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El otoño es perverso

Siempre me ha hecho polvo el otoño. Cuando era pequeña el retorno al colegio me producía desazón y no es porque no me gustaran las clases, porque me gustaban de verdad. Representaba el reencuentro con las amigas a las que no había visto por el verano y eso me alegraba; el estudio no me mataba, me encantaba la historia, los idiomas, la literatura y sobre todo, me interesaba saber un poco de todo.

En el colegio era bastante feliz, no soy de esas que voy diciendo que las monjas eran horribles ni nada por el estilo, muchas eran anticuadas, rígidas pero tal como la sociedad de la época y algunas eran bastante modernas y nos pusieron al día . Mi padre era muy liberal y me permitía hacer cosas que a mis compañeras no les permitían, como viajar, salir más tiempo, darme más libertad. Debo reconocer que un pequeño cacao mental si tenía, entre las monjas rígidas, los padres de mis amigas, las convenciones del momento en las que la palabra pecado estaba como impresa en todo lo que mirabas y la libertad y la apertura al mundo de mi padre y alguna de las monjas, a veces no sabía hacia dónde dirigir mis pasos, pero al final me quedé con mi padre, su sentido de la justicia, de la libertad, del respeto a los demás, su comprensión del género humano, su amor al conocimiento y creo que he sido afortunada.

Volviendo al otoño, me produce la sensación de que algo bueno se acaba, me siento melancólica, la morriña me llena. Oigo música triste y romántica, dejo que Vivaldi me llene el corazón una y otra vez, me quedo mirando las hojas que caen de los árboles y tapizan el suelo, me gusta pasear por encima escuchando el crujido que hacen cuando las pisas Eso sí me gusta el color del otoño, los verdes van desapareciendo, se van convirtiendo en amarillo y dorado, esos árboles escarlatas, rojos, castaños y marrones. Me siento formando parte de un cuadro en el que todos esos tonos se mezclan y producen colores extraños, difusos, parece que estás en un sueño o en trance.

Ese otoño que a mí me produce esa cantidad de sentimientos, a veces opuestos, ha inspirado siempre a los artistas. Admiro los colores otoñales de Tiziano y Botticelli, ambos maestros del color. Tiziano utiliza una técnica de ejecución que se llama "alla prima", para la cual va cambiando el color y rectificando los tonos. Su pintura es el triunfo del color y la forma. Sus maravillosos colores rojos verdes y marrones en los paisajes otoñales son fascinantes. Se ha intentado reproducirlos en las telas que utilizan famosos modistos, en los tonos con que se tiñen el cabello muchas mujeres, gracias a él se establecería la Gran escuela veneciana del color en la historia del arte. Botticelli era más retratista, era un espléndido dibujante pero sus colores eran también una inspiración, a veces delicados a veces fuertes. Sus figuras femeninas inspiradas en Simonetta Vespucci, su gran amor, son melancólicas como el otoño y a veces parecen enfermizas por sus rostros demasiados blancos. Otro pintor Arcimboldo en su cuadro "el Otoño" se ha convertido en un artista famoso, casi en un genio de la pintura y el color, pero debo confesar que a mí me gusta muy poco.

También el otoño ha influido en la literatura, recordemos dos ejemplos: "El otoño del patriarca" de García Márquez; y hoy en día "Autumn", de Zadie Smith, que es la primera de las cuatro novelas que va a escribir sobre las estaciones y que ganó el "Baileys women's prize for fiction" en 2015.

Otros artistas que se dejan influir por el otoño son los músicos. Dentro de las cuatro estaciones de Vivaldi, la que más me inspira es el otoño. Y ya en otro estilo de música "Autumn in New York" de Billie Holiday, "Autumn Almanac" de "The Kinks" y tantas otras.

Pensando en todas estas cosas creo que no me voy a dejar influir por el tiempo meteorológico, porque el otoño puede ser una tortura pero también una fuente de inspiración.

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