e inclinado a la religión, seguramente no hubiera seguido la carrera eclesiástica si no se hubiesen presentado la oportunidad de quedar vacuo el beneficio que gozó su hermano. Es más probable que actuara movido por ánimo reverencial hacia sus padres que tenían en ello un interés económico que por verdadera vocación. Por eso cuando se le ofrece un nuevo camino, un futuro más seguro, el de la magistratura, se inclina por él.

Corría prisa la presentación de Jovellanos para el beneficio diaconal porque, estando "en la abadesa y en su mesa", es decir dependiendo la elección de su sola voluntad, se cumplía aquel mismo año de 1577 el término de su abadengo. Por eso, el obispo de Oviedo dispensó al joven Gaspar de la edad canónica para recibir el beneficio. Así lo dice claramente Ceán Bermúdez: "a los trece de su edad, le confirió la primera tonsura el reverendo obispo de aquella diócesis don Juan Francisco Manrique de Lara, para poder obtener un beneficio simple diaconal de san Bartolomé de Nava". Jovellanos fue investido de la condición de clérigo, forzando la edad canónica para ello, con el fin de gozar el beneficio. En nuestra opinión Jovellanos no fue a Oviedo a estudiar sin más, ni mucho menos a su universidad, sino para hacerse clérigo.

Esta será la primera renta eclesiástica que tuvo. Más adelante pasará a estudiar a Ávila, a una especie de seminario que había fundado el obispo de aquella diócesis, el asturiano Velarde Cienfuegos, quien a medida que iba ascendiendo en sus estudios eclesiásticos le concederá tres nuevas rentas: una prestamera, renta destinada a los que estudiaban para sacerdotes, la de Navalperal; otro beneficio simple, el de Horcajada; y finalmente una beca de colegial de Alcalá.

De esta manera la familia vio incrementados sus ingresos y pudo casar a su hija Catalina con un naveto principal, José Alonso de Faes, cuya dote ascendió a 2.000 ducados, de los cuales 500 se pagarían en el plazo de dos meses desde la escritura de capitulaciones y los 1.500 ducados restantes a razón de 1.500 reales anuales que los padres de la novia "cobran y perciben -dice la escritura- anualmente de renta por el beneficio simple de San Bartolomé de Nava, de que tiene título de colación y posesión el señor don Gaspar de Jove Llanos, su hijo, colegial mayor en el colegio de Alcalá".

En 1768 Jovellanos, a la edad de 24 años, optando por la carrera judicial es nombrado alcalde del crimen de la Real Audiencia de Sevilla. Entonces su tía, que había sido elegida una vez más abadesa, presentó un nuevo "opositor", quien no tomó posesión del beneficio hasta 1774 en que Jovellanos ascendió a oidor de la misma audiencia y optó por esta plaza dejándolo vacante. ¿Retrasó Jovellanos todo lo que pudo la renuncia para que su cuñado pudiera cobrar su dote y cumplir el compromiso contraído por sus padres?

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