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Musicólogo | Crítica / Música

Un viaje por el canto popular latinoamericano

El tenor Aquiles Machado, con Mariano Rivas al piano, cautiva en el inicio de la temporada de la Sociedad Filarmónica Gijonesa

La nueva temporada de la Sociedad Filarmónica de Gijón comenzó por todo lo alto, con un concierto sobrio en medios, pero de gran calidad y cargado de emoción. La voz del tenor venezolano Aquiles Machado dio vida a un repertorio lírico e inspirado en el canto popular hispanoamericano con el acompañamiento al piano del maestro gijonés Mariano Rivas. No hizo falta más, el talento de ambos artistas fue suficiente para conquistar a los asistentes, que se dejaron sumergir en una dinámica de ritmos, tiempos y temáticas siempre cambiantes, como corresponde a la riqueza del folklore hispanoamericano. Eso sí, todo pasado por el tamiz de la música académica o "formal", en palabras del propio Aquiles Machado, con un proceso de intelectualización del repertorio acorde con el espíritu nacionalista de principios del siglo XX.

El viaje comenzó en el Cono Sur y recaló largo y tendido en Argentina, porque toda la primera parte fue para piezas de ilustres compositores de este país. Los cánones del gusto francés abrieron el concierto con dos obras de Carlos López Buchardo: lirismo, contención y ritardos expresivos en las cadencias amortiguaban el ímpetu de la canción gaucha con mimbres románticos. Machado comenzó a mostrar sus dotes desde el primer momento, con un buen manejo de las dinámicas, buena colocación de la voz y un color apropiado que permitía la perfecta comprensión de la letra. Los aires rioplatenses llegaron con la "Milonga de dos hermanos" de Carlos Guastavino, y Machado supo jugar con las anticipaciones, la energía y la rapidez de los fraseos característicos del género. No podía faltar Alberto Ginastera y sus "Cinco canciones populares argentinas", donde repertorios tan populares como la chacarera o la zamba se adaptan a las armonías del siglo XX. Los aires son contrastantes y demandan un virtuosismo muy notable en el piano; así, la segunda, "Triste", sonó como un aria de ópera, con un pulso suspendido a merced de la expresión vocal, mientras la última, "Gato", fue un alarde de intensidad.

Tras la pausa, nos trasladamos a Venezuela a través de las breves"Canciones otoñales" de Antonio Estévez; con un lenguaje impresionista en el piano y maneras vocalesoperísticas, estas piezas encierran gran carga emocional, magistralmente expresada tanto en la voz como en la gestualidad del tenor. El contraste fue significativo cuando comenzó a sonar el famoso bolero "Siempre en mi corazón", del compositor cubano Ernesto Lecuona, que desató la ovación entre el público. El concierto se cerró por la senda del bolero, con "Luna callada" y "Sufre mujer" del venezolano René Rojas. Las propinas estaban prácticamente aseguradas, porque entre el público del teatro Jovellanos se respiraba algo más que satisfacción, más bien emoción y entusiasmo. Fueron tres las piezas que regaló fuera de programa, y dos las veces que tuvo que salir a cantar, la última para cerrar el recital por todo lo alto con una brillante ejecución de "E lucevan le stele" de la ópera "Tosca".

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