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Musicólogo

Más que jazz latino

Hubo música para todos los gustos, desde baladas hasta bop o rythm & blues, y por supuesto, grandes dosis de ritmos caribeños. Variedad de estilos y mezcla de lenguajes que corresponden claramente con las dos figuras que el pasado viernes compartieron escenario en el teatro de la Laboral. Chucho Valdés es uno de los grandes exponentes del jazz cubano; hijo del gran Bebo Valdés, lleva girando toda su vida y ha formado parte de formaciones tan influyentes como "Irakere". Por su parte, el estadounidense Joe Lovano volvía a Gijón tras su actuación junto a John Scotfield en el Festival de jazz del año pasado, donde dio muestras de su respeto a la tradición bop de su país natal. Dos formas de entender el jazz que se unen en una gira con el propósito de seguir indagando en las posibilidades de este macrogénero, y aunque en varios momentos del concierto se pudo respirar la fusión de lenguajes, no es difícil adivinar cuáles son las piezas en las que uno y otro se siente más cómodo.

Saltaron a las tablas sin ceremonias y con una sonora ovación que evidenciaba que el público estaba entregado de antemano. En el escenario aguardaba el piano, el contrabajo, una batería con doble timbal base y un set de percusión con amplio juego de tumbadoras que daba pistas del peso que iba a tener el ritmo en el concierto. Comenzaron con energía, con dos temas de tempo vivo y un patrón latino regular pero cambiante. Ningún instrumento se ajustaba plenamente al pulso y los dibujos melódicos y rítmicos denotaban personalidad propia: fraseos incisivos en el saxo e intensidad en los desarrollos del contrabajo y piano.

La presentación de la banda a cargo de Lovano marcó el cambio de rumbo, con "El día que me quieras" en forma de sentida balada jazz. Fue un breve impase antes de recuperar con otro tema la senda caribeña algo más regular y reposada que la inicial. Y, de ahí, a una pieza con sonoridades más arriesgadas, menos convencionales: cromatismos, disonancias y tensiones sugerentes que evocaron un paradójico desorden ordenado descomponiendo todos los parámetros musicales hasta llegar casi al sonido como material. Fue el momento más interesante del concierto en cuanto a propuesta musical, pero el clímax experiencial llegaría a continuación con un tema intenso de patrones rítmicos firmes y plagados de contratiempos en el que pudimos vibrar con el martilleo y las cascadas de notas agudas en la mano derecha de Valdés y con un diálogo a modo de batucada entre Yaroldi Abreu (percusión) y Francisco Mela (batería). Aún quedaba el rythm & blues, que en su característica regularidad formal permitió todo tipo de florituras, y baladas como "Star Crossed Lovers".

El concierto acabó lento, y era imposible que el millar de espectadores se fueran a casa sin reclamar otra píldora de intensidad. Los músicos lo sabían y no se hicieron de rogar, volvieron rápidamente al escenario para rematar el recital con diez minutos de exhibición musical que terminaron por poner en pie a todo el teatro. Fue un auténtico lujo de concierto, y el público gijonés demostró una vez más la buena sintonía de nuestra ciudad con el jazz, todo a unos días de que el ciclo "Jazz en el centro" comience una nueva temporada y a poco más de un mes para que se celebre Festival de Jazz de Gijón. El otoño gijonés sin duda suena a jazz.

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